
La Gran Estafa Trumpiana ha servido para mostrar lo peligrosos que pueden ser los que ostentan un título académico, en este caso de Economía, que no se corresponde con mejor conocimiento y más lucidez, sino que únicamente revela lo profundo de su desconocimiento envuelto en prosa torticera y animado por una voluntad abusiva y tiránica. Nada nuevo para los que hemos vivido un siglo XX dominado en buena medida por la hegemonía intelectual de Freud y Marx, de Lacan y Sartre.
Este fenómeno no solo evidencia las grietas de un sistema que antepone credenciales ficticias por encima de la competencia real (véase hermano de Sánchez, esposa de Sánchez, Ábalos), sino que también pone en evidencia cómo la arrogancia intelectual puede alimentar agendas populistas que, paradójicamente, perjudican a las mayorías que se dejan arrastrar por engaños basadas en falacias. La retórica grandilocuente y las promesas vacías han encontrado en los populistas un caldo de cultivo ideal, amplificando una estafa que trasciende lo económico para convertirse en un ataque a la civilización y un desprecio a la razón.
Pero la Gran Estafa Trumpiana también ha mostrado lo que sustenta una sociedad abierta y liberal occidental. No solo ha generado rechazo entre sus adversarios naturales, sino que, y esto es lo más relevante, ha provocado críticas entre quienes podrían ser sus aliados. En Estados Unidos, Ben Shapiro, famoso influencer conservador judío, fue muy crítico con los aranceles de Trump, señalando que "si el objetivo es proteger la industria, ¿por qué castigar a los consumidores con precios más altos?". Trivial, cierto, pero vivimos una época en la que lo trivial es revolucionario.
Elon Musk, por su parte, llamó "saco de ladrillos" a Peter Navarro tras defender el propietario de Tesla una zona de libre comercio transatlántica, mostrando cómo sus legítimos intereses empresariales, pero también su ideología liberal, chocan con el proteccionismo mercantilista trumpiano. El Wall Street Journal, en un editorial de marzo de 2025, advirtió que "los aranceles están matando la confianza del mercado", mientras inversores como Bill Ackman pidieron una pausa para evitar un "invierno nuclear económico".
En España, han sido referentes liberales como Federico Jiménez Losantos y Juan Ramón Rallo los que han liderado en los medios y las redes sociales la resistencia intelectual contra los efluvios tóxicos del mercantilismo proteccionista y nacionalista, el último bastión de los canallas patrioteros y los mafiosos bursátiles.
Estas voces críticas, desde dentro o cerca del universo trumpiano, subrayan la necesidad de un contrapeso racional frente a políticas mal concebidas. No solo son necesarios los clásicos controles y contrapesos liberales, sino que es fundamental un espíritu ilustrado, humanista y racional sin el cual las constituciones son papel mojado y las instituciones, fósiles inservibles, piezas de museo que gorilas rojas u orangutanes naranjas destrozan sin pausa y con entusiasmo.
