
Haciendo gala de su estilo habitual, el presidente Donald Trump ha lanzado la que, sin duda, es la propuesta más sorprendente jamás hecha para ‘solucionar’ el conflicto entre israelíes y palestinos: que Estados Unidos se haga con el control de la Franja de Gaza, la población de la zona se vaya a otra parte y convertir ese pequeño rincón del mundo en un lugar próspero gracias sobre todo al turismo.
Si a ustedes les pasa les diré que yo también echo de menos la época en la que los políticos decían algo y ese algo no era una trola ni una exageración ni un ardid, pero eso parece ya parte de un pasado que no va a volver y, en el caso concreto de Trump como bien explicó Daniel Rodríguez Herrera en estas mismas páginas, hay que tomárselo en serio pero no literalmente.
Es decir, en el caso concreto que nos ocupa: Trump no va a mandar decenas de miles de soldados americanos a Gaza, soportar cientos de bajas, expulsar buena parte de la población y convertir la Franja en el nuevo Puerto Rico. Para desgracia de los gazatíes, cabría añadir.
Los fallos del ‘plan’ de Trump
Y es que esa idea es completamente inaplicable, por varias razones, la primera de las cuales es, oh sorpresa, que ningún país árabe quiere recibir como refugiados a los pacíficos y entrañables ciudadanos de Gaza.
Se preguntarán ustedes: pero, ¿no son los palestinos queridos hermanos musulmanes y árabes sobre cuyo futuro están todos estos países de lo más deeply concerned? Pues resulta que no: ni un refugiado de Gaza ha traspasado la frontera con Egipto en los quince meses que ha durado la última guerra. Se ha permitido salir a algunos enfermos y a ciudadanos con otras nacionalidades que estaban allí, pero Egipto, repito, no ha admitido a un solo refugiado palestino. ¿Por qué? Pues porque todos saben que si hacen eso se les va a llenar el país de gente extremadamente conflictiva, fanática, incontrolable y que tiene el terrorismo como modo de vida.
Lo saben porque ya ha pasado: en Jordania a principios de los 70, después del llamado Septiembre Negro en una guerra que costó miles de vidas pese a ser "de baja intensidad"; y pasó en el Líbano al que fue a parar la OLP que había sido expulsada de Jordania. Los libaneses, además, tuvieron menos suerte: la guerra civil que se desató no fue de baja intensidad, duró quince años y causó entre 120.000 y 150.000 muertos. Como dicen en Cataluña: poca broma.
Por otro lado, como decía un poco más arriba tampoco parece viable que Estados Unidos despliegue decenas o cientos de miles de soldados en la zona, asuma una cuenta de bajas que yo creo que estaría en bastantes miles –con toda su experiencia en el combate en Gaza y su inteligencia Israel ha perdido a cientos de sus soldados– y mantenga una ocupación indefinida que con un coste gigantesco, no solo en vidas sino también económico.
Además, esa ocupación americana sería algo que los países árabes, entre los que hay aliados clave de Estados Unidos y que están empezando a serlo de Israel, simplemente no podrían aceptar. Y aunque Trump pueda pensar, que no creo que lo piense, que sus aliados aceptarán lo que sea en virtud de otra negociación maximalista, lo cierto es que es un momento muy malo para enfrentarse a unos países cuyo apoyo necesitan tanto él como Israel para enfrentarse al verdadero enemigo de ambos en la zona: el Irán de los ayatolás.
Pero (como suele pasar) en algo tiene razón
Sin embargo, hay un punto sobre el que la extravagante idea de Trump tiene toda la razón y que yo creo que es lo que el presidente americano quiere poner encima de la mesa: no podemos esperar que nada cambie en Gaza si Hamás sigue en el poder.
Ni habrá paz a medio plazo, ni prosperidad para los gazatíes –y no digamos libertad– ni por supuesto dos estados que por fin cierren el conflicto que lleva abierto unos cien años, década arriba década abajo.
Y si no queremos que Israel siga tratando el problema a su modo, lo que ya se ha demostrado que no es tan eficaz como nos gustaría, al menos mientras los terroristas sigan manteniendo a decenas de rehenes, serán otros países los que tendrán que tomar cartas en el asunto. Es más: serán precisamente esos países árabes que no han movido un dedo para parar la guerra en la esperanza de que Israel acabase de una puñetera vez con Hamás, y que tampoco parecen querer moverlo ahora para convertir la tregua actual en una paz duradera.
La implicación de esos países en un futuro en la Franja en el que no esté Hamás o, al menos, en el que Hamás no tenga todo el poder es la única posibilidad real para la paz. La propuesta de Trump va por ahí: hacedlo vosotros o llevaros a los terroristas y lo hago yo. No creo que vaya muy lejos pero, como en tantas ocasiones, por lo pronto ya ha agitado el tablero. Veremos qué pasa.

