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Anna Grau

Gora Hamas

¿En qué guerra de "liberación nacional" no hay que lamentar bajas inocentes? A Noé le vas a hablar tú de lluvia. O a Bildu de genocidio.

Bandera palestina en medio de la multitud espera el momento del Chupinazo que se realiza desde el balcón del ayuntamiento de Pamplona y que da comienzo a los Sanfermines, este domingo. | EFE

Me gustan mucho los sanfermines. Los conocí de la mano de John Hemingway, nieto del escritor que los puso en el mapa con su novela Fiesta (The sun also rises). Con él viví mi primer chupinazo y corrí mi primer encierro. Fue todo muy de película porque, en mitad de toda aquella magia, John y yo nos enamoramos. Lo cuento en mi libro "En la boca del Dragón" (La Esfera de los Libros). Que va de mis aventuras con Fernando Sánchez Dragó, pero no sólo de eso.

En el libro no está, pero creo que es un buen día para contarla aquí, una anécdota con John. Recorríamos las calles de Pamplona y de vez en cuando nos cruzábamos con ceñudas gentes cargando ikurriñas y proclamando sus ardientes deseos de librarse cuánto antes del "fascista Estado español". El nieto de Ernest Hemingway se los quedó mirando atentamente. Luego dijo: "Hay que elegir bien los deseos, porque a veces se cumplen".

¿Qué se debe sentir siendo un wokeabertzale que para salir por la tele, él y su ikurriña, tiene que esperar a que lleguen los sanfermines, la fiesta más románticamente españolaza y taurina del orbe? Esto es como si a Carles Puigdemont le dejaran volver y dar un discurso en el balcón de la Generalitat un día al año, pero ese día fuese el Doce de Octubre. A él le gustaría más el Uno de Octubre, aunque eso es también de traca. ¿A quién se le ocurre tratar de celebrar un referéndum separatista ilegal en la misma efemérides que Franco secoronó Caudillo de España por la gracia de Dios? ¿Traición del subconsciente?

Pero hay quien no se baja del burro, por muchas cornadas que le dé la Historia. Si una Euskal Herria independiente no puede ser, pues vamos a liarla con Palestina. Da lo mismo ocho que ochenta y además todo queda en casa. En tiempos, ETA mandaba a algunos de sus gudaris a entrenarse en los campamentos de instrucción terrorista de la OLP de Arafat. Qué tiempos. Ahora la cosa está algo más cruda porque los de Hamas son mucho más bestias. Entre los desaparecidos por el ataque del 7 de Octubre había una pareja de vascos. Otegi pidió su liberación. Recuerdo que Maite Pagaza me dijo bajito: "Si están vivos los van a soltar, porque Bildu y Hamas son como de la familia". No estaban vivos.

Es igual. ¿En qué guerra de "liberación nacional" no hay que lamentar bajas inocentes? A Noé le vas a hablar tú de lluvia. O a Bildu de genocidio. Mi mejor amiga estuvo hace poco en Donostia para ir a un concierto de Bruce Springsteen. Me mandó sobrecogida varias fotos del casco viejo, de bildutown -allá queda la taberna donde se cargaron a Gregorio Ordóñez, y donde todavía no se puede entrar a tomar algo, pongamos, con Fernando Savater, sin que algún espontáneo te dirija una mirada de odio helador….-, con todos los balcones llenos a rebosar de banderas palestinas.

Ni la ikurriña ni la bandera palestina tenían por qué haber sido nunca emblemas de muerte. Muchos vascos y navarros otra cosa no querían ni quieren que vivir en paz con sus vecinos. Con todos ellos. Lo mismo los habitantes no judíos de la Palestina dividida por la ONU. Mejor leshubiera ido entendiéndose con Israel y haciendo oídos sordos a las potencias árabes que querían a) quitarles la tierra para dársela al rey de Jordania b) usarles de perpetuos escudos humanos contra la "entidad sionista". Y hasta hoy.

Pero volvamos al chupinazo de este año. De todos los momentos que se podían elegir para lanzar un mensaje judeófobo y proHamas, ninguno tan cateto como este. El contraste entre eso y el verdadero sentido de la fiesta no podía ser más sangrante. En muchos sentidos.

Vamos a recuperar las sabias palabras de John Hemingway sobre el peligro de que los deseos de cumplan. Vamos a suponer por un momento que en Pamplona gobernara Hamas. ¿Qué pasaría? Para empezar, ya no se podría beber. Ni litros de calimocho ni una copita de vino. Las mozas, encerraditas en casa. Los mozos, a rezar de cara a la Meca cinco veces al día. Los toros no correrían por las calles sino por kilométricos túneles subterráneos construidos con el dinero de la ayuda humanitaria en principio destinada a la población civil, pero en la práctica desviada a los líderes del "Movimiento" con la aquiescencia de funcionarios de la ONU, corruptos por acción o por omisión. O por participar en el saqueo, o por permitirlo para seguir justificando sus elevados salarios al servicio de "agencias humanitarias" de la nada. Si alguien intentara poner orden, lo coserían a tiros. Luego dirían que le mataron los "otros". Y habría quién se lo creería. Siempre hay quien se lo cree. ¿Por qué? A veces me pregunto si la paz en el mundo hay que defenderla de ciertas ideologías…o patologías.

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