España es un culebrón
Llegados a este punto y precisamente por lo negro –o rojp– que se está poniendo todo, o nos lo tomamos con humor o esto no se puede aguantar.
Ni los guionistas de las más famosas soap operas televisivas de los 80 –recuerdo títulos tan divertidos como Dallas o Falcon Crest y, después, aquella imparable invasión iberoamericana– serían capaces de imaginar escenas tan grotescas y arrebatadoras como las que nos está regalando la actualidad española.
Lo de este miércoles con Leire Díez y Víctor de Aldama ha sido un momento sublime, un desmadre total, una escena culminante que podría ser el capítulo cumbre de un arco narrativo de varias temporadas y, por supuesto, el mejor gancho para que esperásemos con ansiedad la siguiente.
Esos quince minutos de Leire poniendo caras delante de las cámaras sin que nadie entendiese qué puñetas hacía allí, ese discursito chulesco y macarrilla, esas excusas inverosímiles; el instante en el que ha aparecido Aldama como de la nada, los empujones, el tumulto, el caos, los insultos y las amenazas; contemplar como todo el plan se iba al carajo, como el antagonista acaparaba todo el protagonismo en un giro genial del guión… Dios mío, ¡no puedo esperar al próximo episodio!.
Sí, sé que si lo miramos bien la cosa es para llorar: admito que es duro ver la actualidad y el país reducidos a estos duelos de personajes grotescos, con la política y los medios sumergidos en este ambiente delincuencial, de venganzas y reyertas. Pero llegados a este punto y precisamente por lo negro –o rojp– que se está poniendo todo, o nos lo tomamos con humor o esto no se puede aguantar.
Por otro lado, les confieso que siento un placer culpable y casi inconfesable en ver cómo Ferraz y Moncloa tienen el norte más perdido que una brújula borracha: Aldama ha dinamitado la comparecencia de este miércoles con su aparición sorpresa, pero la operación diseñada por el PSOE para atajar el caso Leire es lo más torpe que le hemos visto a los socialistas desde el secuestro de Segundo Marey, más o menos.
Es totalmente incomprensible, ¿quién ha pensado que es buena idea montarle a inefable Leire una rueda de prensa en el centro de Madrid, tenerla allí un cuarto de hora mirando a las cámaras, hacerle pronunciar un sarta de disparates de ese calibre, recomendarle mantener ese tonito de chulita de barrio y luego mandarla de gira a dar entrevistas en todos los medios que se prestasen a ello? ¿Quién ha creído que a nadie le iba a llamar la atención que una presunta "militante de base" se pase por Ferraz para presentar su baja del partido, se reúna con Santos Cerdán y, ya que está allí, le entregue unos documentos?
La capacidad de aguante de Sánchez y los suyos, solo comparable a la capacidad de genuflexión de una prensa adicta que está dispuesta a tragarse más sables que en una carga de los mamelucos, nos hacen pensar que más o menos da igual todo y que no hay nada que pueda siquiera desgastar al inquiokupa de Moncloa. Desde luego, no seré yo quien niegue tal posibilidad. Sin embargo, en días como este miércoles, cuando ves que todo se derrumba a su alrededor y que España entera es un culebrón en el que los socialistas tienen el papel del más patético de los villanos, pienso que no, que todavía queda alguna esperanza de que antes o después esto acabe por ser insostenible.
Mientras tanto, sólo nos queda reírnos unos días y, eso sí, llorar otros.
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