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La burrocracia

"Burros sí, Burrocracia no", clamaba una expresiva pancarta exhibida en sus manifestaciones por los veterinarios.

"Burros sí, Burrocracia no", clamaba una expresiva pancarta exhibida en sus manifestaciones por los veterinarios.
El río Citarum, en Indonesia, es el más contaminado del mundo. | Archivo

Los europeos, y en particular los españoles, somos víctimas de los designios emitidos por una nueva clase social, nacida en el corazón de la burocracia: los "ultralegisladores". Escapemos de este peligro.

La "ultralegislación" viene apoyada por la amenaza de las "supermultas": sanciones económicas verdaderamente disparatadas capaces de arruinar a toda clase de profesionales que osen incumplir los dictámenes de estos burócratas alucinados.

Seguramente todos nos acordamos de ellos cuando intentamos, sin éxito, abrir una botella de plástico provista del nuevo sistema de apertura sin desprendimiento del tapón. ¿Nos hemos vuelto locos?

Viva el plástico

La tienda de plásticos de mi barrio madrileño donde encontrábamos toda clase de objetos útiles para el hogar o la jardinería acaba de cerrar, arruinada por los legisladores que odian y satanizan los objetos fabricados con estos materiales que vinieron hace unas décadas para revolucionar nuestras vidas y nuestro confort, y no digamos para hacer viable el mundo hospitalario a costes asequibles.

Una pregunta lógica parece ser la siguiente: ¿qué culpa tenemos los consumidores europeos de que un par de ríos asiáticos contaminen el mar con el vertido de más del noventa por ciento de los plásticos no reciclados del mundo?

Bastaría con realizar un inventario sucinto de los productos de uso sanitario que se pueden encontrar en un hospital y que están fabricados con plásticos: tubos y cables para conducción de medicamentos, bolsas, envases clínicos, frascos para diferentes productos y toda clase de utensilios que parece innecesario detallar. ¿Cuál sería el coste de una hospitalización si al plástico, económicamente asequible, hubiera que sustituirlo por cualquier otro tipo de material, como sucedía en un pasado aún reciente?

La palabra "microplásticos" fue designada como "palabra del año" por los medios ecologistas hace poco tiempo: la razón fue la constatación de que los plásticos vertidos en el mar se convierten en microesferas susceptibles de ser ingeridas por los peces y de incorporarse así a las cadenas tróficas marinas; cierto, pero…

Una cosa es reducir en lo posible el despilfarro de productos de difícil eliminación y reciclado, y otra muy diferente la satanización del uso de productos de los que, hoy por hoy, nuestra civilización no puede prescindir sin emprender el regreso a la organización tribal del hombre cavernario.

El penalizador o "gran multante"

La imposición de multas ciclópeas para quienes osen contravenir los dictámenes de los tiranos de la legislación prohibitiva es complemento imprescindible para éstos; hablamos en muchas ocasiones de sanciones de cientos de miles de euros, como ha sido en el caso del ya famoso Decreto 666/25, amenazador para el patrimonio de los veterinarios en sus dictámenes y prescripciones de determinados antibióticos para sus animales pacientes.

Cada vez que el ministro Planas ha pretendido justificar las amenazas del Decreto aludido, no ha hecho sino aumentar la indignación del colectivo veterinario, indignación muy bien expresada en los mensajes de las pancartas que han mostrado en sus justificadísimas manifestaciones: "burros sí, burocracia no", ha sido una de las más contundentes contra los burócratas ¿aburridos en sus despachos?

Más allá de la discusión de las razones entre las partes de cualquier conflicto, hay que recordar el principio de proporcionalidad que debe regir en la imposición de sanciones: ¿recuerdan la multa de miles de euros que se pretendía imponer a un anciano del medio rural que había alcanzado con una pedrada a un lagarto verdinegro?

Afortunadamente en aquella ocasión se impuso el sentido común, pero quienes más nos manifestamos a favor del labrador de tan buena puntería, fuimos los verdaderos naturalistas que tanto lamentamos la muerte del reptil protegido, pero que conservábamos el sentido común y la necesidad de proporcionalidad de la justicia.

Nuevas disposiciones de la "Tiranía Verde"

Sin duda los burócratas europeos se aburren, a pesar de "lo que está cayendo" en el continente, y siguen preocupadísimos por su labor de supuesta protección de la naturaleza: la nueva batalla planteada es la emprendida contra el desperdicio de comida.

Es cierto que es recomendable minimizar la generación de desperdicios de comida a lo largo de toda su cadena de producción, transporte y consumo, pero los proyectos para conseguirlo no se limitan a mejorar las condiciones de planificación, transporte, comercialización, etcétera: la gestión de los excedentes incide en la libertad comercial y de los consumidores, hasta extremos demenciales, como es frecuente en intervencionismos anteriores.

Desde luego no pienso aceptar que en un restaurante me obliguen a "comérmelo todo" como si fuera un niño inapetente, ni a "llevarme las sobras a la fuerza". En definitiva, a mis años, estoy dispuesto a volver a aquella vieja reivindicación de mi juventud: "Prohibido prohibir". Quién me lo iba a decir a estas alturas.

En Tecnociencia

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