Mientras el Gobierno de España desatiende de forma grave e irresponsable sus obligaciones territoriales en Canarias, Ceuta y Melilla, Marruecos adopta toda clase de iniciativas que le ayuden a poner en cuestión la soberanía de los enclaves españoles en el norte de África y del archipiélago canario. La intención del régimen de Mohamed VI de construir un gran centro islámico en la mezquita del Tesorillo de Melilla es una de esas iniciativas, la última.
La intención marroquí es evidente, tan evidente que levanta recelos y malestar en sectores religiosos de la ciudad, dado el indisimulado propósito marroquí de desespañolizar Melilla y que de manera paulatina, igual que Ceuta, acabe integrándose en el Reino de Marruecos como fruta madura. La penetración islámica es una de las tácticas habituales de Rabat para desestabilizar las ciudades españolas.
La presencia e influencia marroquí en Ceuta y Melilla son cada vez más intensas y en muchos casos resultan extremadamente ofensivas para la población española. Marruecos dedica mucho esfuerzo y recursos a acentuar su presencia y posición en ambas ciudades mientras que el Gobierno español mira hacia otro lado de manera sistemática, igual que ocurre con las Canarias. La pasividad nacional facilita las operaciones tentaculares de Marruecos, su infiltración en la sociedad de dichos territorios y el objetivo final de arrebatarlos a España mediante la desestabilización y la islamización.
No es la primera vez precisamente que Marruecos pone a prueba a España. En Rabat están siempre atentos a los momentos de flaqueza del vecino del norte y su diplomacia no le hace ascos a la táctica de los hechos consumados. La Marcha Verde o el asalto a la isla de Perejil son algunos ejemplos de esa diplomacia rabatí. La construcción de un centro islámico en Melilla, otro. El Gobierno español no piensa hacer absolutamente nada frente a este nuevo paso adelante de Marruecos en territorio nacional, una injerencia en toda regla cuyo propósito es acentuar la creciente dependencia del colectivo musulmán local respecto a Marruecos.
Los ciudadanos de Ceuta y Melilla y de las Canarias están absolutamente desprotegidos ante la creciente influencia de Marruecos en su territorio. El control de las fronteras que ejerce Marruecos, el manejo estratégico contra España de la inmigración, la infiltración en los ámbitos religiosos, sociales, políticos y culturales forman parte de la política de Rabat desde los años setenta del siglo pasado. En todo el tiempo transcurrido, España ha ido cediendo posiciones sin aparentar preocupación. Algún día se tendrá que reaccionar, salvo que la estrategia sea abandonar a su suerte Melilla, Ceuta y las Canarias.


