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Lágrimas de Alegría

Los problemas de Alegría no provienen del heteropatriarcado ni de la opresión de la superestructura cisgénero heteronormativa. Es, simplemente, la consecuencia de mentir.

Los problemas de Alegría no provienen del heteropatriarcado ni de la opresión de la superestructura cisgénero heteronormativa. Es, simplemente, la consecuencia de mentir.
Pilar Alegría. | EFE

Lo del ministro de Transportes con sus piculinas era algo conocido en el PSOE pero nadie lo comentaba para no hacer daño a Pedro Sánchez, que es lo único que importa a los socialistas desde que volvieron al poder. Ábalos, al fin y al cabo, era el hombre de confianza del presidente en el Gobierno y en el partido, una patente de corso que desapareció cuando el escándalo de sus andanzas presupuestarias saltó a los medios de comunicación. Entonces lo abandonaron para que el pueblo lo escarneciera, a pesar de haber sido un fiel servidor sanchista, con una hoja de servicios intachable al servicio de Pedro y, eventualmente, del PSOE, siempre que esta segunda condición no perjudicara a la primera.

La ministra Pilar Alegría es otra sanchista convencida, que utiliza los mismos resortes psicológicos que su jefe para zafarse de los escándalos que le afectan y presentarse como víctima de una conspiración de la derechona. ¿Por qué llora Pilar? Pues, a tenor de sus balbuceos, porque hay machismo en las redes sociales, todo un descubrimiento del que solo se habían percatado los usuarios más sagaces. Debemos insistir: ¿Por qué lloriquea la ministra? Nadie la acusa de haber participado en los enjuagues financieros del ministro y su ayuda de cámara ni de haberse enriquecido al galope, como parece que ha hecho su compañero de partido (todavía lo es). Su única aparición en el escándalo que rodea a Ábalos tras la detención de su asesor es bien tangencial, al haber pernoctado en el famoso Parador de Teruel para dormir allí en una noche en la que, a tenor de lo que sabemos, se durmió muy poco.

El exministro se llevó a Teruel una furgoneta de piculinas valencianas porque, en su acreditadísima opinión, el carácter levantino es más apropiado para una velada alegre que la recia personalidad de la montaña aragonesa. Si Pilar Alegría se enteró o no de lo que pasaba unas cuantas habitaciones más allá de donde ella descansaba es algo irrelevante, porque entre sus funciones como delegada del Gobierno, no está, efectivamente, vigilar el sueño (o la vigilia) de los señores ministros cuando están de gira oficial.

La primera vez que le preguntaron por este asunto debió decir la verdad, pero prefirió hacerse la víctima y acusar a la prensa de difundir bulos, una estrategia suicida porque es evidente que en cuestión de horas se iba a saber si estuvo en el parador en la noche de autos (y furgonetas). Ahora se emociona en rueda de prensa porque el machismo rampante de la sociedad se está cebando con ella, pero los problemas de Pilar Alegría no provienen del heteropatriarcado ni de la opresión de la superestructura cisgénero heteronormativa. Es, simplemente, la consecuencia de mentir en un asunto en el que aparece un elemento tan sensible para el alma pura progresista como la compra de favores sexuales por parte de un compañero de partido. Y a furgoneta completa, como buen socialista, para que no falte de na.

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