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Carmelo Jordá

Bego, ¿qué hay de lo mío?

Finalmente, Hidalgo logró su dinero, es decir, el nuestro. Y estos son los que venían a acabar con la corrupción. Para salir corriendo.

Begoña Gómez | LD/Agencias

Nada más y nada menos que todo un ministro del ramo, y además secretario de organización del PSOE, recibía generosos regalos de Javier Hidalgo mientras el Gobierno gestionaba un multimillonario rescate a su compañía: unas vacaciones "por las molestias" en una urbanización en la que las casas valen millones de euros.

Además, un empresario cuya relación con altos cargos del PSOE y el propio Gobierno era conocida, Aldama, estaba en nómina y trabajando en el asunto, y otro miembro del partido muy próximo al ministro de Transportes, Koldo, también ponía su granito de arena para lograr el objetivo final, que no era otro que asestarle un sablazo al contribuyente de los que hacen historia.

Pero parece ser que todo esto no era suficiente y, según las investigaciones de la UCO, llegado un momento de especial tensión, Javier Hidalgo levantó el teléfono y preguntó: "Bego, ¿qué hay de lo mío?". Y al otro lado de la línea estaba Begoña Gómez, la de las noches de San Petersburgo, la mujer del presidente del Gobierno. La mujer a la que ese mismo empresario financiaba sus pequeños negocios de la señorita Pepis que le servían para ir por la vida de profesional independiente.

Javier Hidalgo llamó a Begoña Gómez para desbloquear el rescate millonario de Sánchez a Air Europa

Finalmente, Hidalgo logró su dinero, es decir, el nuestro. Por supuesto no sabemos cuál de estas relaciones fue la clave para obtener el premio gordo de la pandemia o si lo fueron todas. Tampoco podemos estar seguros de si la llamada a Begoña contribuyó poco o mucho, de si la intervención de la mujer de Sánchez fue decisiva o irrelevante.

Pero sí sabemos que hubo llamada, que el paganini de sus negocios pensaba que Begoña Gómez podía ayudarle a conseguir nuestro dinero. Una ayuda que sólo era posible de una forma: influyendo en su marido. Ese era el ambiente de corrupción absoluta que se respiraba en torno al presidente del Gobierno: su mujer como conseguidora posible, su ministro de confianza de vacaciones gratis total, un empresario cercano y el custodio de los avales en nómina de empresarios que dependían de decisiones del propio Pedro Sánchez.

Imaginen por un momento a Carmen Romero, Ana Botella, Elvira Fernández o incluso Sonsoles Espinosa recibiendo llamadas de empresarios que acaban llevándose auténticas fortunas de dinero público. ¿Pueden? Imaginen a la mujer de Macron o la de Stamer o la pareja de cualquier líder o lideresa europeos involucrados en un escándalo similar. ¿Difícil? No, sencillamente imposible: sólo Pedro Sánchez y la deteriorada democracia española son capaces de soportar que un tipo llame a la mujer del presidente a preguntar qué hay de lo suyo y acabe, oh casualidad, resultando que lo suyo es más de 600 millones de dinero público.

Y estos son los que venían a acabar con la corrupción. Para salir corriendo.

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