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EDITORIAL

El feminismo de izquierdas ha muerto

No solo cerraban los ojos ante los verdaderos abusadores, compañeros cercanísimos de su partido, sino que hicieron lo posible por tapar la boca a las víctimas.

Las manifestaciones del 8-M han supuesto este año un rotundo fracaso de asistencia, como corresponde a un movimiento enfeudado en una ideología que se distingue por la hipocresía de sus dirigentes y militantes. A la división ya existente en varias corrientes feministas, producto de la legislación ultra promovida por el Gobierno social-comunista, hay que sumar la enorme decepción provocada entre los participantes habituales en este tipo de actos, por los escándalos de abusos sexuales que ha protagonizado la izquierda en los últimos meses.

El partido comunista de Pablo Iglesias pretendía liderar el feminismo en España con carácter excluyente, como corresponde a su ideología mefítica. Pero su pareja al frente del Ministerio de Igualdad, junto con la recua de enchufados empotrados en el presupuesto público en ese y otros departamentos, son responsables de una legislación que humilla a las mujeres frente a los hombres que finjan autopercibirse mujer y, en el terreno penal, de haber rebajado las penas a casi 1.500 violadores, doscientos de los cuales han salido directamente en libertad.

En cuanto a sus campañas contra el heteropatriarcado, el esperpento protagonizado por Irene Montero, Ione Belarra o Yolanda Díaz, que acusaban a todos los hombres de ser violadores potenciales mientras los auténticos abusadores estaban en sus filas, acosando a becarias ante sus propios ojos, es para que todas ellas abandonaran la política y no volvieran a hablar de este tema jamás. Porque no solo cerraban los ojos ante los verdaderos abusadores, compañeros cercanísimos de su partido, sino que hicieron lo posible por tapar la boca a las víctimas para no perjudicar políticamente al ultraizquierdismo y poner en riesgo la nómina pública y el coche oficial.

En cuanto al PSOE, que pretende encarnar los valores más prístinos del feminismo a lo largo de la Historia y abandera la ilegalización de la prostitución, no hay día en que no conozcamos nuevos detalles sobre la manera en que sus dirigentes incluían a sus prostitutas en las nóminas del Estado. La utilización de fondos públicos para pagar servicios de prostitutas, signo de distinción del PSOE andaluz, se ha revelado como un fenómeno transversal con ejemplos señeros como el de Tito Berni o José Luis Ábalos, número dos de Sánchez, que por la mañana grababa un vídeo pidiendo prohibir la prostitución y por la noche se iba a celebrar la hazaña con sus amigas de catálogo al piso pagado con dinero de todos los españoles.

Con estos antecedentes no puede extrañar que la asistencia a las manifestaciones feministas haya caído estrepitosamente respecto a las concentraciones masivas que se producían hace pocos años, cuando el 8 de marzo concitaba un apoyo mayoritario en toda la sociedad. Gracias a Montero, Errejón, Monedero, algunos de los periodistas más significados de la ultraizquierda y el inefable Ábalos, el feminismo izquierdista ha cavado su propia tumba, un hecho que las mujeres y hombres que realmente quieren la igualdad entre los sexos no pueden dejar de celebrar.

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