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Estropicios del cordón sanitario

Excluir del Gobierno a los que ganan elecciones o evitar que las ganen, mediante el cordón sanitario previo, no son soluciones.

Excluir del Gobierno a los que ganan elecciones o evitar que las ganen, mediante el cordón sanitario previo, no son soluciones.
Francois Bayrou y su sucesor como primer ministro, Sebastien Lecornu | EFE

La crisis política francesa es el efecto inevitable del cordón sanitario. Las acciones destinadas a evitar que se materialice en el Gobierno el voto mayoritario de los electores conducen al bloqueo que se está haciendo permanente en Francia. Se ha dicho que Bayrou ha caído, porque dijo la verdad y esa verdad, traducida a un plan de ajuste, era una verdad desagradable. Pero Bayrou ha caído porque no le ha votado nadie. Por lo mismo que cayó Barnier y caerá el siguiente. Derecha e izquierda radicales no tienen incentivos para sostener a Gobiernos que surgen del propósito de excluirlos. Los de Le Pen vieron cómo el cordón sanitario les arrebató la victoria en las legislativas y los de Mélenchon, principales beneficiarios del frente contra Le Pen, vieron a su vez cómo, a pesar de su resultado, se les excluyó del Gobierno.

Mantener a los etiquetados como populistas fuera de responsabilidades de Gobierno se ha justificado de distintas formas. Una es definirlos de amenaza para la democracia. Se afirma que no se puede permitir que esa amenaza llegue al Gobierno, aunque la vote la mitad de la población, y se recuerda cómo arribaron al poder los nazis. Claro que si son seriamente una amenaza para la democracia, la cuestión es por qué la democracia no los pone fuera de la ley. Hoy la democracia tiene un instrumental y una legitimidad que no tenía en los años 30 del siglo XX. Pero no los ilegaliza porque no hay justificación legal para hacerlo. Lo que ocurre es que viene muy bien tener una "amenaza para la democracia" para meter miedo al electorado y conseguir que vote a partidos que no votaría sin ese temor al coco.

La segunda línea de defensa del cordón es mantener a raya el populismo. El cordón sería el muro que salva a las nobles instituciones de la contaminación populista y el foso que impide que la chusma invada el castillo de los ilustrados. Pero, ¿qué ilustrados? Se dijo en tiempos que el populismo era ofrecer soluciones simples a problemas complejos. Pues váyase a ver cuantos son los gobiernos democráticos que no hacen exactamente eso mismo. El populismo es ahora transversal. Lo hacen todos. Y si no hacen populismo, en el sentido antes descrito, hacen demagogia. O las dos cosas, como el de Sánchez.

Excluir del Gobierno a los que ganan elecciones o evitar que las ganen, mediante el cordón sanitario previo, no son soluciones. Son una fuente de problemas. Y una fuente de deslegitimación. Sea el excluido de la derecha radical o de la izquierda ídem. Es más fácil que pierdan fuerza estando dentro que fuera, como outsiders perpetuos. Si Podemos no hubiera estado en el Gobierno y demostrado de qué era capaz e incapaz, hoy aquel Pablo Iglesias populista podía ser presidente

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