Prisa y el PSOE: ¿el gran divorcio?
Es la peor noticia para Pedro Sánchez y llega en el peor momento.
Probablemente, no ha habido nunca en Europa –en España sin ninguna duda– una empresa que haya sido tan beneficiada desde el poder como Prisa. Desde la propia creación de El País con el apoyo del régimen franquista, todos sus negocios han prosperado e incluso han sido posibles por su connivencia con los distintos gobiernos, especialmente con los socialistas, pero no sólo.
Se le entregaron a precios irrisorios negocios boyantes, se favoreció su expansión internacional con toneladas de dinero público, se le concedieron de forma clamorosamente ilícita canales de televisión, se le han regalado todas las emisoras de radio que es posible tener e incluso se le permitieron operaciones que el mismo Al Capone habría descartado por excesivas, como el famoso Antenicidio: la compra de su principal competidora en la radio para poco después cerrarla y quedarse con sus emisoras. Una operación que la Justicia condenó como ilegal, pero sin que ningún gobierno tuviese la valentía de hacer cumplir esa sentencia. Uno de los episodios más vergonzosos de nuestra historia democrática.
Aun así, se da la increíble paradoja de que esa empresa que siempre ha jugado con ventaja, que ha contado con todos los favores y que ni siquiera ha tenido que respetar las leyes lleva veinte años quebrada, con una deuda monstruosa y completamente impagable, sostenida solo por la respiración artificial que le han proporcionado, una vez más, los distintos gobiernos: a nadie le cabe la menor duda de que si en lugar de ser un grupo de comunicación muy influyente se tratase de una compañía de cualquier otro sector llevaría muchos años cerrada y, como mucho, con alguna de sus partes en manos de otras empresas.
Por supuesto, todo este apoyo político no ha sido gratis: Prisa ha sido el esbirro más leal del PSOE en las últimas cuatro décadas y también la punta de lanza de algunos políticos sin escrúpulos del PP. Una situación que venía agudizándose todavía más en los años de Sánchez en el poder, en los que el servilismo de El País y la SER ha alcanzado cotas como para avergonzar al mismísimo Polanco.
Es a la luz de toda esta historia como se entiende la importancia que puede tener, también y sobre todo desde el punto de vista político, la ruptura, que en este momento parece total, entre el principal accionista de Prisa y el Gobierno.
Se diría que Joseph Oughourlian se ha cansado de hacer favores a fondo perdido y de perder dinero y, sobre todo, se podría entender algo mucho más letal para Pedro Sánchez y su banda: que su capacidad para hacer promesas –¡y amenazas!– de futuro ya no es la de un Gobierno férreamente asentado en el poder, sino más bien la de un inquilino muy provisional de Moncloa.
Es la peor noticia para Pedro Sánchez y llega en el peor momento: si finalmente se consolida esta ruptura y no puede contar con el apoyo de Prisa para tapar su desgobierno y sus infinitos problemas judiciales, el equipo de opinión sincronizada se va a quedar reducido a periódicos menores como el de Ignacio Escolar, la TVE de Intxaurrondo, que ya todo el mundo se toma a broma, y los programas desinformativos de La Sexta, que en realidad no tienen grandes cifras de audiencia y, sobre todo, están muy lejos de tener la influencia que tuvieron años atrás. Muy poca cosa para la dificilísima tarea de defender al peor Gobierno de la historia de España.
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