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El triste papel de Óscar López

Óscar López, que además es antipático, casi desagradable con esa cara de oscuro funcionario trepa, es un auténtico regalo para Díaz Ayuso.

Óscar López, que además es antipático, casi desagradable con esa cara de oscuro funcionario trepa, es un auténtico regalo para Díaz Ayuso.
El ministro Oscar López en un pleno del Senado. | EFE/ Kiko Huesca

La presidenta de la Comunidad de Madrid tiene una lista de agravios de Pedro Sánchez más larga que el primer contrato de los Hermanos Marx en Una noche en la ópera. De hecho, creo que no exagero si digo que nunca un Gobierno nacional –con perdón– se ha ensañado tanto con un único político que ni siquiera es su oposición directa, al menos en teoría.

No obstante, dentro de toda esta enorme cantidad de putadas –perdonen el taco, pero es que es la palabra que mejor describe los hechos— que Sánchez le ha hecho o ha tratado de hacerle a Díaz Ayuso —muchas a costa de perjudicar a todos los madrileños, como ocurrió durante la pandemia—, la presidenta de la CAM siempre tendrá una cosa que agradecerle al del Gobierno: haber mandado a Óscar López a morir en Madrid como líder de una oposición que ni quiere hacer, ni sabe hacer, ni será capaz de hacer.

Ya sé que este PSOE no es precisamente la Academia de Atenas, que el número de lumbreras se puede contar con los dedos de una oreja y que lo habitual es estar un par de pisos por debajo de la mediocridad. Ahí tienen como mejor muestra un Consejo de Ministros en el que ni siquiera a la hora de leer el argumentario hay un mínimo de solvencia: son una colección de lerdos capaces de cometer faltas de ortografía hasta cuando hablan.

Sin embargo, dentro de toda esa mediocridad, incluso dentro de esa rampante colección de nulidades, Óscar López destaca… por debajo. Porque sí, es posible que no sea el más torpe, pero al estar tan lejos de Demóstenes como todos los demás le suma una especial incapacidad para generar empatía, un gesto particularmente desagradable, una torpeza singular para la comunicación.

Les confieso que yo no apostaría mi magro patrimonio por ello, pero quizá bajo esa apariencia gris, anodina e intelectualmente vulgar se encuentre un genio de la política o de la gestión, o vayan ustedes a saber de qué. No tiene demasiada pinta, si atendemos a sus antecedentes: la única vez que ha sido candidato en una campaña, en las autonómicas de Castilla y León de 2011, se llevó una torta tan exagerada como las que se dan los payasos en el circo, como las que se pegan Mortadelo y Filemón al final de los capítulos del genial Ibáñez o como las que recibían los rivales de Mike Tyson no más allá del tercer asalto, con la única diferencia de que él no se enfrentaba precisamente a un peso pesado de la derecha: fue vapuleado hasta el ridículo por un púgil tan poco contundente como Juan Vicente Herrera, al que el 90% de ustedes ni le pondrán cara.

Óscar López, que además es antipático, casi desagradable con esa cara de oscuro funcionario trepa, es un auténtico regalo para Díaz Ayuso, un chollo, un punching ball, que no cree en sí mismo porque sabe que no está a la altura y ha sido enviado al frente más duro a morir y guardar la casa a su amo, que es lo único que le importa a un Pedro Sánchez que está llenando el mapa autonómico de su partido de mediocridades incapaces de hacerle sombra: el propio López, Pilar Alegría, Diana Morant, María Jesús Montero… carne de cañón electoral, no sea cosa que alguno gane algo y se lo ponga difícil el día que, empujado por los sumarios o por las urnas, tenga que salir de Moncloa.

Todos, y sobre todo él mismo, sabemos que ese y no otro es el triste papel del Óscar López en la política madrileña, pero aun así nos preguntamos: ¿no había nadie un poco menos malo?

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