Menú

Por qué no es demasiado optimista afirmar que el programa nuclear iraní ya es historia

Destruido por completo o no su programa nuclear, es probable que Israel y EEUU hayan logrado alejar para siempre a los ayatolás de la bomba.

Destruido por completo o no su programa nuclear, es probable que Israel y EEUU hayan logrado alejar para siempre a los ayatolás de la bomba.
Un iraní sostiene un retrato del líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei, en una manidestación de apoyo al régimen el 24 de junio. | EFE/ABEDIN TAHERKENAREH

Tras doce días de una guerra peculiar pero en la que por primera vez Israel y Estados Unidos bombardearon de forma abierta suelo iraní, cabe preguntarse cuál ha sido el resultado de un conflicto que nació con unos objetivos concretos, pero que por un momento pareció haberse convertido en algo diferente que al final no ha llegado: una operación para desmontar el régimen de los ayatolás.

Sin embargo, hay que recordar que Israel inició la guerra o, mejor dicho, esta fase directa de la guerra, con dos objetivos muy claros: frenar el programa nuclear —con el que el régimen de los ayatolás ha amenazado en multitud de ocasiones con destruir el Estado judío—, y dañar el de misiles balísticos.

En ambos casos los datos de inteligencia –que ha demostrado ser realmente espectacular, con una penetración del Mossad en suelo iraní mucho más profunda de lo que se pensaba– señalaban que Irán ya se encontraba muy cerca de un punto de no retorno: a poco tiempo –meses– de disponer de hasta quince bombas nucleares y a un año de que la cantidad de misiles almacenados alcanzase una cifra tan espectacular como 8.000.

Israel lleva años especulando con este ataque y hasta ahora no se había decidido a llevarlo a cabo, una decisión que está claro que ha tenido que ver con el grado de avance de ambos programas y con el hecho de que, o se atacaba ya, o probablemente sería demasiado tarde para que el golpe fuese eficaz.

Pero también una decisión que desde luego está relacionada con el escenario post 7 de octubre en al menos dos sentidos: cómo se ha dañado a los proxys iraníes cercanos a Israel –Hamás y, sobre todo, Hezbolá– lo que abría una ventana de oportunidad, para una operación sin un contraataque importante; y el cambio en la doctrina de defensa israelí que ha propiciado la masacre perpetrada por Hamás.

Por último, quizá la tercera pata de esta decisión fuese el compromiso americano para sumarse al ataque, pero dada la imprevisibilidad de la que está haciendo gala Trump durante este mandato esto lo dejaremos entre paréntesis.

Y al final, ¿éxito o fracaso?

Tras los días de bombardeos llega el momento de evaluar si estamos ante un éxito o un fracaso. Es cierto que, como decíamos, la brevedad de la campaña y el hecho de que el régimen de los ayatolás siga en pie puede hacernos pensar más en lo segundo. También lo es que un cambio radical en Irán nunca ha sido el objetivo de las operaciones, pero la debilidad demostrada por la teocracia iraní hizo pensar que la guerra podría tener ese maravilloso resultado. No ha sido así, quizá porque Estados Unidos no ha querido, quizá porque es algo tan difícil como parece, pero eso no debería ser parte del análisis sobre si se han logrado o no los otros dos objetivos que, repetimos, eran los originales.

Como cabía esperar, tanto Netanyahu como Trump hablan de un éxito histórico, ninguno de los dos es un ejemplo de credibilidad absoluta, pero una docena de días de bombardeos sin ninguna oposición parecían apuntar en esa dirección. Sin embargo, un primer informe del Pentágono echaba un jarro de agua fría sobre las declaraciones de ambos mandatarios, asegurando que el ataque americano sólo había causado daños "superficiales" a las instalaciones iraníes y, por tanto, el programa nuclear de los ayatolas sólo se había retrasado unos meses. El director de la CIA, en cambio, sí que hablaba de daños "severos" y de un programa retrasado varios años, aunque no se atrevía a afirmar que se había acabado con él.

¿Cuál es la verdad exacta? Será difícil saberlo pero, en mi opinión, y teniendo en cuenta una imagen un poco más amplia de lo ocurrido, será difícil que los ayatolás lleguen a tener la bomba.

En primer lugar, porque usando las armas adecuadas, con bombas de catorce toneladas de explosivos, en misiones sin prácticamente oposición en el terreno y lanzadas desde los bombarderos más avanzados del mundo, es lógico pensar que algún daño se habrá logrado causar.

En segundo, porque un programa nuclear no es sólo una cuestión de instalaciones sino que también es necesario, por ejemplo, un ingente capital humano, y alguno de los científicos nucleares más importantes han sido eliminados. Y además, se ha lanzado un mensaje muy claro a los restantes.

En tercero, y desde mi punto de vista aún más importante que los dos anteriores, porque la vulnerabilidad que ha demostrado Irán es tal que creo que los ayatolás se pensarán mucho volver a colocarse en el punto de mira de israelíes y americanos. Hay que recordar que los bombardeos han acabado con la mayor parte de la cúpula militar iraní y, como decíamos antes, el propio régimen ha parecido tambalearse. Además, Irán ha resultado ser un patio de juego para el Mossad, cuyo nivel de información y penetración es, como decíamos, asombroso.

En resumen: si yo fuera uno de los ayatolás al mando –Alá no lo permita– no apostaría por reemprender un programa que no soy capaz de mantener en secreto y me va a enfrentar de nuevo a unos ataques contra los que no soy capaz hacer nada y que pueden acabar conmigo.

Alguno de ustedes estará pensando ahora que mi teoría asume un comportamiento excesivamente racional para unos dirigentes que, al cabo, son unos fanáticos religiosos ebrios de odio. Es posible, pero por muy grande que sea la locura provocada por el fanatismo, el instinto de autopreservación suele ser mayor, sobre todo cuando lo que tienes que preservar es tu poder sobre un país de 90 millones de habitantes.

¿Y qué pasa con los misiles?

En este segundo apartado creo que hay menos dudas: se ha infringido un daño enorme. Sólo en los primeros días de los bombardeos se había eliminado ya –siempre según fuentes israelíes– casi un tercio del arsenal total de misiles y un porcentaje similar de las lanzaderas.

Todo parece indicar que esa labor siguió con éxito, sobre todo por lo que respecta a las lanzaderas, que son el verdadero cuello de botella estratégico en este tema. De hecho, en los últimos días de la guerra cada oleada de misiles lanzada a Israel tenía muchos menos proyectiles que en las disparadas en los primeros.

Además, Israel ha demostrado de nuevo su capacidad de resiliencia: la combinación de sus defensas antiaéreas y una población muy bien preparada para situaciones extremas han logrado que mueran menos de 30 personas, a pesar de que Irán ha lanzado, según el Ministerio de Defensa de Israel, más de 500 misiles, cada uno de ellos con una enorme carga explosiva, tal y como hemos podido ver en los pocos que han llegado a impactar. Decenas de fallecidos es una tragedia, sin duda, pero también un fracaso notable para Irán.

¿Cómo queda Irán ahora?

Aunque no es el propósito de este artículo, no me resisto a terminarlo sin comentar una cuestión que va un poco más allá del programa nuclear y los misiles: Irán, a pesar de su enorme poder económico gracias al petróleo, de su posición como centro del islam chií y de ser uno de los tres grandes países de Oriente Medio por población, ha quedado desacreditado como potencia regional.

La teocracia iraní ha llevado a cabo una política de expansión ideológica y de influencia muy agresiva desde hace años, oponiéndose en primer lugar a Arabia Saudita –el líder en muchos aspectos del islam suní– y en los últimos años también a Turquía, que quiere ahora ser uno de los grandes actores en la región y, de hecho, lo está logrando a costa del propio Irán, por ejemplo en Siria.

Esta demostración de debilidad militar y la forma en la que ha perdido a tres de sus mayores aliados en los últimos meses –Hamás y Hezbolá están muy dañadas y el régimen de Asad en Siria se ha volatilizado– dejan a los ayatolás muy tocados y, probablemente, frente a un proceso para redefinir su estrategia y reconstruir su poder militar que les ocupará años… si es que logran completarlo.

Temas

En Internacional

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal