
El Centro Español de Metrología del Ministerio de Industria y Turismo acaba de instaurar una nueva unidad de medida con validez oficial en todo el territorio nacional: el patxi. Este nuevo patrón metrológico difiere de los obsoletos metros en que su medida es variable, oscila más que el criterio de Teresa Ribera sobre las nucleares. El patxi puede medir una cosa hoy y otra mañana. Eso sí, lo hace con todas las distancias, y sobre todo con todas las equidistancias.
Téngase en cuenta que la medida del patxi no la marcan sus propias condiciones, sino que se trata de un patrón metrológico que orbita en torno a un cuerpo incandescente flotante en el vacío, Sánchez, una brasa en llamas que rebota por el universo dejando su influyo incinerador en todo lo que toca o, peor aún, en aquello a lo que se aproxima, incluida la decencia, la verdad, Red Eléctrica, o la Constitución Española.
Debido a la irrelevancia, liviandad, e inconsistencia del patxi, éste se desplaza por la realidad condicionado siempre por la fuerza de atracción o repulsión de Sánchez, de modo que el primero siempre llegará cuatro o cinco pueblos más allá de donde se ubique el segundo, a pesar de que el segundo tiende a situarse mucho más allá del umbral de la prudencia y el sentido común. Como recogen los cánones hipotéticos de las buenas madres de ayer y siempre, si un día Sánchez se tirase por la ventana, el patxi, sin dudarlo, saltaría inmediatamente después, estropeando el símil pedagógico de mamá.
Otra peculiaridad del patxi es que no solo mide longitudes, sino que cuenta con equivalencias fijas en tiempo –breve—, temperatura –muy caliente—, luminosidad –pocas luces—, intensidad de corriente eléctrica –cortocircuito—, y por supuesto, masa –pesadísimo—. Pero el patxi va mucho más lejos. No contento con delimitar estas características de un objeto, también ofrece ciertas medidas constantes incorpóreas, como la moral –amoral—, la capacidad de diálogo –amonal—, o la inteligencia —anormal—.
El patxi evalúa también el nivel de acoso callejero, eso que llaman escrache, del podemita schiacciare. Si el abucheo coral procede de la izquierda, el patxi equivale a cero, el patxi guarda silencio, el patxi se borra. Pero si el abucheo procede de la derecha, o simplemente se dirige al Gobierno, el patxi entonces equivale a 500 kilogramos de amonal en la T4, a 21 muertos y 45 heridos en Hipercor, o a 300 coches bomba de ratas cobardes contra inocentes.
Goza también el patxi de sorprendentes propiedades cuando se opera con él. Da igual cuantos patxis sumes, sea tres o tres millones, que al final del sumatorio el resultado será siempre el mismo: la nada. Por otra parte, si multiplicas un patxi por mil, se produce una sobrecarga en la red de payasos, provocando al instante un éxodo masivo de españoles hacia el extranjero, huyendo del atracón de patxis. Mientras que, si divides un patxi en dos, no tengo la menor idea del resultado, pero te quedará el suelo lleno de serrín.
Un problema típico en la escuela, con esta nueva unidad de medida, sonará así: si un frutero honrado tiene diez deliciosas manzanas rojas que pesan cinco patxis y a lo largo del día no vende ninguna, ¿cuántas manzanas le quedan al caer la noche? Solución: ninguna, ahora están todas en un frutero en la caja fuerte de Ferraz.
Aclaradas pues las más importantes cualidades de esta nueva unidad, confieso, en mis limitados conocimientos científicos, pero echando mano de mi talento para la intuición, que no guardo la menor simpatía por el patxi. Donde esté un metro como Dios manda, un buen segundero, o una báscula de vieja tienda de ultramarinos, que se quiten todos los patxis. Que, además, y con todas las distancias, con todas, todas, todas las distancias, me parece a mí que el patxi es un ente despreciable, un miserable, un perfecto traidor y, en síntesis y recurriendo al viejo apotegma latino, un mierda. Un mierda con todas las distancias.