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Esto es algo más que corrupción: es insolencia excremental

El peor insolente es el que, además, establece que los ciudadanos somos imbéciles y víctimas predestinadas para su desfachatez.

El peor insolente es el que, además, establece que los ciudadanos somos imbéciles y víctimas predestinadas para su desfachatez.
David Azagra, el hermano de Pedro Sánchez | Diputación de Badajoz

Perpetraré primero una comparación odiosa para que se entienda lo que voy a escribir después. Tómese el ejemplo de nuestro Goya al pintar su maja desnuda, fuese o no la duquesa de Alba. Como subrayan los expertos, lo importante es que el artista se decidió por la insolencia moral, legal, estética y artística.

Moralmente, porque los desnudos no estaban bien vistos en el arte español. Legalmente, porque el canalla de Godoy ordenó quemar todos los desnudos existentes en las colecciones reales, orden que no se cumplió, afortunadamente. Estética y artísticamente, porque su maja no fue diosa ni mito sino una mujer real que retaba a la censura con desprecio burlesco. Eso es insolencia.

La comparación es muy odiosa porque ahora me voy a referir a la declaración de Manuel Candalija como un ejemplo de insolencia, pero excremental. Lo de la insolencia no necesita explicación mayor: es un comportamiento desafiante ante la norma. Pero cuando se hace con una procacidad intelectual que ensucia la lógica más común, estamos ante una insolencia excremental porque exhibe el lado más asqueroso de una mente que se cree impune por absurdos que proclame intentando hacerlos pasar por verdades.

¿Y quién es este señor Candalija? Pues es el funcionario de la Diputación de Badajoz, que entrevistó al hermano artista de Pedro Sánchez y uno de los encargados de decidir si era la persona más apta de todas para acceder al puesto de trabajo a ocupar, sí, ese puesto que el interesado ni recordaba su nombre, ni su ubicación ni sus funciones. Por si fuera poco, Candalija era quien trataba con David Sánchez Pérez-Castejón de forma habitual.

Una nota al margen merece ser destacada porque se ha desvelado que los cuatro empleados públicos que dilucidaron el asunto –además de Candalija, Elisa Moriano Morales, Cristina Núñez Fernández y Félix González Márquez—, tenían vinculación directa con el PSOE de Badajoz si hacemos caso a lo publicado. Es más, es que teniendo que decidir si un músico estaba capacitado o no, ninguno tenía el más mínimo conocimiento de la disciplina aunque le estaba exigido.

Y vamos ya con su declaración ante la jueza Beatriz Biedma, del juzgado de instrucción número 3 de Badajoz, el pasado 17 de enero durante una hora y 39 minutos, que no es que no tengan desperdicio, sino que toda ella puede considerarse un desperdicio que, como se sabe, puede tratarse como sinónimo de excremento. De ahí lo de insolencia excremental.

Verán. Le pregunta la juez cómo es que no reparó en que los apellidos del aspirante, Sánchez Pérez-Castejón coincidían con los del presidente del gobierno de España y secretario general del PSOE, partido que gobierna la Diputación de Badajoz. La juez le pregunta: "¿Cuando vio que los nombres coincidían, en ningún momento pensó que era hermano de este señor (Pedro Sánchez)?". "¿Cómo que coincidían?", se sorprendió el tipo.

La juez lo precisa: "A usted le darían un listado y lo vería antes de hacer la entrevista". Pero este tal Candalija le responde: "David Sánchez… no sé. Yo voy fulanito, tal, no sé qué, David Sánchez, pues no, no caí". La magistrada insiste: "Pero es que pone David Sánchez Pérez-Castejón, hombre, que sería mucha casualidad que se llamara igual". Y el menda parece hasta indignarse: "Que sí, pero que en ese momento no lo sabía".

El probo y recto Candalija le añadió a la jueza que lo que primero que hizo cuando tuvo en su poder el listado es comprobar si alguno de los aspirantes era familiar suyo para evitar cualquier incompatibilidad. Pero, claro, no se percató de que David Sánchez Pérez-Castejón era el hermano del líder del partido con el que tiene una vinculación evidente.

Siguiendo a Peter Sloterdijkt, distinguiré entre dos insolencias. La de los viejos cínicos griegos que pretendían cuestionar lo establecido con agudeza, con el ejemplo vital y con la provocación hacia toda demagogia y la insolencia del descaro, de la desvergüenza, de la anomia moral que se siente respaldada por el poder sin más, no por la verdad, por la virtud ni por la autenticidad. Es la que llamo insolencia excremental.

Una cosa es ser un insolente poniendo en cuestión el "suelo" moral aceptado para revelar otras opciones posibles o deseables y otra muy distinta es ser un insolente manifestando la indiferencia más absoluta y escandalosa ante la evidencia y la conducta más hedionda.

Lo de este señor Candalija me recordó el chiste del gran humorista gráfico Ropo cuando puso en boca de Paula Chaves, cuya empresa MATSA recibió 10 millones de euros a fondo perdido de la Junta de Andalucía, la famosa frase: "¿Y cómo iba a saber yo que mi padre era el Presidente de la Junta de Andalucía?". Para una antología del impudor.

El peor insolente no es el que desafía lo establecido en las costumbres democráticas al uso, que es malo por su ventajismo arbitrario, sino quien, además, establece que los ciudadanos somos imbéciles y víctimas predestinadas para su desfachatez. O sea, que nos trata como a una mierda, que rima con excremental.

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