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Diego González

La vida consiste en que los fachas tenemos razón

Teníamos razón sí. Pero ahora viene lo malo: en política, tener razón no sirve para nada. Nadie ha tenido más razón que Albert Rivera en aquel famoso discurso sobre el Plan Sánchez y su banda, y ya ven.

La presentadora Silvia Intxaurrondo durante el programa. | RTVE

La cerveza con limón del Mercadona seguramente no ganaría un concurso de catas, pero cuando me siento en el sofá de la terraza al atardecer después de nueve horas persiguiendo clientes y le pego el primer trago, sabe a algo bastante parecido a la gloria. Saco entonces el móvil para deleitarme con un rato de Tuíter. Oh, qué sorpresa. Corrupción del PSOE por doquier. Veo a Rosa Villacastín quejándose amargamente de que se habla demasiado de Koldo y Santos Cerdán en la SER. Leo a un columnista de Eldiario.es abominar del exceso de información sobre la corrupción socialista. ¿Es necesario saber tanto? Incluso encuentro un vídeo cutre hecho con IA en TVE bromeando sobre las mordidas de Cerdán y Ábalos. Finalmente el humor progresista ha dejado de ocuparse de M.Rajoy y de la foto de las Azores Ah. El regusto agridulce del YYLD: Yo Ya Lo Dije. Le doy otro trago a la botella de plástico para bajarlo.

Hace diez días que desaparecieron de la conversación pública expresiones como "pseudomedios", "máquina del fango" o "bulos de la fachosfera", con las que el gobierno había estado defendiéndose durante los últimos quince meses de las constantes noticias sobre la corrupción en el entorno inmediato de Sánchez. La desaparición sucedió en el preciso instante en el que los periodistas que han estado años al servicio del gobierno descubrieron que pueden hacer su trabajo sin necesidad de permanecer de rodillas y mirando a la Meca, o en este caso, a Moncloa. La tertulianada progresista ha llegado en junio de 2025 al mismo lugar y a las mismas conclusiones que la gente no intoxicada por la propaganda gubernamental había alcanzado como mucho a principios de 2024. Algunas cosas, como la afición del ex ministro de transportes por las novias por horas, ya las conocíamos a finales de 2021, cuando Ketty Garat publicó su serie de artículos sobre la caída del Torrente de Torrente. Pero la mayoría de lo que hoy sabemos se intuía ya en 2020, cuando la espantosa gestión de la pandemia fue obliterada por una campaña de comunicación hecha con apisonadoras, que impidió que nadie rindiera cuentas de sus actos en aquellos meses horrendos, ni siquiera cuando la medida estrella de Sánchez, el arresto domiciliario inhumano durante semanas de toda la población, fue declarada inconstitucional.

No al golpismo judicial y mediático. No a la máquina del fango

No pasó un día de confinamiento ilegal sin que el gobierno no nos mintiera. Pero cada embuste venía envuelto en una retórica florida y repipi. "Detrás de un cursi siempre se esconde un hijo de puta". La frase es de Sergio del Molino refiriéndose al Procés, pero tuvimos ocasión de comprobarlo hasta la náusea durante el encierro. Mientras el gobierno nos calentaba el lomo a varazos con sensiblerías insufribles y frases motivadoras extraídas de la papelera de reciclaje de Mr. Wonderful, muy pocos periodistas se tomaron la molestia de rascar mínimamente en la información sobre contratos de emergencia para comprar material médico, o en averiguar la pertinencia y la base científica de las medidas del gobierno, como la obligación de llevar mascarillas en la puñetera calle, que, recuerdo, se extendió ¡hasta 2022!

En Tuíter, sin embargo, algunos grupitos de devoradores de Cheetos con cuenta platino a su nombre en el Telepizza del barrio se dedicaron en su tiempo libre a labores tan arduas e inalcanzables como buscar en Google Maps las direcciones de las empresas que estaban recibiendo contratos a dedo, o investigar la verosimilitud, o la existencia, de los estudios en los que el gobierno se apoyaba para su propaganda, y encontraron, bueno; encontraron cosas de las que se está hablando por fin a diario, después de un lustro de silencio y luz de gas. Corrupción a mansalva y una montaña de mentiras. Da pena y rabia a partes iguales imaginar qué habría podido averiguar una prensa bien entrenada y financiada si se hubieran puesto a husmear. En lugar de ello, dedicaron a buscarle las vueltas al hermano de Ayuso sin encontrar nada. ¿Dónde está la bolita?

El caso es que los fachas, para variar, estaban en lo cierto. Estábamos, porque facha, recordemos, es un paraguas que abarca desde Juan Soto Ivars y Rosa Díez hasta el personaje de Edward Norton en American History X. El PSOE aprovechó la pandemia para robar a manos llenas, y los que lo decían en 2020 tenían razón. ¿En qué más tendrá razón el so-called fascismo? Bueno. Quizá algún día sepamos por qué el padre de Begoña regentaba un burdel en edificios propiedad de Muface, o qué le debe el PSOE a Marruecos, o por qué en la misma época en la que el caso de la Manada salía a portada diaria, los abusos sexuales cometidos por el fotógrafo Kote Cabezudo contra decenas de mujeres y niñas durante décadas pasaron por debajo del radar. Hay muchas cosas que no sabemos, pero podemos intuir.

Teníamos razón sí. Pero ahora viene lo malo: en política, tener razón no sirve para nada. Nadie ha tenido más razón que Albert Rivera en aquel famoso discurso sobre el Plan Sánchez y su banda, y ya ven. Hoy Sánchez es presidente con el apoyo de terroristas y golpistas y Rivera lleva años fuera de la política. Tener razón es genial, pero sólo si sirve para algo. Si no, se queda uno con la misma cara de tonto que Casandra cuando les advertía a sus compatriotas troyanos que hicieran el maldito favor de dejar ese caballo fuera, que olía a trampa desde el Peloponeso.

Desde mi terraza veo cómo el sol se pone detrás de la sierra de Collserola incendiando las nubes con todos los tonos de naranja. Abro otra clara mientras repaso la lista de firmantes del nauseabundo "Manifiesto contra el golpismo judicial y mediático" de cuando imputaron a Begoña Gómez. Que sí, que lo llamaron así, los muy canallas. Silvia Intxaurrondo. Pilar del Río. Rosa María Artal. Maruja Torres. Ana Pardo de Vera (eh, ¿esta no tiene una hermana imputada?), Iñaki Gabilondo, Guillem Martínez, Jesús Maraña, Cristina Fallarás… todos están bien colocados y arropados por el gobierno. Seguramente ninguno tiene que preocuparse por llegar a fin de mes. No tienen razón, pero tienen el poder. Lo que nunca podrán hacer, eso sí, es evitar que nos riamos de ellos y les señalemos como lo que son: felpudos.

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