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José García Domínguez

El PP y la amnistía

El problema nacional de España, ese lastre que localiza su origen en el XIX, no se va a resolver nunca. Como el Guadiana, surgirá a la luz o desaparecerá de la vista, pero siempre seguirá ahí.

LD/Agencias

Los pobladores de la Península Ibérica arrostramos un par de problemas con origen en el siglo XIX que no poseen solución. Y es que hay ciertos asuntos que, si no se solucionaron en el XIX, ya no se podrán resolver nunca. Así de crudo. El primero remite a que los antiguos imperios ibéricos nos incorporamos tarde y mal al nuevo orden económico capitalista que inventaron los ingleses; de ahí que ahora nos veamos condenados a tener que vivir eternamente del turismo y muy poquito más. El segundo, por su parte, apela al fracaso histórico de los nacionalismos.

Ocurre que el único nacionalismo que consiguió triunfar plenamente en la Península Ibérica fue el portugués; el resto, de un modo u otro, han fracasado todos en el propósito de asegurarse la adhesión emocional de la integridad de los autóctonos que que pueblan los territorios que ellos consideran propios. Visto desde esa perspectiva, la de gran angular temporal, lo de la amnistía a los sediciosos catalanes, resultando obsceno e impresentable desde el punto de vista jurídico, constituye, sin embargo, el desenlace final más óptimo para los intereses estratégicos futuros del Partido Popular.

Desengañémonos, el problema nacional de España, ese lastre que localiza su origen en el XIX, no se va a resolver nunca. Como el Guadiana, surgirá a la luz o desaparecerá de la vista, pero siempre seguirá ahí. Y ello significa que, al menos durante los períodos democráticos, quien pretenda gobernar España deberá contar, salvo en algún que otro instante ocasional y atípico, con el apoyo de una de las ramas del nacionalismo catalán, ya sea el de su variante de izquierdas o de la de derechas. No se trata de un plato de gusto, sino de un imperativo político insoslayable y derivado del gran peso demográfico de esa demarcación sobre el censo total. En política, se impone tragar sapos; algunos, particularmente asquerosos. Pero la única alternativa consistiría en renunciar a la expectativa de gobernar. Más pronto o más tarde, el PP deberá llegar a acuerdos con Junts per Catalunya, es inevitable. Por eso, la tesis de esta columna.

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