Sánchez, el paria internacional que firmó gastar el 5% en Defensa
En política exterior hay poco margen para las trampas e incumplir la palabra dada puede tener consecuencias gravísimas.
España ha quedado fuera de la coalición internacional contra el narcotráfico en Venezuela y ha sido seriamente advertida por los Estados Unidos por sus negocios con la tecnológica china Huawei. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se ha convertido en una figura molesta a la par que irrelevante en la escena internacional. Nadie cuenta con el Gobierno español por la propensión de Sánchez a ir por libre y generalmente en contra de los intereses de los países occidentales, hasta ahora los socios tradicionales de España.
Sánchez pretende cambiar las líneas maestras de la política exterior española, un objetivo muy arriesgado cuando el cambio pasa por desconectar de las obligaciones militares contraídas en el marco de la Alianza Atlántica. En la última cumbre de la OTAN se pudo apreciar perfectamente como Sánchez era tratado casi como un paria, como un socio incómodo y de escasa fiabilidad. Nada raro a tener las declaraciones previas de Sánchez en contra del acuerdo general para aumentar el gasto en Defensa hasta el 5%.
En una de las más atroces y lamentables actuaciones de Pedro Sánchez en el exterior, el presidente acabó firmando el mismo documento suscrito por los demás primeros ministros de la OTAN, circunstancia no precisamente anecdótica por mucho que Sánchez diga para consumo interno que no piensa cumplir con el compromiso adquirido. El Gobierno no puede permitirse sacar a España de los consensos básicos ni convertir su firma en un garabato sin valor. En política exterior hay poco margen para las trampas e incumplir la palabra dada puede tener consecuencias gravísimas.
Sánchez está acostumbrado a que sean otros los que paguen sus deudas. Es evidente en el caso de sus acuerdos con los separatistas, que tienen un elevado coste político y económico que asumen los españoles. Los ciudadanos pagan también la incompetencia del Ejecutivo ante catástrofes como la pandemia, la gota fría, el gran apagón o los incendios de estos días. Y es muy probable también que el sanchismo acarree una elevada factura en materia internacional.
Los avisos de los Estados Unidos no deberían caer en saco roto porque una cosa es intentar enmendar la plana a Donald Trump y otra muy diferente no cumplir con los compromisos firmados negro sobre blanco relativos al gasto militar para adaptarse a los criterios de la OTAN. Tampoco parece lo más sensato por parte de Sánchez tratar de encabezar una ofensiva diplomática contra Israel por su cuenta y riesgo.
Pero es que no sólo Estados Unidos contempla cada vez con mayor prevención al Gobierno. Lo mismo ocurre en la Unión Europea, donde ha trascendido sin paños calientes el alcance tóxico de los casos de corrupción que rodean a Pedro Sánchez. Pero aunque la situación interna de Sánchez fuera otra, el presidente español no se ha mostrado como el primer ministro más fiable. No se entiende, por ejemplo, que firmara el documento de la OTAN mientras se mostraba en contra del aumento de gasto. Y hay crecientes sospechas sobre la posibilidad de que Sánchez trate de hacer pasar como gasto en Defensa los mítines sobre el cambio climático.
El líder socialista es un personaje cada vez más contaminante. Su tiempo en la escena internacional ha pasado. Y no hace tanto que pretendía tener una carrera mundial tras su paso por la presidencia del Gobierno. Aspiraba, ni más ni menos, a secretario general de la OTAN, una organización que con primeros ministros como él no tendría ningún futuro.
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