
Hay que reconocer en los oficiales del GRU, el Servicio Militar de Inteligencia ruso, conocimiento y respeto por los clásicos de la literatura occidental de espionaje. Cuidan los detalles. El hotel en la avenida de Roma, donde se hospedaba el teniente general Fedotov en sus frecuentes viajes a la capital catalana, es un guiño a John le Carré. Una fachada muy londinense. Muy de Guerra Fría. Imaginas al exgeneral soviético Gregori, uno de los protagonistas de Los hombres de Smiley, escabulléndose por el patio trasero. "Aquí Gregori llamando a Max. Insisto en las Normas de Moscú". Concierta una cita con George Smiley y poco después es asesinado por el KGB.
El teniente general del GRU Denis V. Sergeev viajó a Barcelona (con la falsa identidad de Sergey V. Fedotov) en la primera quincena de noviembre de 2016. Volvió al año siguiente. Se le sitúa allí en los días previos al referéndum del 1 de octubre de 2017 y permanece hasta el 9 de octubre. No está solo; le acompañan el coronel Anton Skovortsov y el mayor Alexey Nikitin. Forman parte de la trama del proceso independentista catalán que investigó, hasta el pasado 17 de diciembre, el juez Joaquín Aguirre. Ya no sabremos qué estaban haciendo en Barcelona.
"Para la política rusa, el procés era una herramienta perfecta que le podría ayudar a avanzar en sus objetivos estratégicos contra Occidente", exponía el juez instructor del caso Volhov. "En el peor de los supuestos, si el proceso de secesión fracasaba, como ocurrió, la simple existencia del conflicto y la consecuente desestabilización de un país miembro de la OTAN ya representaban una victoria notable", concluía. Pese a lo avanzado del trabajo de los servicios de información, la Audiencia de Barcelona ordenó al titular del Juzgado de Instrucción número 1, hace ahora un mes, que cerrase el caso. El pasado 15 de enero se archivó, al vencer el plazo de impugnación de las acusaciones particulares.
Casualidades del destino, el día anterior —14 de enero— el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, daba una rueda de prensa en Moscú (traducida al español, francés e inglés). Le preguntaron cómo actuaría si Trump usase la fuerza militar para anexionar Groenlandia y el ministro puso a Cataluña como ejemplo: "Cuando una nación, siendo parte de un Estado más grande, no se siente cómoda en ese Estado y quiere autodeterminarse de acuerdo con la Carta de la ONU, el Estado grande está obligado a no oponerse o impedirlo. No como hicieron los españoles con Cataluña".
Albares, entretenido con sus cosas de ministro de la confusión de las lenguas, acababa de ordenar al cuerpo diplomático que era "prioritario" el reconocimiento del catalán, no se enteró de la provocación de Lavrov y en La Moncloa, atacados de los nervios con los líos del hermano, de la mujer, del fiscal (y parece que empieza a calentar la jefa de Gabinete del jefe de Gabinete del susodicho), también se les pasó. No es para declararle la guerra a Putin, pero sí para quejarse con toda la energía de la que sea capaz nuestro pequeño canciller saltarín. Un "¡Rusia es culpable!" valdría. Seguro que no hacen nada. Son unos cagones que solo se atreven con la presidenta Ayuso. De todas formas, da gusto comprobar que "la España de hoy es un actor internacional de primer orden", como afirma Sánchez. De qué si no van a mentar la bicha los rusos.
El Servicio Diplomático de la Unión Europea tiene un grupo de especialistas encargado de analizar la desinformación rusa. Las declaraciones de Lavrov las califican como una sucesión de "hechos distorsionados, afirmaciones engañosas y mentiras descaradas". Un poco como las que, día sí y día también, hacen el presidente Sánchez y sus ministros, pero sin el toque profesional de quien se formó en la diplomacia soviética.
Un ejemplo. Lavrov afirma que las tropas rusas entraron en Ucrania porque unos nazis llegaron al poder en 2014 y amenazaron a "los residentes de Crimea ese año y a los de Novorrossiya y Donbás en 2022". No ha sido una invasión. Están defendiendo el derecho de autodeterminación. Con la misma soltura para el engaño, nuestra ministra de Hacienda asegura que el cupo catalán es un acuerdo que favorece la solidaridad y cohesión territorial. O la ministra Portavoz enmienda la plana a un magistrado del Tribunal Supremo.
Otro. El ministro ruso acusa de terrorismo al gobierno estadounidense: "Estoy firmemente convencido de que EEUU… sin dudarlo dan luz verde para llevar a cabo actividades terroristas para destruir la base del bienestar energético de la UE. Instigan a sus ‘clientes ucranianos’ a poner fuera de servicio el gasoducto TurkStream, después de hacerlo con el Nord Stream". El presidente Sánchez no llega a tanto, solo advierte de que "el hombre más rico del planeta ataca abiertamente a nuestras instituciones, azuza el odio y llama abiertamente a apoyar a los herederos del nazismo en Alemania". Ese hombre es Elon Musk al que el presidente Trump le ha encargado la dirección del Departamento de Eficiencia Gubernamental. El mismo al que Sánchez perseguía para venderle Cheste como ubicación de la segunda factoría de Tesla en Europa. Que se olviden los valencianos.
"Hechos distorsionados, afirmaciones engañosas y mentiras descaradas". Buen título para un reality dirigido por Almodóvar y protagonizado por el gobierno de progreso.
Coincidió con la rueda de prensa del ministro Serguei Lavrov la publicación de una entrevista en el diario Komsomolskaya Pravda a Nikolai Patrushev, ex jefe del Servicio Federal de Seguridad, consejero y colega de Putin en el KGB. Hace una premonición: "Es posible que el año que viene Ucrania deje de existir por completo". Y una advertencia: "El Estado profundo de Estados Unidos es muy fuerte. Por lo que es extremadamente importante que se garantice la seguridad de Trump y su séquito antes de asumir el cargo de jefe de Estado, así como durante la presidencia". ¡Atenta la compañía!