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Cristina Losada

Siempre es verano en el PSOE

Hay muchas maneras de enmascarar la realidad, pero en el cónclave del PSOE han bastado los deseos de no verla.

Hay muchas maneras de enmascarar la realidad, pero en el cónclave del PSOE han bastado los deseos de no verla.
Europa Press

El acontecimiento más alegre de este final de otoño fue el que reunió a los socialistas en Sevilla durante el fin de semana. Nunca ha habido un Congreso más feliz. Las caras de los que entraban y salían del recinto lo decían todo. Las sonrisas eran tan grandes que apenas cabían en la foto. Ni un mal gesto ni una mala palabra pudieron pescar los fisgones de los seudomedios, que estaban allí para eso. Sólo dientes y más dientes. Havel, que en alguno de sus libros dejó noticia de la gran impresión que le causaron las perfectas dentaduras de los políticos norteamericanos, se hubiera quedado pasmado. La exhibición de dentaduras para mostrar la felicidad que siente el partido sólo fue comparable al despliegue de entusiasmo que hicieron los delegados en torno al líder y, sobre todo, a su esposa.

Más que un Congreso de aquellos donde se discutía de alguna cosa, éste fue una fiesta para celebrar el destierro de la discusión. No había candidatos alternativos ni podía haberlos. Cuando al que manda se le elige en primarias, un Congreso no puede hacer otra cosa que divertirse. Y si el que manda preside el Gobierno, el Congreso no es más que el acto de exaltación de esa persona. Ni Ábalos ni Koldos ni Aldamas empañaron el acto. El traidor Lobato no fue por allí. Las investigaciones judiciales a presuntas tramas corruptas, al Fiscal General o a la esposa y el hermano de Sánchez sólo comparecieron bajo el genérico titular del ataque: el ataque que sufre el Gobierno por ser tan bueno como es. Si el Gobierno fuera malo, no lo atacarían, queridos niños. Los implicados y los salpicados salieron confirmados en sus puestos, por eso. Que no se diga que el partido se amilana. Cuanta más porquería le sale, más unido está y más cara planta.

Por momentos parecía que podía reproducirse en Sevilla una escena del Congreso de Futurología de Stanislaw Lem, cuando el protagonista descubre que el comedor del lujoso hotel Hilton en el que cree estar es realmente un sucio búnker con unas literas cutres y lo que come, una bazofia repugnante. Hay muchas maneras de enmascarar la realidad, pero en el cónclave del PSOE han bastado los deseos de no verla, de hacer como que no existe o de inventar una realidad alternativa. "Mientras siga la música, hay que bailar", dijo un alto ejecutivo de un gran banco estadounidense en 2007, poco antes de que la crisis se llevara por delante a su banco y a otros. Igual piensan en el partido socialista. Mientras Sánchez siga teniendo su orfeón parlamentario y conserve el fortín de La Moncloa, hay que bailar al son que toque. No se olvide que sin ese puesto de mando, el partido está canino. A bailar y a festejar. Por algo ha aprobado este Congreso que haya siempre horario de verano.

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