
Comprendo el desánimo de quienes hayan seguido la comparecencia de Sánchez en el Congreso de los Diputados. Pero hay que seguir y no darse por vencidos. Dicen los socialistas que a partir de hoy reforzarán su credibilidad con acciones concretas anticorrupción. Imposible. Mantendrá el Gobierno y rechazarán adelantos electorales. Imposible. Negociará con sus socios, buscando consolidar apoyos y evitar una cuestión de confianza. Imposible. Impulsarán su agenda social e internacional, especialmente en vivienda, jornada laboral y cooperación global. Imposible. ¿Cómo harían posible estas cuatro imposibilidades? Lo desconozco. Y, además, debería importarnos una higa lo que diga un gobierno corrupto. A nadie debe preocuparle esas milongas, pero eso no significa que caigamos en la pereza. El único objetivo de un ciudadano normal es echar a esta gente del poder por inmorales y ladrones. Pero ojo con el verano. No caigamos en el hartazgo…, no bajemos la vigilancia. Hemos de aprovechar cualquier rendija de la realidad para echar a estos corruptos del poder. No debe darnos, pues, pereza escribir, hablar, persuadir a sus votantes y a quien haga falta sobre Sánchez y la corrupción.
Escribo, sí, todo esto para animarme, pues que viendo el panorama de hoy en el Congreso a uno no le faltan ganas para salir corriendo hasta el Kilimanjaro. Pero, amigo mío, eso sería peor que escupir contra el viento. Sería traicionarnos a nosotros mismos. Hay que seguir en la brecha. No debemos bajar el nivel de la crítica. Es menester elevar el tono. Es necesario echar a Sánchez y a quienes lo mantienen en el poder. Si él es el principal responsable del desastre, tiene que salir ya. Denunciemos de todas las maneras posibles el proceso de inversión de la realidad de la ideología socialista. El abismo sanchista es real. Sánchez miente como un bellaco y no sabe hacer otra cosa. Él y sólo él es el principal corrupto. ¡Para qué citar a quienes lo mantienen en la poltrona!
Si la primera corrupción es la del lenguaje, entonces Sánchez no pronuncia una sola palabra que sea verdad. Todo es mentira en este sujeto. Ha comparecido en el congreso de modo extraordinario, según dicen los socialistas y su adláteres. Falso. Su intervención ha sido ordinaria, o sea, plagada de embustes, engaños y retorcimientos de la realidad. Dijo que consideró dimitir, pero descartó esa posibilidad. Falso. Se ha cansado de decir que él nunca abandonará la nave, el barco, porque es su capitán. Presenta un ambicioso plan de anticorrupción, pero no se lo aplica a sí mismo. Bastaría que se aplicase una sola medida de las quince anunciadas y no estaría ni un minuto más en el poder. El plan anticorrupción es falso de toda falsedad.
Recordemos el inicio de la sesión. El presidente ha comenzado su discurso autoproclamándose como un "político limpio" y calificando al PSOE como "partido ejemplar". Su objetivo es situar a España a la vanguardia de la lucha contra la corrupción. No sigamos. Todo suena a cachondeo. Cuando el responsable máximo de la corrupción perora contra ella, nada hay que hablar. Reconozcamos, pues, lo obvio. El abismo no es imaginario. El precipicio está delante de nuestros ojos. El despeñadero es real. Sánchez no dimite ni convoca elecciones. Empieza a cundir la especie de que en España nunca habrá elecciones. Sólo las convocará para que las gane el responsable máximo de la corrupción.
Pero seamos moderados. Levantemos acta de lo real. Al lado del abismo sanchista, la tierra se torna movediza y peligrosa. El PP rechaza cualquier propuesta de entendimiento con VOX, aunque este partido haya dado algunas muestras de su disponibilidad a colaborar con el PP. Entre el rechazo total del PP a pactar nada con VOX por un lado, y las críticas de VOX, a veces ajustadas y otras exageradas, al PP, por otro, el país se desangra. El proceso de estigmatización provocado por el PP contra VOX en plena caída del socialismo lo pagaremos todos los españoles.
De desastre en desastre. Nadie podrá quejarse de que nuestra casta política no suministre material a los medios de comunicación; quien haya escuchado los comentarios de los periodistas a las intervenciones de hoy en el congreso, habrá llegado fácilmente a una conclusión: el abismo es más que real. Es ontológico. Fundante. Los ideólogos, las terminales mediáticas de la casta política, no desean conocer la verdad, sino proteger su baja calumnia, su injuria abyecta, para mandar al ostracismo a quien rehuse compartirla. A eso se reduce la política en España. La calumnia sanchista empieza a ser una categoría. Y, sin embargo, tenemos que comportarnos con ánimo, sí, como si esto tuviera arreglo. Quizá cuando el Supremo impute por financiación ilegal al PSOE, la cosa empiece a cambiar.
