
Habrá elecciones, sí; pero estarán tan manipuladas como su propia convocatoria. Pocos gobiernos dictatoriales, por no decir ninguno, convoca unas elecciones limpiamente, o sea para perderlas. Si la obsesión de Sánchez, desde que llegara al poder con una extraña moción de censura, ha sido la persecución de la oposición, la negación de la alternativa de Gobierno, entonces no vamos a creernos ahora, después de siete años de autocracia, que convocará unas elecciones de modo transparente para que los ciudadanos elijan entre diversas alternativas. ¡No seamos ingenuos! ¡No nos hagamos los listos! Sánchez y sus cercanos tienen diseñado un plan simple: las elecciones posibles, imaginadas o reales, estarán, digámoslo brutalmente, sometidas a mil manipulaciones. Un proceso electoral en manos de un dictador, alguien que en su programa político tiene por objetivo clave la eliminación de la oposición, está abocado al fracaso. Por lo tanto, milagro es que haya pronto elecciones, pero más milagro será que las gane la oposición.
Claro que España se parece a Venezuela. O, mejor dicho, porque estamos en una democracia de boquilla o, lo que es lo mismo, vivimos en la dictadura sanchista, nadie crea que saldremos de ella con la "simple" convocatoria de unas elecciones. Ojalá fuera así. Pero esto, el actual régimen político impuesto por Sánchez, es cualquier cosa menos una democracia desarrollada. Estamos en una democracia simulada. No somos una democracia. No hay separación de poderes. No hay autolimitación en el ejercicio del poder. No hay dignidad, en efecto, ni en el ámbito de las ideas ni de las costumbres para reconocer que el ejercicio de la amistad cívica es más importante que la adquisición de un nuevo coche; sí, hoy en España, la corrupción es de tal calibre que puede afirmarse que no existe base moral suficiente para mantener el edificio democrático. Vivimos en un Estado tan corrupto que escupe constantemente sobre su fundamento: la Nación como sujeto político de ciudadanos libres e iguales ante la ley.
Podemos seguir levantando acta de miles de obviedades para demostrar que esto, la dictadura sanchista, es cualquier cosa menos una democracia. Otra cosa es que nos preguntemos: ¿qué tipo de dictadura "progresista" es España cuando el Fiscal General del Estado se va a sentar en el banquillo, y se niega a dimitir? ¿Se puede llamar democracia a un régimen político donde el gobierno ha colonizado para sí mismo todas sus instituciones? ¿Cómo llamar democrático a un sistema político donde el Tribunal Constitucional, después de ser denunciado por una Audiencia Provincial, está siendo juzgado por el Tribunal de Luxemburgo?… Podemos y, además, debemos preguntar sobre qué cosa sea esta dictadura "progresista", el sanchismo; pero todas esas preguntas carecerán de rigor sin la premisa clave: vivimos, se mire por donde se mire, en un régimen tiránico. El tirano está ahí. De vez en cuando, sale y se exhibe; está a la vista de todos. Tiene, sí, todas las características del tirano clásico. Sánchez cumple con sobrada solvencia todos sus vicios. Es alguien hecho para liquidar a quien se le oponga con argumentos. Para él la razón política es literatura barata. Es el tipo ideal de "político" trápala, mentiroso, manipulador de voluntades. Descarado y arrogante, valiente con los débiles y rastrero y cobarde con los poderosos. Miente, sí, hasta cuando pretende decir una verdad. Y, sobre todo, entretiene a sus súbditos con todo tipo de engañifas. Quizá la principal, reitero, sea el rollo de las elecciones.
En efecto, si todo es una pantomima para el tirano, también las elecciones forman parte principal de su tinglado. Sánchez explota y especula sobre la convocatoria de las elecciones para mantener entretenidos a sus esclavos. Claro que habrá elecciones y, quizá, las vuelva a perder, como las perdió en 2023, pero seguirá en el poder con la ayuda de los golpistas, los secesionistas y los comunistas. Más aún, el tirano extiende con saña y odio esta "predicción" por el espacio público-político; es el principal trabajo ideológico de todos los partidos que apoyan la tiranía. Pase lo que pase, y lo peor podría ser un descalabro electoral del sanchismo, nunca gobernará en España, según el sanchismo, nadie que no sea golpista, separatista, socialista y comunista. O sea nadie que no sea Sánchez. A extender por tierra, mar y aire este ideologema, una mentira que se presenta como algo verdadero e inamovible, está dedicado el gobierno y todas sus terminales mediáticas desde que llegó Sánchez al poder, pero, en los últimos meses, se ha convertido en una constante casi obsesiva en eso que se conoce por líneas rojas. Nunca, repiten los ideólogos del sanchismo, dejaremos gobernar a la derecha y la ultraderecha, aunque ganen unos comicios. Sánchez ha llegado a decir que no convoca las elecciones, sencillamente, porque podrían ganarlas el PP y VOX.
Sí, sí, eso lo ha dicho Sánchez y lo repiten hasta la saciedad todos los partidos que apoyan la tiranía. Y, sin embargo, todavía hay gente que se plantea, con su mejor intención, si las próximas elecciones, cuando las convoque, serán limpias. Por favor, a la altura de esta película, ingenuidades las mínimas. Vivimos en una tiranía, entre otros motivos, porque Sánchez jamás ha respetado la alternancia en el poder. Al contrario, utiliza a los partidos alternativos como excusa para imponer sus santos reales y los del separatismo. He ahí el rasgo clave de la tiranía sanchista: el desprecio absoluto de la alternativa de gobierno. Si desde el minuto uno que llegó al poder ha perseguido a la Oposición, entonces nadie dude de que seguirá haciéndolo hasta el final… Cada día que pasa el régimen sanchista se convierte en un modelo de dictadura del siglo XXI. ¿Para qué hablar de sus votantes, cuando dicen mejor seguir votando a Sánchez que al PP? Son totalitarios hasta en los andares… El Partido Único es su ideal.
En fin, es la negación de elecciones, con el rastrero "argumento" de que podría ganarlas la derecha, la mayor muestra de totalitarismo de la tiranía sanchista. Y sobre la limpieza y resultado de unos próximos comicios electorales, si es que los hubiera, sólo un estulto no los pondrían bajo sospecha. Nadie pasará de la tiranía a la democracia sin poner entre paréntesis cualquier decisión del tirano. ¿Cómo ocultar esas evidencias es lo que está maquinando Sánchez, en su residencia de verano, junto al portavoz del gobierno de Maduro, el criminal más buscado por EE.UU., Rodríguez Zapatero, y el jefe actual del separatismo catalán, un tal Salvador Illa?
