
Las casualidades existirán, pero yo no creo en ellas. Me cuesta mucho creer que el ejército israelí haya abatido a Yahya Sinwar por un golpe de suerte. La suerte es de quien la busca y no se encuentra fácilmente. Menos cuando el objetivo tiene según qué características. Yahya Sinwar no era sólo el jefe de Hamás y el ideólogo del atroz 7 de Octubre. Esa es casi la manera más amable de presentarle. Sinwar era el Robespierre de Oriente Medio, alguien que odiaba tanto y por encima de todas las cosas la mera posibilidad de diálogo o de paz, que nunca dudó en asesinar con sus propias manos a cualquiera de los "suyos" que le pareciera sospechoso de colaborar o de querer convivir con Israel. El mismo Israel que le salvó la vida operándole de un tumor cerebral y que a pesar de ser acreedor a cuatro cadenas perpetuas, le canjeó por Gilad Shalit junto con mil presos más. Mil terroristas palestinos —algunos extremadamente peligrosos, como se puede ver— a cambio de un único joven soldado. Ya se ve qué valor tiene la vida humana para unos y para otros.
El fanatismo sanguinario de Sinwar era lógicamente proporcional a su desconfianza enfermiza hacia la gente. Sobre todo su gente. Para él no eran personas, eran rehenes, escudos humanos, traidores en potencia. Alguien así no cae por casualidad. Le tienen que haber vendido los suyos, hartos de su huida hacia adelante y la catástrofe.
Coincido con todos los que dicen que ahora se abre una oportunidad para contener la escalada en Oriente Medio. Discrepo de los que creen que la mejor manera de servir ese objetivo es presionar a Benjamin Netanyahu, o sólo a él. ¿Por qué será que, por mucho que la Historia se repita, nunca aprendemos de ella? Primero Israel no podía existir. Cuando por fin existió, no podía durar porque los cinco ejércitos árabes que la invadieron, seguro que ganarían la guerra y barrerían el naciente Estado judío "del río al mar". Cada vez que lo que algunos todavía insisten en considerar "entidad sionista" y no país parece estar al borde del abismo, renace de sus cenizas. Se resiste tercamente a sucumbir. Inflige humillación tras humillación a sus aspirantes a destructores, incluso les ocupa nuevos territorios, que a continuación la comunidad internacional se apresura a pedir que devuelvan. ¿Se lo pedirían a los otros si hubieran ganado ellos? ¿Les pedirán alguna vez que dejen de intentarlo?
Martha Gellhorn, que fue esposa de Ernest Hemingway y corresponsal de guerra casi más distinguida que él, fue de las primeras en denunciar la mentira sistemática de toda la propaganda antiisraelí. En todos los conflictos bélicos la verdad sufre. Pero nunca tanto como en este. Israel está tan sola entre la hipocresía de las naciones, unidas o desunidas, los pomposos discursos "pacifistas" tienen tan poco que ver con la realidad sobre el terreno, que puede llegar un momento en que hasta el más débil puente de empatía, de comunicación y de solución se rompa por completo. ¿Qué haría usted si viera que hace décadas que se lo quieren cargar, a usted y a toda su familia, y cada vez que consigue salvarse, es el malo de la película?
No sé los meses que llevamos oyendo que la solución es un alto el fuego en Gaza. Por supuesto, sin condiciones y sin garantías de que devuelvan a los rehenes. ¿A los aliados se les pidió un alto el fuego contra Hitler, se les pidió no bombardear Dresde para no hacer daño a los civiles? Todavía a día de hoy hay quien justifica las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki por los miles de vidas de soldados americanos que "salvaron".
Si quieres la paz, prepárate para la guerra, decían los romanos. Yo me conformo con que nos preparemos para la verdad. ¿Y si la solución a todo este horror no pasa tanto por convencer a Israel de que no se defienda, como de convencer a Irán y sus proxys terroristas (que no milicias, por favor) de que dejen de atacarla? ¿De que dejen de intentar destruirla y, cuando no lo consiguen, de mentir?
Diría que en las filas de Hamás y de Hezbollah puede empezar a haber gente más convencida de esto que les digo que muchos presuntos expertos y activistas por la "paz". El Mossad será un gran servicio secreto, pero no es Dios. Si se está apuntando los tantos que últimamente se apunta, es que cada vez tiene más colaboradores en el mismísimo corazón de la bestia. De las bestias. Cada vez debe haber más gente dentro del horror que quiere salir de una vez por todas de él.
Sugiero entonces empezar a repartir nuestras presiones pacifistas de forma más equitativa y, para variar, inteligente. El mejor alto el fuego no es el que sólo sirve para que Hamás se rearme. Es el que ponga de verdad fin a todo este infierno. La paz no es hacer la guerra al revés. Es defender el derecho a la vida. De todos. Y que cada palo aguante su vela y su responsabilidad.