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De La Faraona a una tal Lalachus: del infinito al cero

Hace dieciocho años que se emitió en la televisión pública la última campaña contra la obesidad. No parece que sea un asunto de interés en el Ministerio de Sanidad.

Hace dieciocho años que se emitió en la televisión pública la última campaña contra la obesidad. No parece que sea un asunto de interés en el Ministerio de Sanidad.
Lalachus muestra la imagen de la estampita con la cabeza de la vaca del Grand Prix. | RTVE

Después de que Matías Prats (padre) locutó las Campanadas de Fin de Año, las teles (muchas ya en color) echaron chispas... Los ojos de Lola Flores llenaron la pantalla. Una estola rosa sobre el hombro izquierdo. Vestida de blanco. El pecho, que un rácano regidor dejó en el medio plano, fulgurante por los destellos del collar. La copa de champán en la mano: "En este primer día de 1975 les deseo a todos ustedes, a los españoles… Coger su copa y brindar conmigo, que quiero que pasen ustedes una noche extraordinaria y un año que no se pueda aguantar. Va por ustedes. Venga esa copa p’arriba". Lo que suele hacerse, desearle lo mejor a tus compatriotas.

Cincuenta años después, una adolescente tardía que, de haber nacido en otra época, bien podría haberse ganado el sustento de verdulera en la calle de la Ruda ("En la calle de la Ruda / vive, si el vulgo no miente, / Pepa la Morrocotuda", escribía en 1895 Juan Pérez de Zúñiga) fue la protagonista de las campanadas de TVE. Cumpliendo con el castrante discurso de la izquierda, decidió reprender al respetable: "Ojalá que para el 2025 dejemos de opinar de los cuerpos ajenos porque todos los cuerpos son válidos del tamaño que sean…".

Resulta que la aludida, que responde por Lalachus y dicen que es cómica, no es que sea una "tía gorda" como escribe Savater (al que persigue una horda de integristas), si no que está en un tris de padecer obesidad tipo III o mórbida. Una pena. Esta gente donde no hay un problema lo crea. Te meten el dedo en el ojo y mejor no digas ni mu porque te tachan de facha. Vieron en las gorduras motivo para dividir y enfrentar y en 2020 la ministra (delgadísima) Irene Montero lanzó una campaña de publicidad en la que unas señoras lucían desbordamiento de lorzas: "El verano es nuestro". Cuestión de gustos. Pero no solo.

Hace dieciocho años que se emitió en la televisión pública la última campaña contra la obesidad. No parece que sea un asunto de interés en el Ministerio de Sanidad. Al menos no machacan a la ciudadanía como hacen con los riesgos para la salud del cambio climático. La obesidad afecta al 25% de la población. "El ritmo de crecimiento es tan acelerado como en Estados Unidos, situando a nuestro país en el segundo de Europa, por detrás del Reino Unido, con más casos de la considerada pandemia del siglo XXI". Es la segunda causa de muerte prevenible después del tabaco. "Reduce la esperanza de vida de 5 a 20 años", en opinión de la Asociación Española de Cirujanos. "Hay que entender la obesidad como una enfermedad crónica y recurrente".

Junto a Broncano (el de "¡¡coronavirus oeee, coronavirus oe oe oe!!", ¿se acuerdan?) Laura Yustres, de nombre artístico Lalachus, nos anima a considerar "válido" su cuerpo con el visto bueno de la televisión pública. Válido para enfermar. El despropósito hubiera sido completo si en el primer anuncio del año la diva Intxaurrondo sale fumando un Celtas cortos.

A los pocos días, el presidente Sánchez se dirigió a sus queridos amiguitos progresistas: "Tenéis que saber que nada más y nada menos que el periódico The Washington Post se preguntaba en agosto de 1977: ¿es España lo suficientemente libre como para recuperar el Guernica?". Sánchez comenzaba su intervención ante un auditorio de ministros y altos cargos, lobotomizados por las canonjías, y los siempre sonrientes Álvarez y Sordo, enchufados al presupuesto. Ya no van los del Ibex.

Olvidó explicarles que un franquista como Adolfo Suárez (Secretario General del Movimiento hasta el mismo día en que fue nombrado presidente por el rey Juan Carlos I el 5 de julio de 1976) fue quien inició las negociaciones para traer el cuadro a España. Dirigidas por el ministro de cultura Iñigo Cavero y Javier Tusell, director de Bellas Artes, contaron con la colaboración de José María Armero, presidente de Europa Press (en su casa de Pozuelo se celebró la reunión secreta entre Suárez y Carrillo previa a la legalización de PCE). En 1977 Armero entregó una nota al senador George McGovern informándole que el Gobierno de la Republica pagó 150.000 francos franceses a Picasso, lo que acreditaba la propiedad del Estado español. Hasta 1981 no pudo conseguirse la documentación original de ese pago. "La razón de que no se haya producido la compra (del original) es que el hijo del (dirigente socialista) Luis Araquistáin nos pedía nada menos que cuatro millones de francos suizos por ella". Carta de Armero al ministro Cavero en 1981. Al MOMA de Nueva York, si España era o no una democracia en 1977 le resultaba irrelevante. No quería desprenderse del cuadro.

Cuando el Guernica aterrizó en Barajas era presidente del Gobierno un señor llamado Leopoldo Calvo Sotelo. A su tío, diputado en las Cortes de la República, le asesinaron en julio de 1936 un grupo de socialistas cercanos a Indalecio Prieto. Esto tampoco lo contó Sánchez. Que si tuvo tiempo para fotografiarse con una señora, señoro o señore, a saber, empeñada en parecer más fea que Picio y a la que encargaron finalizar el acto haciendo como que cantaba.

El primer número de Diario 16 llegó a los quioscos de prensa —hoy especie en extinción— el 18 de octubre de 1976. La campaña para su lanzamiento se contrató con la agencia Delvico y uno de los socios, Rafael Baladés, compuso la letra de una canción, Libertad sin ira, que se convirtió en himno de la Transición: "Que hay dos Españas que guardan aún el rencor de viejas deudas". Medio siglo ha transcurrido y el Gobierno de socialistas y comunistas hace del rencor su principal estrategia política. Jarcha, cinco chicos y dos chicas, fue en sus inicios un grupo de gente maja y guapetona, salvo por esos indescriptibles pantalones de pata de elefante que solían llevar. El pasado 8 de enero, Jimena Amarillo ajustició, sin piedad, la canción, tras lo cual todos se despidieron de Franco y de Sánchez hasta la próxima. Al igual que la cómica Lalachus se parapeta tras sus gorduras para excusar la falta de ingenio. Amarilla reconoce que se gana las habichuelas haciendo canciones para lesbianas. A las dos, el PSOE y el Gobierno las promociona. Serán su modelo de mujer progresista y resiliente.

"En 1975, en un momento de gran incertidumbre política, la sociedad española decidió apostar por la democracia y por la libertad", afirmó Sánchez en el primero de los 100 actos que celebran la muerte de Franco. Esa sociedad tenía cuatro nombres: Juan Carlos I, Adolfo Suarez, Torcuato Fernández Miranda y Santiago Carrillo. De nuevo, olvidó mencionarlo. Si en lugar de esas personas, nuestro futuro hubiese dependido de gente con los principios, la catadura moral y el valor de la palabra del presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, es posible que hoy no estuviese conmemorando nada. Pero, visto lo visto y como diría Arthur Koestler, donde esté Lola Flores…

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