La "Global Sumud Flotilla", presentada mundialmente como la más impresionante operación humanitaria jamás organizada, volvió a puerto a las pocas horas de zarpar de Barcelona al encontrarse con una fuerte marejada. La decisión de volver proas hacia la seguridad de la dársena barcelonesa es consecuente con la fragilidad de las embarcaciones (varias de ellas, simples barcos de recreo) y, sobre todo, con el hecho de que nunca se pretendió ayudar realmente a la población gazatí, porque el verdadero objetivo de la astracanada ultra, comandada por personajes como Ada Colau o la inefable Greta Thumberg, siempre fue menoscabar la imagen de Israel.
La treintena de embarcaciones fletadas por particulares para llevar pretendida ayuda humanitaria a Gaza intentarán salir de nuevo hacia su destino, pero siempre que las condiciones meteorológicas lo permitan, porque la afirmación de Colau de que no darían un paso atrás en su decisión de abrir un corredor marítimo no contaba con la tramontana del Golfo de León. Hasta ahí llegó el ardor guerrero de la marinería ultraizquierdista.
La agitación internacional contra el Estado de Israel, de la que el Gobierno de Sánchez y sus socios han hecho bandera, había presentado la iniciativa de esta flotilla como un gesto heroico de profundo significado político en el ámbito internacional. Dos días de festejos portuarios, con toda la parafernalia que caracteriza a la ultraizquierda en sus celebraciones, y la adhesión de personajes públicos caracterizados por su militancia antiisraelí, llevaron la partida de las embarcaciones (muchas de ellas peligrosamente endebles) a las páginas de la actualidad internacional. El fiasco de su retirada y la vuelta al puerto ante la primera dificultad de navegación deja en ridículo por enésima vez a sus protagonistas, aunque la gran mayoría de medios siga tratando de hacer creer que estamos ante un hecho histórico de carácter altruista, que nada tiene que ver con la política.
Sin embargo, la realidad es que la Franja de Gaza está controlada por un grupo terrorista, Hamás, que controla la llegada y distribución de la ayuda a la población civil, como corresponde a una banda de asesinos capaces de utilizar a niños y ancianos como carne de cañón en su enloquecida campaña de terror contra los israelíes. Pero eso no es algo que preocupe a Colau, Thumberg y sus grumetes fanatizados. Ellos están para atacar a Israel y defender el relato falsario del terrorismo palestino, cuyos símbolos enarbolan para que no quede duda de qué parte están.
La ayuda humanitaria que dicen acarrear en sus bergantines es muy difícil que llegue a su pretendido destino, la población civil de la Franja, y eso si es que alguna vez tocan puerto de destino, algo que, a tenor de cómo ha comenzado la singladura, todavía está por ver.


