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José García Domínguez

Y después de Sánchez, ¿qué?

La derecha tendrá que hacer algo más que limitarse a gestionar lo que hay; más que nada, porque lo que hay no va a ninguna parte.

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo comparece tras la reunión del Comité de Dirección del PP celebrada este lunes en la sede de la calle Génova. | EFE

Comienza un nuevo curso político y se percibe en el ambiente una inequívoca sensación de final de ciclo. Es ese estado de ánimo colectivo que se da cuando ya todo el mundo intuye que el Gobierno anda en las últimas y la oposición se lanza a poner toda la carne agitativa y propagandística en el asador, consciente de que está a punto de llegar su momento. De hecho, el tono cada vez más agresivo y virulento de la reyerta partidaria, la tangana que se desarrolla a casi todas las horas del día en esos campos de batalla virtuales que son los escaparates mediáticos, confirma la verosimilitud del presagio. Resulta muy probable, si, que esto se esté acabando.

A mí, que ya cargo unos años, la inflexión cada vez más agreste del paisaje retórico me recuerda mucho el ocaso de Zapatero y también el de González. Razón por la que empiezo a echar de menos algo parecido a un proyecto de España en labios del Partido Popular. Porque cuando se acabe el ruido y la furia, tras el cese de los fuegos artificiales, la derecha tendrá que hacer algo más que limitarse a gestionar lo que hay; más que nada, porque lo que hay no va a ninguna parte. Con la izquierda en el poder, España se ha conformado con reproducir el modelo de sol, playa, inmigración barata y cemento caro, la misma bomba de relojería que nos estalló en la cara allá por 2008.

Si bien con una novedad notable. Porque, esta vez, cuanto más crece el PIB, peores resultan ser las condiciones de vida de los españoles de origen. Se habla mucho de la decadencia de Cataluña, pero es que Valencia, Baleares o Canarias están igual, cuando no peor. El modelo de siempre, el del turismo, inmigrantes y cemento, sólo posee una virtud: resulta muy fácil ponerlo en práctica para cualquiera que ocupe la Moncloa. Pero esa mediocridad estructural es pan de hoy ( y ya ni siquiera eso) y hambre para mañana. Al cabo, para seguir con más de lo mismo, que se quede Sánchez.

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