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Empresarias y brujas

¿Y si las modernas alquimistas y brujas fuesen las pequeñas y medianas empresarias y autónomas, las mujeres que, con todo en contra, ponen negocios y los sacan adelante?

¿Y si las modernas alquimistas y brujas fuesen las pequeñas y medianas empresarias y autónomas, las mujeres que, con todo en contra, ponen negocios y los sacan adelante?
Hedy Lamarr. | Archivo

Una que es muy lista (yo) sabía que no tendríamos wifi sin Hedy Lamarr, que aparte de ser actriz y sex-symbol, sacó tiempo para ser inventora. Pero ignoraba por completo que, si hoy en día calentamos cosas al baño maría, y además lo llamamos así, es porque este procedimiento lo inventó María la Judía, la primera mujer alquimista, que vivió entre los siglos I y III antes de Cristo en Alejandría. Desconocía también que la historia de la ingeniería y de las ciencias prácticas está llena de impresionantes aportaciones de mujeres anónimas y/u olvidadas. Pero sin las cuales no tendríamos paraguas plegables ni lavavajillas (cuya función original no era ahorrar trabajo en casa, sino garantizar la correcta esterilización de las vajillas en los hospitales).

De todo esto me enteré escuchando atentamente a Núria Salán, una química catalana, doctora en ciencia de los materiales, ingeniera metalúrgica, profesora en la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC)… y que se fabrica sus propias hachas. Son para consumo propio, pero también para inspirar respeto a los novios de sus hijas, "que son así las mujeres más felices del mundo". O eso nos aseguró su madre entre risas en el auditorio de la PIMEC, la patronal que representa a las micro, pequeñas y medianas empresas y autónomos de Cataluña.

Yo caí ahí porque me había invitado la abogada, consultora y microempresaria a su vez María José Tarancón, que arrastró a todas las amigas posibles a una jornada sobre estereotipos de género y su impacto en el mundo laboral. Planteado así, era tan fácil que a mí me apeteciera ir a eso como a refrescarme en un bidet lleno de pirañas. Ya me perdonaréis, hermanas, pero entre unas y otras habéis conseguido que cada vez que oigo tres veces seguidas "estereotipo" y "género", me estalle la cabeza. O tema verme embarcada en un acto a mayor gloria de fontaneras de la "igualdad".

Pero que el acto fuera en PIMEC y que María José Tarancón me invitara disminuía mis expectativas de aburrimiento y aumentaba mi curiosidad. Antes de ir a las jornadas, que empezaban a las cuatro de la tarde, nos juntamos unas diez o doce chicas a comer. He de decir, sin vergüenza ni orgullo —las cosas son como son—, que de todas las sentadas a la mesa, la única no relacionada con el mundo de la empresa era yo. A mí lado tenía a María Rodríguez, arquitecta y CEO de Creprojects, que se dedica a hacer reformas integrales de espacios (desde tiendas a emisoras de radio pasando por el restaurante en el que estábamos comiendo). Enfrente tenía a Paula Embry, delegada comercial en Cataluña de WorkCapital. También andaban por ahí Cristina Gutiérrez Lestón, directora de LaGranja, un centro de entrenamiento de habilidades emocionales. Y Clara Lapiedra de Kuiksport, que comercializa productos dirigidos a la mujer deportista. Etc.

Viniendo del periodismo y de la política, pasar un rato con gente de la pequeña empresa, acostumbrada a levantar cada día la persiana y el listón de la responsabilidad, es a la vez relajante y estimulante.

Relaja ver gente con los dos pies pegados al suelo y las dos manos al teléfono, no para cotillear en redes sociales sino para atender a sus clientes. Estimula estar con gente trabajadora y creativa que, aparte de quejarse (con razón) del gobierno, de los impuestos, de los sindicatos caviar y de esta leyenda urbana de la reducción de la jornada laboral —felices los funcionarios, porque ellos se irán a su casa a comer, mientras todos los demás seguimos trabajando de sol a sol 7 sobre 7, y más ahora que vienen los chinos…—, pues eso, que no se queda en la queja y que busca soluciones. Prácticas. Lo más prácticas posible.

Que además de ser pequeñas empresarias o autónomas fuesen mujeres, para variar reconoceré que otorgaba un plus. De realismo y de ahínco. De jornada laboral reducida le vas a hablar tú a una madre y empresaria. Lo que a ellas no se les ocurra para conciliar, no se le ocurre ni en tres mil años a ninguna ministra.

Volviendo a la jornada en PIMEC. Su objetivo era poner la lupa en la invisibilización de las mujeres sobre todo en las carreras técnicas y científicas, y en las posiciones laborales a las que esas carreras dan acceso. Aquí es donde la chispeante oratoria de Núria Salán levantó los ánimos y el orgullo. Oyéndola, yo pensaba: no, si tiene toda la razón. Si el sentido práctico, la búsqueda de soluciones ingeniosas, es un atributo mucho más femenino de lo que parece. Así sea porque a la fuerza ahorcan.

De todas las interesantes cosas que Núria Salán dijo —interesantes especialmente para mí, que soy de letras…—, me quedé fascinada con la historia de María la Judía, la inventora del baño maría. Y casi de la alquimia, precursora de la química moderna. Por supuesto de María la Judía me encanta ya sólo el nombre (je, je…), pero también que aquellos que la conocen, la conozcan como "profetisa". Núria Salán destacó que, hace siglos, las mujeres alquimistas e inventoras solían empezar o acabar siendo monjas. ¿Eran todas muy piadosas? ¿No estaban por la labor de conciliar? Según Núria Salán, por la labor que no estaban era por la de acabar en la hoguera, destino natural, en su época, de todas las mujeres demasiado investigadoras o curiosas. "Entrar en religión las protegía de ser consideradas brujas, es decir, de la persecución", remachó, apabullantemente.

Eureka, pensé yo, embriagada. ¿Y si las modernas alquimistas y brujas fuesen las pequeñas y medianas empresarias y autónomas, las mujeres que, con todo en contra, ponen negocios y los sacan adelante? ¿Las mujeres que siguen inventando maneras esforzadas y creativas de sortear las hogueras de la modernidad?

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