
Sin aviso previo y, por supuesto, sin aceptar preguntas de la prensa, Pedro Sánchez anunciaba este lunes una serie de "medidas de choque" antiisraelíes con las que profundizar en su enfrentamiento, ya descaradamente antisemita, con la única democracia de Oriente Medio.
En su comparecencia el presidente del Gobierno reconocía que la batería de nueve medidas que pone en marcha este lunes no va parar la guerra, pero es que Sánchez no pretende ni mucho menos frenar la guerra: esto es sólo un show pensado para consumo interno, en un momento políticamente muy delicado para él, en el que sólo pretende poner sobre la mesa algo que no sea que su mujer está imputada por cinco delitos, su hermano va a ser juzgado en breve, igual que el fiscal general del Estado, que el penúltimo secretario de Organización en el PSOE está en la cárcel y que el anterior tiene no pocas papeletas para acabar a la sombra cualquier día.
Las medidas, como digo, no van a tener absolutamente ningún efecto sobre el terreno aparte de que a Hamás le llegue algo más de dinero, ya sea directamente o través de la UNRWA. Pero más allá de su nula capacidad para influir de verdad en la guerra, diplomáticamente son un bofetón enorme a Israel y, de nuevo, a nivel internacional colocan a España como la avanzadilla más radical del antisemitismo mundial. Un papel en el que está claro que Sánchez se siente la mar de cómodo.
Del antisemitismo de Sánchez a los asesinatos de Hamás
Se da la circunstancia de que menos de una hora después de que Sánchez escenificase públicamente la forma en la que sigue ayudando a Hamás, terroristas palestinos perpetraban un atentando en Jerusalén en el que uno de los –por ahora, por desgracia hay varios heridos graves y la cuenta podría subir– seis fallecidos es un español: Yaakov Pinto.
Probablemente no ha habido un día en el que el antisemitismo de nuestro Gobierno y, hay que reconocerlo, de buena parte de la sociedad española, no haya quedado más en evidencia: Sánchez lanzando cables políticos de envergadura a los terroristas y estos actuando como tales y matando a un español. Es terrible, pero tengo que decirlo: a muchos este asesinato les parecerá menos grave porque Yaakov era judío y, por tanto, según los antisemitas de uno u otro extremo político, menos español. A ese punto dramático hemos llegado ya.
España no tiene bombas nucleares
En uno de los momentos más abracadabrantes de su comparecencia Pedro Sánchez, que venía de repetir al detalle todas las trolas de Hamás sobre muertos, heridos y desplazados, ha dicho que "España no tiene bombas nucleares, portaviones ni grandes reservas de petróleo", por lo que "nosotros solo no podemos detener la ofensiva israelí".
Es una de las declaraciones más alucinantes que ke hemos escuchado al marido de Begoña Gómez: ¿acaso ha querido decir que si España tuviese un arsenal nuclear estaría dispuesto a usarlo contra Israel? Yo diría que más bien estaba justificándose por no hacer nada verdaderamente significativo ante los propios votantes socialistas y los medios de comunicación cuyo antisemitismo han exacerbado él mismo y otros miembros de su Gobierno, en especial el infame Albares, pero desde cierto punto de vista eso es irrelevante: en política internacional lo que puede entenderse como una amenaza se entienda como una amenaza.
Mas allá de que la presión de unos medios de comunicación rebosantes de propaganda de Hamás está llevando a muchos países occidentales a posicionarse de una forma u otra contra Israel, no hay tantos, por no decir ninguno, que esté llevando su posición al extremo al que la está llevando Pedro Sánchez, cortando de forma contundente cualquier posibilidad de encuentro y colocando a ambos países al borde de la ruptura de relaciones.
¿Es antisemitismo u oportunismo?
Es un hecho innegable que el Gobierno se aprovecha de la cuestión palestina y esgrime sus decisiones contra Israel como cortinas de humo para despistar a la opinión pública de los problemas políticos que le causan los numerosos y gravísimos casos de corrupción que le rodean, tanto en su partido como en su propia casa.
Pero esto no quiere decir que el posicionamiento contra Israel de Sánchez y los suyos no sea furibundamente antisemita, lo hemos dicho alguna vez y, me temo, lo tendremos que decir muchas más: durante toda la historia el antisemitismo ha sido exactamente esto, aprovecharse de las pasiones más bajas de la gente para despistar a todos de otros asuntos.
Por ejemplo, en la España del siglo XIV las juderías se asaltaban y los judíos se asesinaban para, de paso, robar lo que se pudiese y quemar los apuntes de deuda de los prestamistas, además de violar a las mujeres, una tradición que ha mantenido Hamás. Y en la Alemania nazi la cuestión judía sirvió para, entre otras cosas, tener un gran chivo expiatorio de la derrota en la I Guerra Mundial y, curiosamente esto no se comenta mucho, los bienes de aquellos que fueron asesinados en el Holocausto sirvieron para alimentar la maquinaria de guerra de Hitler y de paso las cuentas de algunos jerarcas del régimen.
Y esto mientras por toda España se multiplican las manifestaciones contra un grupo de deportistas por su vinculación con Israel y la organización de la competición en la que participan –¡ y el Gobierno!– les ofrecen como solución que se vayan.
Pero no, en España no hay antisemitismo, que va, son todo imaginaciones mías.
