El aumento de los aranceles a los productos extranjeros anunciado por el presidente estadounidense el pasado miércoles ha provocado, como era de esperar, fuertes caídas en las bolsas a uno y otro lado del Atlántico. Por su parte, los mandatarios europeos han anunciado el estudio de contramedidas que, grosso modo, consisten en replicar las medidas anunciadas por Trump estableciendo impuestos recíprocos a los productos provenientes de EEUU, una decisión que, de llevarse a cabo, perjudicará doblemente a las empresas y consumidores de todos los países implicados.
La UE aún no ha concretado qué tipo de acciones va a poner en marcha ante la ofensiva arancelaria de Trump, pero la idea que subyace en las declaraciones de las autoridades de Bruselas de los últimos días es que la Casa Blanca va a recibir cumplida respuesta a sus amenazas a través de algún tipo de reciprocidad. La cuestión aquí es determinar si la subida de las tasas de frontera a los productos estadounidenses para responder al aumento de las trabas comerciales anunciado por Trump es lo mejor para los ciudadanos europeos. Y lo cierto es que no lo es, sino que, más bien, ocurre todo lo contrario.
En primer lugar, la política arancelaria anunciada por Trump tendrá como víctimas principales a las empresas y familias norteamericanas, que se verán obligadas a pagar más por los productos de consumo, materias primas y componentes industriales como consecuencia de esta subida de tasas. Responder desde Europa con una política similar replicará en nuestros países el daño que Trump está provocando en el suyo, una medida poco inteligente que solo servirá para alimentar el ego de los mandatarios europeos a cambio de empobrecer a la población.
Es cierto que habrá sectores especialmente afectados con esta política de Trump como la agricultura española, que exporta gran parte de su producción a EEUU, pero la respuesta no puede ser tratar de dañar en la misma medida a las empresas norteamericanas (que no al inquilino de la Casa Blanca) en una guerra comercial que nadie puede ganar y afectará especialmente a las capas más desfavorecidas de la población a uno y otro lado del Atlántico.
Las últimas decisiones de Trump contradicen las lecciones de siglos de Historia económica y agravan sus consecuencias en un mundo globalizado en el que se impone la división internacional del trabajo. El anuncio de esta nueva política arancelaria es también contrario a la trayectoria del propio Donald Trump y su presunta adhesión a los principios de libre empresa y de reducción de la presión fiscal, pero ese es un problema del presidente norteamericano y sus ciudadanos. Lo que no puede hacer la UE es replicar una política suicida y entrar en una espiral autárquica que podría acercar a los europeos a una nueva recesión.

