
Era una familia numerosa y de sólidos principios, pero como había muchos niños y otros tantos inmaduros, allí pasaba de todo y se vivía en la proximidad al desmadre, pero no se llegaba al desastre total gracias a que cuando estaba a punto de alcanzarse, intervenía el tío Paco para exclamar: "¡Se acabaron las contemplaciones!".
Apliquemos este principio al viejo y pintoresco continente europeo para decir sin miedo a Europa: ¡se acabaron las contemplaciones!
Europa lleva años viviendo sobre el alambre en cuestiones ideológicas y económicas; un falso equilibrio con tintes suicidas del que parece que ha llegado la hora de salir escapando por la tangente de una fuerza que parecía invencible. ¿Estamos a tiempo?
Lo políticamente correcto
Lo que Europa viene considerando correcto no siempre coincide con las líneas maestras que deben regir ciencias como la economía y la ecología, sin considerar otros aspectos, como los de naturaleza moral o el respeto a las raíces históricas. Los economistas establecen modelos, por ejemplo el de la "bombilla fundida", para referirse a cosas muy complejas, pero que no funcionan de manera adecuada.
El mito ecológico del llamado cambio climático, especialmente su componente de la acción antropogénica capaz de modelar el clima, causado por la civilización industrial en los dos últimos siglos y la supuesta necesidad de improvisar toda clase de medidas para "salvar el planeta", nos ha venido conduciendo en caída libre hacia la pobreza y la ruina.
Recordemos una vez más al ilustre profesor Juan Velarde Fuentes, que advertía, durante sus últimos años de vida y magisterio, acerca de los peligros que se avecinarían para una civilización que no tuviera garantizado su suministro energético a partir de fuentes baratas y múltiples: atención a estos dos conceptos que vienen siendo ignorados por la progresía seudo-ecologista europea.
Una sociedad deficitaria en suministro de energía suficiente y económica, procedente de distintos orígenes, está condenada al aumento del paro hasta limites insostenibles y, como consecuencia, a la pobreza y en definitiva a la ruina y hasta a la supervivencia.
Cuando dos ministras españolas se enredan en discusiones poco o nada edificantes para la izquierda a la que dicen pertenecer, acerca de cuestiones economistas que ambas califican ¡de progresistas!, donde se planifica la forma de extender la presión fiscal a los trabajadores bajo el supuesto palio del salario mínimo en alza –¡menuda protección!–; planea sobre ambas la sombra inexorable del fanatismo antinuclear de su colega recién elevada a foros europeos. ¡Si el profesor Velarde levantara la cabeza!
Porque antes de repartir la riqueza, hay que crearla; y ésta es la eterna asignatura pendiente de la izquierda en una Europa desnaturalizada en lo ideológico, y camino de la ruina en lo económico: una Europa supuestamente antinuclear hacia la que parece que vamos.
No todos los países europeos paladearon el caramelo ecologista repartido por el ya amortizado Al Gore y sus "mentiras incómodas", pero sí hubo infelices que compraron sus postulados sobre el cambio climático de origen industrial y la inmediata necesidad de salvar un planeta amenazado por los ricos contaminadores.
En su búsqueda de la piedra filosofal de las energías "limpias y renovables" postuladas por Gore, algunos gigantes europeos picaron y compraron estas tesis como inocentes escolares engañados por el "señor de los caramelos" a la salida del colegio. ¿Recuerdan cuando la señora Merkel perpetró el desmantelamiento de las centrales nucleares alemanas, seguido sin duda con una maliciosa sonrisa por las potencias orientales?
Los que siguieron apostando por la opción nuclear, al menos como complemento, imprescindible por el momento en concepto de fuente energética, por ejemplo Francia, se están convirtiendo en prometedores proveedores de los infelices crédulos, por ejemplo la España sufridora de las tesis ecologistas del socialismo, mucho más ideológicas que científicas.
Pero parece que las cosas podrían comenzar a cambiar: el Parlamento español se inclina por luchar contra el rodillo socialista que pretende destruir nuestras centrales nucleares sin haber establecido una red sustitutoria creíble; ya sabemos que por el momento no hay forma de parar esta tendencia, nunca justificada pero siempre cargada de "buenismo", pero al menos, tanto en buena parte de Europa como en nuestra querida España, empiezan a escucharse voces tan políticamente incorrectas como valientes.
¿Qué opinará Míster Trump sobre los caramelos envenenados vendidos por Al Gore a la bella, ingenua y pintoresca vieja Europa? A él parece importarle poco o nada, pero las consecuencias de la mayor mentira científica de la historia de la humanidad están ya pasando factura.
Mientras, de forma tan acalorada como poco cordial, debaten nuestras ministras comunista y socialista, porque lo de "progresistas" me niego a aceptarlo.
Se acabaron las contemplaciones, como decía el tío Paco cuando se cansaba de tonterías de inmaduros.
