Las mentes privilegiadas de algunos de los más grandes escritores de la literatura mundial han titulado algunas de sus grandes obras y personajes más conocidos con nombres que esconden una ironía nacida del sufrimiento que a sus extremas sensibilidades les producían tanto las circunstancias de sus vidas como el desencanto de la realidad que les rodeaba. Así, al personaje más santo, generoso, sencillo, espiritualmente elevado y crístico, al que por todo ello nadie comprendía y del que todos se mofaban, Dostoyevsky le puso el nombre de El Idiota, que a su vez es el título de una de las más grandes novelas de la literatura de todos los tiempos. De forma parecida, el desencanto de la ceguera pasional así como sobre la irracionalidad del amor quijotesco lleva a que nuestro Cervantes llame Dulcinea (una Dulcenada) a la ordinariez y vulgaridad de una Aldonza Lorenzo que no parecía preocuparle otra cosa que ordeñar vacas y dar de comer a los gorrinos.
Sobre todo, merece prestar una especial atención a una pequeña pero gran obra universal que refleja como nada la situación actual de este país de países llamado España, dominado por la confrontación y corrupción política y hundido moralmente en una creciente violencia y descontento social. A esto se añade la total ausencia de compasión y decencia de algunos desalmados banqueros, al frente de ciertas entidades hipócritamente disfrazadas como fundaciones "sin ánimo de lucro", llegando a desahuciar de sus hogares a tantos seres indefensos de la tercera edad gracias a la muy oscura luz de sus infrahumanas leyes.
De todos estos temas trata la corta e inmortal obra de Henrik Ibsen, inspiradora de este artículo y titulada: Un enemigo del pueblo. El hombre conocido como enemigo del pueblo, y al revés nos lo dice irónicamente Ibsen para que le entendamos, es el heroico médico Dr. Thomas Stockmann. Este hombre íntegro e incorruptible, descubre que el agua de un balneario que utiliza la población está envenenada y es causante de innumerables enfermedades. Para contrarrestar estas ideas, la opinión pública es manipulada por los políticos profesionales elegidos por el pueblo, incluido Peter Stockmann, el poderoso y corrupto hermano de nuestro héroe. A pesar de ser conscientes del peligro, la mayoría vota en contra de la propuesta de nuestro admirado Thomas de cerrar el balneario de donde provienen las infestadas aguas. Los líderes democráticos de la ciudad, incapaces de doblegar la voluntad y honradez del Dr. Stockmann, ni convertirle en un hipócrita más a pesar de las propuestas crematísticas con las que es tentado, le declaran "enemigo del pueblo" por no someterse a la legalidad y a la opinión de la mayoría. Finalmente, Thomas es atacado violentamente por los indecentes okupas de las poltronas de turno, siendo finalmente desahuciado de su hogar. Por cierto, ¿no le recuerda esta historia al lector a algunos hechos que están emponzoñando la sociedad de este país en estos momentos? Pongamos unos ejemplos paradigmáticos. Así, ¿quién comprende la pasividad policial ante el creciente e incomprensible fenómeno de la okupación? Hay muchos otros ejemplos, bien sea de ilegalidades permitidas, como el sufrimiento causado por los estruendosos conciertos nocturnos del Estadio Santiago Bernabéu, o megaobras monstruosas e innecesarias, perpetradas por burócratas egocéntricos, incultos y desalmados, como las que tanto daño han hecho al derecho a la paz, salud e intimidad en muchos domicilios de humildes vascos indefensos. Pues bien, en estos últimos casos sucede exactamente lo mismo que lo que le ocurre al Dr. Stockmann. Esto significa que las corruptas élites socio-político-económicas, amparadas por los intereses creados por ciertas prensas asociadas por las llamadas chequeras tapabocas, unos hechos habitualmente motivados por egos desorbitados y ambiciones desmedidas en su incansable búsqueda del vellocino de oro y del paradigma del "dinero-fama-poder". Dicho modelo o estadio de conciencia, tan despreciado por el mismo Einstein, arrasa sin piedad con todo lo que se le ponga en medio de su diabólico camino, hasta atentar impunemente contra propiedades ajenas, cuerpos, vidas y almas. Y no habría que ir muy lejos para mostrar ejemplos de todo esto.
Incluso a nivel internacional, algo que al parecer afecta a nuestro país, existe otra situación escandalosa, aunque de diferente naturaleza. Esta se ha podido recientemente comprender merced a la publicación de un estudio similar a la lucha epidemiológica y preventiva del Dr. Stockman, que afecta negativamente al mundo de la salud.
Así, un grupo de notables científicos en investigación oncológica y prevención del cáncer han demostrado la existencia de peligrosas concentraciones de sales de arsénico en el agua potable de la población en ciertas áreas de Chile, aunque en muchos otros países también. Este ejemplo guarda una estrecha relación con una elevada incidencia de cánceres de piel, pulmón, hígado y vejiga urinaria en áreas donde las concentraciones de potentes carcinógenos en seres humanos están presentes en el agua potable (Revista científica PLoS ONE, Diciembre, 2012). Puestos en contacto con el principal científico del grupo chileno mencionado, se nos comunicó que nada se ha hecho al respecto a pesar de que esta peligrosa situación epidemiológica se conoce por aquellos lares desde hace décadas.
Hechos similares se han denunciado en relación con alguna empresa en España, que ha vertidos potentes y abundantes compuestos cancerígenos en los acuíferos subterráneos de cierta ciudad de nuestro país. En este último caso, la incidencia de diversos tipos de cáncer aumentó significativamente en el grupo de trabajadores directamente afectados por dichos productos tan peligrosos.
Todo parece llevarnos a lo mismo. Para resumirlo en palabras del fallecido filósofo, el querido y añorado Raimon Panikkar, dejó escrito: "El sistema está podrido, los parches ya no sirven, la metástasis es total. Necesitamos una renovación completa, un renacimiento desde el origen, y esto es una tarea del espíritu". Totalmente de acuerdo.
Por el contrario, hay ideas sociales y prácticas tan loables como la instauración del teléfono 016 para la defensa contra la violencia machista. Pero hay que preguntarse por qué en vez de números de teléfono más largos y complicados de recordar para las diversas situaciones de conflicto, no hay, por ejemplo, un número fácil de acceder como un 015 o 017 para la defensa del hombre injustamente maltratado, o un 018 para la defensa de hijos maltratados, o un 019 para denunciar a hijos maltratadores, un 020 para defender a hijos de padres maltratadores, o un 021 para adolescentes en peligro o con ideación suicida. Podría salvarse así mucho sufrimiento y vidas, proporcionando consejo en situaciones límite, previniendo y controlando casos de violencia familiar de todo tipo, así como ofreciendo ayuda psicológica, legal e incluso policial, a las muchas víctimas de todo tipo.
Por otra parte, para comprender en su totalidad cualquier conflicto y enfermedad, lo ideal es ir al origen, a su causa inicial, a su raíz (lo conocido como aproximación radical o etiológica), para desde allí buscar la curación o solución al problema. Probablemente, la causa primera de muchos de los crecientes problemas, confusión, infelicidad y decadencia moral de la sociedad, se encuentren en el estadio de concienció dominante en la actualidad, el de ese omnipotente pensamiento único marcado por el cada vez más limitado y limitante, así como decadente y destructivo, racionalismo moderno.
Debido a dicho racionalismo como estadio de conciencia social imperante, el poder y la confrontación entre los partidos de la política profesional, viva expresión de la degeneración de la original democracia ateniense y presocrática, domina el mundo actual. La crítica de una democracia basada en el sufragio universal, nacida con Platón, ha continuado hasta nuestros días gracias a algunos gigantes del intelecto, la cultura y el espíritu humano, que han tratado con dureza la tiranía de las mayorías sobre minorías cultural y espiritualmente infinitamente más elevadas, maduras, generosas y creíbles. En este último grupo, que recuerda al de los llamados seres autorealizados por el creador de la psicología transpersonal, Abraham Maslow, se cuentan grandes conciencias como Henrik Ibsen, Alexis de Tocqueville, Walt Whitman, George Orwell, Henri David Thoreau, John Stuart Mill, Charles Dickens, llegando hasta los más recientes, Ortega y Gasset Jorge Luis Borges, Raimon Panikkar y Fernando Sánchez Dragó. Todo ello sin olvidar la aplicable frase de Voltaire de "todo por el pueblo pero sin el pueblo", adoptada por algunos despotismos vigentes hoy en día, aunque no muy ilustrados. En fin, que el futuro no es lo que fue, ni el pasado lo que será.
Creemos que todos los autores mencionados se unirían al dicho de que las mayorías no suelen tener razón —Ibsen incluso llegó a decir que nunca la tienen—, las minorías la pueden tenerla más frecuentemente, y el individuo la tiene siempre. Una visión un tanto ácrata de la vida, hay que reconocerlo.
Como conclusión y homenaje final, hacemos nuestras las emocionantes palabras de despedida del maravilloso y eterno personaje del Dr. Thomas Stockmann, nuestro personaje literario favorito y alma de este artículo, cuando prácticamente destruida su vida entera, tanto en el plano personal, familiar, profesional, político, económico y social, por ese desgraciado invento de la autoservil política profesional de su tiempo, amorosamente y heroicamente nos dice al oído, pero aún así a gritos: "¡Chist! ¡Silencio todos! ¡Escuchad lo que acabo de descubrir! ¡El hombre más fuerte del mundo es el que está más solo!".
El mundo puede ser cambiado, pero no sin tu ayuda.
Dedicatoria: A todos los médicos con el espíritu del Dr. Thomas Stockmann, si es que todavía queda alguno. Asimismo, a Jon Urresti García, que inspiró y estimuló el alma de estas líneas.
