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Agapito Maestre

Ultra-sanchistas

El terrible casticismo de esta gente, la exaltación de lo más abyecto de la condición humana, los hace odiosos a los ojos del mundo civilizado

El director Pedro Almodóvar posa con el premio a Mejor dirección por 'La habitación de al lado', en la alfombra roja de los premiados en los Premios Feroz 2025, en el Pazo da Cultura, a 25 de enero de 2025, en Pontevedra, Galicia (España). | Europa Press

La apología del vicio es una de las almas profundas de España. Ha tenido representantes egregios en toda nuestra historia. Aquí nadie está libre de momentos de flaqueza y de medrosidad. Menos que nadie se libran los hombres "cultos", algunos muy sobresalientes en sus oficios, de haberse entregado a algún tirano, o de "vivir muertos en vida" por miedo a la libertad. ¡Qué pocos "ilustrados" españoles del XVIII, por poner solo un ejemplo, se libraron de hacer la apología del tirano gabacho! Bailarle el agua al tirano siempre ha sido una singularidad muy española. Pocas épocas de nuestra historia hallaremos donde no haya brillado algún político traidor a su destino. Y para que citar al número ingente de intelectuales que hicieron de la apología del engaño y la mentira una forma de vida. Los tiranos siempre tuvieron esclavos. Los tiempos pasados de un gris crepuscular y lóbrego del franquismo y aún de mucho antes, del republicanismo y más atrás, tienen su continuidad hoy en el sanchismo.

Sí, tiempo crepuscular y lóbrego vivimos los españoles. Pero no puedo dejar de reconocer que varias columnas, publicadas en este periódico, me alegraron ayer el día. Había en ellas mucha inteligencia, ironía y alegría. Los títulos son ya un hallazgo: Las mentiras cochinas, El retorno de las momias y Las lechugas de Platón. Gracias a Pedro de Tena, Pablo Molina y Santiago Navajas, autores de esas joyas periodísticas, ya sé a ciencia cierta que hay algo peor que Sánchez. Son los ultra-sanchistas. El latinajo ultra, que tanto usan los sanchistas, puede aplicársele también a los que apoyan al tirano. Ellos, sí, van más allá de Sánchez. El tirano es tirano y punto. Los otros, los ultras del sanchismo, son sus "legitimadores". Quieren ir más allá de las atrocidades del gobierno más corrupto y deslegitimado de la historia reciente de España.

Pero no creo que lo consigan, sobre todo, si me atengo a mis columnistas de cabecera. No todo está perdido. Es obvio que hay razones de fondo para el pesimismo ciudadano, pero el Manifiesto a favor del sanchismo, paradójicamente, ha tenido un efecto balsámico para quienes creemos que en España hay mucha inteligencia e ingenio. Quienes hayan tenido el buen gusto de leer a los críticos del Manifiesto, habrán hallado a raudales, aparte de buena prosa, inteligencia e imaginación. Gracias a los críticos del manifiesto-ultra hemos nutrido nuestro espíritu de algunas virtudes y valores que yo creía perdidas en España. Pero, aparte de inteligencia, imaginación y honestidad intelectual, mis compañeros de página me han redescubierto, otra vez, quien representa hoy lo más casposo e irracional de nuestro país.

Sí, en este julio otoñal (sic) e interminable, he visto dos almas de España. Una es cerrada y lúgubre. Casticista. La otra es abierta y alegre. Castiza y universal. La primera está representada por las personas que han firmado un "Manifiesto" para que Pedro Sánchez sigan en el poder robando España. Su deseo de justificación de lo vicioso, siempre en guerra con los modos de vida libre y casi siempre ajenos a España, nunca estará satisfecho. El terrible casticismo de esta gente, la exaltación de lo más abyecto de la condición humana, los hace odiosos a los ojos del mundo civilizado. La segunda alberga una pluralidad de voces, pero todas están tocadas por una voluntad de verdad, una dignidad, que me hace sentirme orgulloso de ser español; el alma crítica de España está diluida en múltiples y ricas manifestaciones; unas veces nos parece un magma caótico próximo a diluirse, pero otras aparece firme como una roca; en todo caso, nunca será un alma sumisa a tirano alguno. Es el Alma insurrecta de España. Terminará por echar a Sánchez del poder. El resto, los Almodóvares y gente de ese jaez, no quedará en nada. Serán reducidos, como ha dicho el poeta Antonio Piedra, a colores-olores de albañal de la Esgueva, que tanto mortificaban a Quevedo y Góngora, y que no son tan distintos de la corrupción de hoy que a montones se transporta en tráiler. No son castizos sino casticistas, dixit Unamuno.

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