La urticación nacional
Si algo bueno puede extraerse de esta urticación infecciosa es la reacción del resto de España, una gran mayoría, ante los blandidores de ramos de ortigas hirientes que este gobierno, ya en minoría, representa.
La urticación es un antiguo procedimiento terapéutico consistente en flagelar con ramos de ortigas frescas determinadas partes del cuerpo de un enfermo con el fin de sanar su dolencia. Su propósito es desencadenar una urticaria en la creencia de que la irritación cutánea podría atraer al mal hacia el exterior del cuerpo afectado. Afortunadamente, tal tormento, y la superstición que anima, ha desaparecido de las consultas y los hospitales.
Sin embargo, la urticaria, esa picazón insoportable que tomó su nombre de las ortigas, sigue existiendo y no sólo a nivel individual. Además de la "erupción de habones o manchas rojas con intenso picor, producida por reacción alérgica a ciertos alimentos o sueros o por picaduras de insectos o de plantas" en una persona, puede consistir en un escozor moral que puede afectar a las naciones.
Un ejemplo de este resquemor insistente e irritante es el propio Presidente del Gobierno. Según le aseguró ayer a su ancilar Pepa Bueno, puede salir a la calle perfectamente y sin problemas. Otra mentira más de las suyas, un "himalaya" de embustes, como se ha podido comprobar cada vez que ha salido corriendo de los sitios o no ha acudido a citas por miedo al abucheo. Según las últimas encuestas, mucho más de la mitad de los españoles sufren de urticaria cada vez que lo ven.
Se rió durante el masaje periodístico con que le obsequió su sierva cuando le susurró sobre la imputaciones vigentes de sus familiares, esposa y hermano, y de sus más cercanos amigos políticos. Sabiendo lo que se sabe ya, ¿acaso no es comprensible que la simple visión de esa jeta maquillada para dar pena que ahora luce produzca urticaria en la mayoría de los ciudadanos y, en particular, en unos estamentos judiciales a los que acusa sin pruebas de servir a las políticas de la derecha (y la ultraderecha, no se olvide)?
En realidad, vivimos en una España enferma, no solo de incendios, que está sintiendo con más potencia cada vez la urticación a que está siendo sometida por el ortigal en que se han convertido el gobierno y sus socios de cloaca. Es que parecen decididos a producir una irritación cada vez más intolerable en los que llevan ya siete años comprobando sus trolas, sus enjuagues, sus atentados contra la patria común e indivisible y contra toda prudencia y decencia.
Ahí tienen lo penúltimo: la comezón producida en la epidermis nacional por la singladura fallida de la flotilla pro Hamás. Que una tipa como Ada Colau utilice el dolor de los palestinos para hacer su campaña electoral, ya es urticante. Pero que se olvide de los rehenes israelíes, asesinados o secuestrados por los terroristas islámicos, es un caso de atentado intelectual y moral contra la realidad y la prudencia geopolítica que produce urticaria.
¿Y el abrazo vergonzoso de Illa, qué mascarilla, y el fugado Puigdemont en una sede oficial de la Generalidad de Cataluña? Si ya el encuentro entre un ex presidente del Gobierno, el cada vez más infamante Zapatero, y un prófugo de la justicia, es nacionalmente humillante, ¿qué es esta miserable operación para lograr la aprobación de unos presupuestos y cuánto más nos va a costa a ese resto de España urticado hasta la extenuación?
Que para satisfacer a los golpistas catalanes se está esquilmando a ese resto de España, produce urticaria. Que la ministra Montero, candidata a presidir Andalucía, pretenda simular un beneficio para los andaluces con una quita general de la deuda a las CC. AA, ya es de una quemazón insoportable. Fedea, más fiable que la trianera de aquí a Lima, ha demostrado que en realidad cada catalán obtendrá 1.063 euros más y cada andaluz dejará de recibir 411 euros, 1.206 los murcianos y 1.474 los valencianos. O sea, que están comprando seguir en el gobierno, y más que comprarán cuando vuelva Illa, qué mascarilla, con la nueva factura.
Para escozor urticáceo, el que produce el descenso del nivel de vida real de todos los ciudadanos en los últimos años. Lo intuíamos por el precio disparado de la lista de la compra, pero ahora se sabe que desde que Pedro Sánchez nos preside, los precios han aumentado de media acumulada en un 23 por ciento y el impuesto por IRPF, cuando menos, un 56,17%. De la vivienda, ¿para qué mencionar lo que tiene a los jóvenes con un sarpullido escandaloso desde hace años?
Lo que ya es superior a una urticaria de libro, es el tratamiento de la inmigración. Vengan sin papeles (ni de salud ni de penales ni de identidad ni de nada) y nada de presión a las mafias y países que los llevan a pocos metros de nuestras costas. ¿Por qué será? ¿Y no es urticante en grado de conmoción el que unas regiones reciban más o menos inmigrantes según su afinidad política con el gobierno? ¿No lo es el incremento de la sensación de inseguridad que escandaliza o acojona, según, a los españoles? Véase lo último: Hortaleza.
Si algo bueno puede extraerse de esta urticación infecciosa es la reacción del resto de España, una gran mayoría, ante los blandidores de ramos de ortigas hirientes que este gobierno, ya en minoría, representa. Que este engendro social-comunista-separatista desaloje las instituciones y las convicciones, dependerá de que nuestras razones y votos sean tantos y tan efectivos que se puedan conseguir mayorías cualificadas para cambiar el curso de la Historia de España.
Una cifra: para sobrevivir como nación es preciso que se alcancen los 234 diputados y los 176 senadores entre todas las fuerzas que quieran enderezar el entuerto español mediante una cura decisiva que nos libre de la urticaria nacional que nos causan. No se está lejos. Las encuestas dicen que la oposición supera ya los 200 escaños. Una actuación inteligente de patriotismo democrático podría conseguirlo. Pero, ¿PP, Vox y el rosario disperso de afectados por la urticación, quieren, esto es, queremos?
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