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¿Verde que te quiero verde?

El mismo Gobierno que declara la "emergencia climática" abusa del Falcon, desaprovecha inversiones en renovables y llena el campo de burocracia incendiaria.

El mismo Gobierno que declara la "emergencia climática" abusa del Falcon, desaprovecha inversiones en renovables y llena el campo de burocracia incendiaria.
Imagen de un bombero de la Diputación de Alicante trabajando en un incendio de León. | CONSORCIO ALICANTE

La semana pasada me preguntaba en esta casa qué sería necesario para que Pedro Sánchez suspendiera sus vacaciones y asumiera de una vez su responsabilidad como líder del Ejecutivo. Hoy, sabemos que padecer uno de los peores años en incendios forestales desde hay registros ­–con más de 350.000 hectáreas calcinadas­– no lo es, pues el presidente ha decidido permanecer en la Mareta en unas vacaciones pagadas por los españoles junto a su familia, incluidos sus cuñados.

Sin embargo, Su Sufrida Sanchidad ha decidido honrarnos al resto de los mortales con su gloriosa presencia visitando las zonas afectadas, pero eso sí, volviendo siempre a Canarias para que nuestro líder supremo siga disfrutando de su merecido descanso estival. La cuestión es que el hecho de que opte por seguir en Canarias tiene una huella ambiental enorme, pues el Falcon debe de volver todas las noches a Madrid por cuestiones logísticas y de seguridad nacional, incrementando así de sobremanera los desplazamientos respecto a si saliese desde la capital.

Veámoslo con un ejemplo con su viaje a Asturias de este viernes: el avión presidencial salió de la base militar de Torrejón de Ardoz, recogió al presidente en Canarias, lo trasladó a Asturias, lo volvió a dejar en Canarias y retornó finalmente a Madrid. Por el contrario, de haber renunciado a su estancia en la Mareta sería un simple viaje de ida y vuelta, ahorrándole a un castigado planeta –que según él se encuentra al límite– una enorme cantidad de contaminación. De hecho, si Pedro Sánchez hubiera cumplido con su obligación de retornar a Madrid en medio de una emergencia nacional, el Falcon habría emitido 89 millones de toneladas menos de CO2, lo que equivale al consumo medio de un automóvil estándar durante 48 años.

Hemos de tener en cuenta que estas incoherencias medioambientales no son nuevas en el Gobierno. En este sentido, se han pasado décadas subvencionando la instalación de energías renovables tales como la solar y la eólica, lo cual ha incrementado de sobremanera la participación de estas en el mix energético. Por el contrario, no han hecho las inversiones necesarias que el sistema necesitaba para acoplar de una forma tan masiva a estas nuevas formas de energía, lo que derivó, presuntamente, en el apagón que padecimos al faltar sincronía en el sistema.

Ante esta situación, Red Eléctrica Española ha decidido limitar la producción de las energías renovables para garantizar la estabilidad de la red. Concretamente, el 10% de la capacidad de producción de las renovables no se está explotando con el fin de evitar nuevas incidencias. Esto es escandaloso cuando cada año se desestiman el 50% de las solicitudes de la industria para conectarse a la red por falta de capacidad, lo cual supone perder cada ejercicio unos 60.000 millones de inversión industrial.

Huelga decir que habría formas de hacer estable a la red aun cuando haya mucha producción de renovables no síncronas, pues existen tecnologías como los volantes inercia o las nuevas baterías con altas capacidades de almacenamiento que permitirían hacer al sistema seguro a la vez que se aprovecharía toda nuestra capacidad de producción eléctrica. Lo que no tiene ningún sentido es perder industria porque nos falte capacidad de producción mientras tenemos a las renovables a medio gas porque no se han hecho las inversiones necesarias para que puedan operar a pleno rendimiento con total seguridad.

Por último, conviene escuchar a los agricultores y ganaderos estos días para darse cuenta de que la política medioambiental de los últimos lustros se ha llevado a cabo de una forma soberbia, desconociendo al medio rural e impidiendo el uso legítimo de usos y costumbres que habían garantizado durante siglos un equilibrio en nuestros bosques. Multar a la gente con 200€ por recoger piñones de un camino, castigar a quien recoge leña que se ha caído de los árboles, establecer larguísimos trámites administrativos para ejecutar actividades fundamentales como el desbroce y la limpieza del campo…

Cuando uno analiza las políticas que han llevado a cabo con el medio ambiente políticos como Pedro Sánchez ­–que nos dibuja un escenario apocalíptico mientras él no se contiene lo más mínimo para evitar ese supuesto desastre–, se evidencia que la izquierda se ha servido del ecologismo, al igual que hace con todas las causas sociales, con el único fin instrumentalizarlo y usarlo para sus espurios intereses partidistas.

Verde que te quiero verde, propugnan una y otra vez nuestros muy ecologistas líderes. Sin embargo, estoy convencido de que si la naturaleza pudiese contestarles les diría aquello de "quiéreme menos, pero quiéreme mejor".

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