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El periodismo de trinchera lo quema todo

Esta generación de complicidades entre políticos y periodistas da asco. Que cada cual ponga a los que considere, no seré yo quien marque un bando.

Esta generación de complicidades entre políticos y periodistas da asco. Que cada cual ponga a los que considere, no seré yo quien marque un bando.
Un hidroavión trabaja en las labores de extinción del incendio que afecta al municipio ourensano de Vilardevós y que, según las últimas estimaciones de la Xunta, que ha decretado el nivel 2 de emergencia por su proximidad a núcleos de población, afecta a 400 hectáreas. | EFE

El martes pasado a mediodía me atropelló el fuego cruzado de un periodista de trinchera y una televisión pública dispuestos ambos a incendiar de odio a los espectadores. Las Médulas ardían, Tres Cantos en Madrid ardía, Zamora volvía al infierno de hace tres años y el presentador de Mañaneros 360 de TV1, Javier Ruiz, se relamía ansioso ante la sangre que propiciaba la tragedia: ¿Dónde está el presidente Mañueco? ¿Dónde Isabel Ayuso?, ¿dónde está Ayuso? Lo importante no era la tragedia, sino la oportunidad de darle duro a la oposición. Oscar Puente ya había soltado eso de "No hay desgracia que no les coja de farra", dijo la sartén al cazo. ¿Dónde está la tragedia, en el fuego o en su utilización?

Esta generación de complicidades entre políticos y periodistas empieza a dar asco. Que cada cual ponga a los que considere, no seré yo quien marque a un solo bando. Por sus obras los conoceréis. Me atrevo sin embargo a señalar a Zapatero como el inspirador de esta edad de la infamia. Primero desenterró la Guerra Civil, y después su discípulo Pedro Sánchez la ha llevado a las instituciones.

Es desolador oír de nuevo en estas horas tristes eso de que "los incendios se apagan en invierno", una metáfora poética para mostrar lo evidente: hay que gastar en prevención. He escrito a lo largo de los últimos años sobre el particular una y otra vez. Desgraciadamente nunca envejece lo advertido. Empezando por lo publicado el pasado jueves: Pirómanos, donde me centraba en la poca contundencia penal contra estos terroristas ecológicos causantes del 55% de los incendios en los últimos 10 años. Y sin embargo, el Secretario de Estado para asuntos de Medio Ambiente, Hugo Morán entrevistado en Onda Cero disminuía a mera anécdota la incidencia intencionada en los incendios. En éste, como en el resto de temas mostraba una ignorancia vergonzosa. Con voz balbuceante e imprecisa, dio un recital de incompetencia para desempeñar el cargo.

Hace tres años, con ocasión del fuego de la Sierra de la Culebra (Zamora) mostraba una evidencia que se sigue obviando: "Desde que nuestros abuelos dejaron de trabajar la tierra y pastorear sus pastos, la maleza, los matorrales y el arbolado han recuperado su espacio. Un polvorín para tiempos de tormentas secas y pirómanos". En Rebaños de fuego aportaba soluciones para tener limpios nuestros bosques y fijar población. Pero la ideología ecologista de estos tiempos religiosos está demasiado ocupada en ofrecer sacrificios a sus dioses laicos inventados por ecologistas pijos de ciudad.

Nací en los Arribes del Duero, viví mi infancia en uno de sus pueblos abandonados por la mano de Dios y presencié hace ya muchos años cómo un desalmado incendiaba sus olivares y encinares cada verano. Durante 7 años seguidos. Pero afortunadamente no acabó con aquellos parajes del Parque Natural de los Arribes del Duero, porque por entonces, era un vergel de viñedos y olivares trabajados, e imposible de arrasarlos porque no había hierba seca y matorrales que extendieran el fuego. En recuerdo de aquel despropósito escribía en el verano del 2006 El infierno del fuego.

La experiencia no sirvió para nada, en el verano del 2017 el fuego reapareció con furia y se llevó por delante 2000 hectáreas. El ecologismo de ciudad y la despoblación habían triunfado. Como triunfan estos días con crueldad en otras zonas del noroeste de Castilla y León. 40.000 hectáreas, 3 muertos, y quien sabe cuántos casas y propiedades quemadas.

Hoy, Los Arribes del Duero y del Tormes es un polvorín. Una simple cerilla lo puede arrasar todo en horas. Por la orografía de sus cañones apiñados de encinares, matorrales, jaras, zarzales, olivares abandonados a su suerte y mucha maleza, actuarían como chimeneas. De cielo a infierno en minutos. Estoy en estos parajes ahora mismo. Las lluvias abundantes de primavera han tupido cada centímetro de hierba seca. Pura yesca. En Rebaños de Fuego, apunto algunas soluciones. Una pasión inútil. Si depende de nuestros políticos, hasta que nos vuelvan a quemar el alma.

UNA LICENCIA POÉTICA: No hay más patria, que la infancia, canción y vídeo construido mediante IA sobre esas añoranzas que en estos días nos quema el fuego.

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