
Antes de empezar, quiero dejarle muy claro al lector que no soy ingeniero ni un experto en energía. Sólo soy un tipo enormemente curioso que, cuando se interesa por un tema, lee hasta la saciedad hasta poder formarse una opinión crítica, formada y fundada.
La columna de esta semana tiene como objetivo compartir con ustedes todo lo que he aprendido para poder entender cómo pudo producirse uno de los mayores apagones de la historia y qué reformas se deben llevar a cabo en el futuro para evitar que esto vuelva a suceder.
Para ello, me he basado en expertos en la materia como Jorge Sanz, Julio Balana o incluso el expresidente de Red Eléctrica Española que fue propuesto por el PSOE, Jordi Sevilla. La opinión de todos ellos se resume en lo siguiente: hubo un exceso de producción con energías renovables mal gestionado que derivó en un apagón masivo. Para que se hagan una idea, casi el 60% de la energía producida en el momento del apagón provenía de la solar y más de un 10% era de origen eólico.
El problema es que nuestro sistema energético no está diseñado para funcionar de esta manera: hasta ahora, había unas "pocas" centrales eléctricas que producían una gran cantidad de energía que se distribuía hacia los consumidores. Con la llegada de las renovables, el paradigma cambia, ya que las fuentes de producción se multiplican de sobremanera. El problema que esto plantea es que se reduce enormemente la sincronía, ¿pero qué quiere decir exactamente este término tan repetido en estos días?
Una central nuclear, de gas o hidráulica tiene una turbina enorme que se mueve produciendo grandes cantidades de energía eléctrica. La propia inercia de esa gran masa dando vueltas es lo que llamamos sincronía, que es crucial para la estabilidad del sistema. Si se produce una fuerte oscilación en la demanda o en la oferta, esa sincronía estabiliza a la red y evita que esta se venga abajo. Por el contrario, la mayoría de las renovables instaladas en España funcionan mediante inversores electrónicos que carecen de esa inercia que es vital para mantener la frecuencia de la red.
La hipótesis que cobra más fuerza hasta ahora es que se produjo un pico en la producción solar que derivó en un exceso de generación eléctrica. Este desajuste no pudo ser absorbido por la infraestructura existente, en parte porque, al no contar en ese momento con suficiente respaldo de energías síncronas–la nuclear, los ciclos combinados de gas y la hidráulica representaban menos del 25% del mix–, la red eléctrica sufrió una desviación en la frecuencia, que superó los márgenes de seguridad establecidos en Europa en torno a los 50 Hz. Esta anomalía activó los sistemas automáticos de protección para evitar daños mayores, lo cual desencadenó una cascada de desconexiones y, finalmente, en un apagón masivo o blackout.
Esos fueron exactamente los 15 Gigavatios de potencia a los que hacía referencia Pedro Sánchez que se habían desconectado, a las plantas solares que salieron automáticamente del sistema para evitar daños mayores y que provocaron que toda la red se viniera abajo.
¿Esto quiere decir que las renovables nunca podrán ser el 100% del mix energético? No necesariamente, ya que en Irlanda, por ejemplo, se logra en muchos momentos conseguir que más del 75% de la energía sea producida con renovables no síncronas. Sin embargo, allí han desarrollado tecnologías para proteger la seguridad de la red: en la central de Moneypoint, han instalado el mayor volante de inercia del mundo, de más de 170 toneladas, el cual proporciona una fuerza síncrona que evita justamente que apagones como el que hemos sufrido puedan tener lugar.
La cuestión es si esto tiene sentido desde el punto de vista económico cuando la nuclear en el momento del apagón no estaba ni a la mitad de su capacidad. ¿Y por qué ocurrió esto? Porque la ahogan a impuestos para que no sea rentable producir con ella y Red Eléctrica no hizo su trabajo ordenando producir con más energías estabilizadoras que evitaran lo que justamente ha pasado. En este caso, la incompetencia y el dogmatismo climático se unieron para alumbrar a uno de los mayores ridículos internacionales patrios de todos los tiempos.
Para evitar que esto vuelva a pasar, urge rebajar la presión fiscal sobre las centrales nucleares para volver a hacer rentable operar con ellas. Asimismo, también sería muy interesante reforzar el papel de las centrales hidráulicas reversibles, las cuales actúan como estaciones de bombeo aprovechando los momentos en los que sobra energía transportando el agua a un embalse superior para luego ser liberada cuando dicha energía es necesaria. Otra posible solución son los condensadores síncronos como el que he mencionado antes de Irlanda cuando la tecnología mejore y sean más rentables.
Las alternativas son diversas y cada una tiene sus pros y sus contras, pero lo que está claro es que si mantenemos el actual status quo volveremos a ir directos hacia el desastre.
En otro orden de cosas, parece razonable pensar que colocar al frente de Red Eléctrica a Beatriz Corredor, una señora sin experiencia ni formación en el campo cuyo único mérito es tener carnet del PSOE, ha propiciado que se tomaran esta cadena de malas decisiones que han derivado en una gran debacle. Por eso no ha dimitido ni el Gobierno ha utilizado de momento su participación mayoritaria en la empresa a través del SEPI para forzarla a ello.
Si nos paramos a reflexionar, es una alegoría perfecta de lo que el sanchismo ha significado para España: el llenar las instituciones con esbirros cuyo único mérito es la obediencia al amado líder nos ha llevado literalmente a nuestro punto más oscuro.
Platón nos advirtió hace más de dos mil años sobre el peligro de confundir las sombras con la realidad, de vivir encadenados en una cueva, contemplando reflejos en la pared y creyendo que eso es el mundo. Hoy, tras el apagón, me pregunto si podremos romper con las cadenas del dogmatismo y mirar hacia la luz del conocimiento y la razón. ¿Seremos capaces de salir de la caverna en la que el sanchismo nos ha sumergido, o seguiremos encerrados en ella hasta que la oscuridad deje de ser una metáfora para convertirse en nuestra nueva y definitiva realidad?



