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Muñoz Molina y la escasez de barrio de Salamanca

El fracaso del socialismo en el mundo real ha llevado a la izquierda a abandonar la ambición de la abundancia, ya no les gusta el progreso..

El fracaso del socialismo en el mundo real ha llevado a la izquierda a abandonar la ambición de la abundancia, ya no les gusta el progreso..
Antonio Muñoz Molina en la Residencia de Estudiantes en mayo de 2022. | Cordon Press

Viviendo a caballo entre Nueva York y el barrio más caro de Madrid, con varios millones de patrimonio entre lo ganado por él y por su mujer, el escritor Antonio Muñoz Molina ha reclamado que recuperemos la idea de escasez.

Pero no como la consideran los economistas, muchos de los cuales definen su oficio como el estudio de la asignación de los recursos escasos entre sus usos alternativos. No, la idea de escasez que nos vende es la de que tenemos el deber ético de vivir con menos. Viendo sus propiedades inmobiliarias y algunas de las mobiliarias en el reportaje de El País, no tengo duda de que la recomendación no la aplica a su propio caso.

No hay nada más fácil que clamar contra los estragos del consumo y defender la contención en el gasto cuando tienes la faltriquera bien cubierta. Es una ética de mercadillo que permite a ricos como Muñoz Molina seguir viviendo desahogadamente mientras le restriegan su superioridad moral a los jóvenes que no pueden comprar ni alquilar un piso y los asalariados que luchan por llegar a fin de mes.

La izquierda, tradicionalmente, no abogaba por la escasez. Lo que buscaba era un mundo donde no hubiera escasez y, por tanto, pudiéramos "hacer una cosa hoy y otra mañana, cazar por la mañana, pescar por la tarde, criar ganado al atardecer, criticar después de la cena, según mi voluntad, sin convertirme jamás en cazador, pescador, pastor o crítico", según dejó escrito Marx como descripción, tremendamente cursi por otro lado, de lo que sería una sociedad comunista. Pese al contraste con la realidad del gulag y el Gran Salto Adelante, la idea siempre fue la de crear una economía que nadara en la abundancia, hasta el extremo de que sus frutos pudieran ser compartidos en pie de igualdad por todo el mundo, sin que a nadie le faltara de nada.

Quienes algo sabemos de economía somos consciente de que es una fantasía irrealizable, porque las necesidades humanas siempre estarán por encima de los recursos disponibles, por más que crezcan. Pero el fracaso del socialismo en el mundo real ha llevado a la izquierda a abandonar la ambición de la abundancia. La lucha de clases se ha transformado en la lucha entre grupos sociales por motivo de sexo, raza, orientación sexual, etc. Y el ecologismo y el decrecentismo de Muñoz Molina son ideas que lo que buscan explícitamente es hacernos más pobres en nombre de la ética y del bienestar del planeta. Se siguen llamando a sí mismos progresistas, pero ya no les gusta el progreso.

Tienen en el cambio climático una eficaz herramienta para cumplir con ese objetivo. No hay más que contrastar el crecimiento de Estados Unidos durante los últimos veinte años, donde el miedo al apocalipsis climático casi no se ha traducido en medidas empobrecedoras, con la Unión Europea donde sí lo ha hecho, hasta el punto de que ya no queda lejos el día en que nos doblen en renta per cápita. Cada vez más pobres, pero con el consuelo de tener a ricos como Muñoz Molina aplaudiendo. Lo que sea con tal de ponerse la medalla de lo bueno que es y lo concienciado que está. Que es, al final, lo único que les importa.

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