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Teatrillo Sánchez en La Haya

En el de los adultos el jefe del teatrillo tenía que firmar una declaración que compromete a España a aumentar su gasto militar hasta el 5 por ciento.

En el de los adultos el jefe del teatrillo tenía que firmar una declaración que compromete a España a aumentar su gasto militar hasta el 5 por ciento.
El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, en una rueda de prensa en el marco de la cumbre de la OTAN. EFE/ J.J. Guillén | EFE

Después de varios días de ensayo, el teatrillo de Sánchez ha podido desplegar su magia potagia en la cumbre de la OTAN. La obra era sencilla, comprensible y para todos los públicos, muy especialmente para el público infantil, que abunda. Su objetivo no era otro que neutralizar el efecto de lo que iba a pasar en el escenario grande. Porque en ese escenario, el de los adultos, el jefe del teatrillo tenía que firmar una declaración que compromete a España a aumentar su gasto militar hasta el 5 por ciento, y por motivos conocidos, le resultaba perentorio hacer desaparecer, con la mayor rapidez, la declaración y la firma. Excluida la tinta que se borra sola o algún otro truco reservado a los grandes magos, los aprendices usaron sus recursos habituales: sembrar la confusión, poner caras y hacer gestos. Porque esta gente cree en el odioso dicho que concede a una imagen más valor que a mil palabras y sabe que la imagen que vale más es la que se prepara.

El mensaje político que se preparó para el público español, la visión que debía quedar fijada sobre la presencia de Sánchez en la cumbre de La Haya, se plasmó en las imágenes de un jefe del Gobierno español aislado, solitario y distante que transmitieron las cámaras. Es posible, claro, que esas imágenes se dieran de forma natural y espontánea. Hay razones, y plausibles, para que los líderes presentes rehuyeran el contacto. A ver quién se pone amable con el tipo que quiere irse sin pagar lo mismo que los demás. El gorrón fastidia mucho y no es bienvenido, salvo por los que son como él. Pero conociendo el género y las inclinaciones del personal, no hay que descartar el montaje. Más aún, es lo más probable.

En la hipótesis del teatrillo, el presidente español apareció sin hablar con nadie y se puso en un extremo en la foto de familia, lejos de los demás - a la distancia de seguridad de la pandemia - porque decidió hacerlo. Quería producir unas imágenes que mostraran una distancia infinita entre los belicistas de la OTAN y un Sánchez pacifista del flower power, y las produjo. En esta hipótesis, se hizo el marginado solitario para las cámaras, para sus socios y para los "noalaguerra", que en la España amedrentada son muchos. Su conversión es reciente. No hay más que comparar lo que dice ahora con lo que dijo cuando fue a su primera cumbre de la OTAN en 2018, con un Trump que, él sí, decía lo mismo que dice ahora - y han dicho todos los presidentes norteamericanos desde hace años-. Aunque nadie dudará de que mañana, si es que hay un mañana político para Sánchez, podrá decir lo contrario y será un poco como Javier Solana, que pasó de escribir un famoso manifiesto contra la OTAN a ordenar el bombardeo de Belgrado cuando era secretario general de la OTAN.

Cosas veredes. Aunque el teatrillo, si lo fue, no es lo peor. Más sangrante y violento es que Sánchez y su coaligada Díaz hayan querido posar como defensores de la soberanía española no se sabe bien frente a quiénes, si frente a la OTAN, frente a Trump o frente a los marcianos. Lo único seguro es que no defienden la soberanía nacional frente al separatismo, porque si lo hicieran no estarían ahí, en el Gobierno.

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