
Estos tiempos de autócratas escondidos bajo la sotana de la democracia empiezan a ser inquietantes. La democracia, que nació para sacralizar al "pueblo", ya no representa su causa: servir a la ciudadanía, no servirse de ella. La autocracia avanza en democracias consolidadas como Pedro por su casa (nunca mejor dicho).
Cuando un gobernante, ante su falta de apoyos parlamentarios, amenaza a la ciudadanía como un vulgar mafioso: "gobernaré con o sin el Congreso de los Diputados", ha llegado la hora de plantarse. Pero el pueblo que habría de hacerlo, ni siquiera se respeta a sí mismo. Muy al contrario, colabora con el descrédito de la democracia al renunciar a su único capital, la posibilidad de arrojar del poder a quien prostituye los valores dónde se sustenta.
Hace unos años leí con cierta curiosidad, pero sin dar mayor crédito, el libro Contra las elecciones de David Van Reybrouck. Incluía entre sus alternativas el sorteo electoral. La propuesta era muy provocativa, a pesar de no ser nueva en la historia. Hoy ya no la veo como un disparate, sino como una alternativa ante la escasa confianza en la naturaleza humana considerada colectivamente.
"Con la democracia ocurre algo curioso: todo el mundo la desea, pero no hay nadie que crea en ella". Era la presunción primera de la que partía la teoría de David Van Reybrouck. Si alguien tiene alguna duda sobre su hipótesis, que piense dos segundos si Zapatero o Pedro Sánchez creen en la democracia. Júzguenlos por sus hechos, y no por sus palabras. Pueden hacerlo con Trump también, no se corten. O con los métodos de Putin para eliminar uno por uno a sus opositores. Pero seguimos creyendo en la democracia. Puede que porque "el populismo es peligroso para la minoría; la tecnocracia es peligrosa para la mayoría y el antiparlamentarismo es peligroso para la libertad" (Van Reybrouck). El mal menor, ya saben (Churchill).
Hoy la democracia se ha convertido en un bazar de populistas donde se compra la voluntad del pueblo con el dinero de todos. Con el dinero, con la paz, el cambio climático, el derecho a la renta básica universal o con cualquiera otra golosina que no les exija contrapartidas.
Esa partitocracia no sería más que un constipado democrático temporal, si el "pueblo" cumpliera con su cometido: corregir con su voto lo que torcieron políticos mentirosos, corruptos o peligrosos. Ya no es el caso, el PSOE sigue teniendo un 27% de apoyo electoral a pesar de las tropelías del sanchismo. Todo el mundo está convencido de que el Tribunal Constitucional de Conde-Pumpido indultará, amnistiará en sintonía con el gobierno, y corregirá al Tribunal Supremo sin más escrúpulos que la distinción entre sanchistas y antisanchistas… Continúen ustedes con el rosario.
Ante esa evidencia, sería preferible que se eligiese por sorteo entre los trescientos magistrados más prestigiosos del Estado, a que los elijan de una manera o de otra los clanes partidistas. También el CJPJ y el TS. Es preferible la ceguera del sistema veneciano de la Ballota para evitar la corrupción del voto, que una elección de rediles.
No saldríamos perdiendo, al menos nadie podría contar con seguridad con la fidelidad del agraciado con el cargo partidista. Un simple sistema electoral a doble vuelta hubiere evitado la autocracia mafiosa sanchista. Sigan ustedes especulando, estamos en tiempos disruptivos aunque aún no nos hayamos dado cuenta.
PD: Resulta descorazonar que el mismo pueblo que se amordaza a sí mismo por fidelidad a su famiglia ideológica, cuando es frustrado por los avatares del fútbol es capaz de movilizarse como si en ello le fuera la vida. Ayer, un simple penalti en la tanda final para decidir quién continuaba en la Champions League ha incendiado las RRSS, los espacios deportivos, incluso las tertulias políticas de muchos medios. Pasó el Madrid, cayó el Atlético. Un fiestón y un drama, sin matices. En 1995 los seguidores del Sevilla y del Celta incendiaron sus ciudades ante la sanción de la Federación de bajarlos a 2ª división por incumplir con sus responsabilidades económicas. Los aficionados lograron hacer recular a la Federación y no bajaron. Ya ven, y en política nos mienten, nos endeudan, nos fríen a impuestos, nos devalúan el sistema educativo y la sanidad, nos mandan a la fachosfera por decreto ley, prostituyen el sistema democrático y el Okupa de la Moncloa, más envalentonado que nunca.
