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Anna Grau

Todos para uno…

Si no les gusta el "America first" o el "Catalunya primer", no esperen a que sea políticamente correcto y cómodo decirlo.

Sílvia Orriols, líder del partido político Aliança Catalana, durante la manifestación independentista con motivo de la Diada. | EFE

El viernes pasado por la noche, el segundo canal de TVE emitió un instructivo debate de los portavoces de todos los grupos del Parlamento de Cataluña, moderados —tiene más mérito del que parece— por el curtido periodista Lluís Falgàs. Es interesante constatar que, de todos los portavoces presentes, solo una era inmediatamente reconocible a nivel nacional, y es justo la única que ha jurado no presentarse nunca a las elecciones para el Congreso: la emergentísima líder de Aliança Catalana, Sílvia Orriols.

En el debate se habló de Salvador Illa, de Pedro Sánchez, del problema de la vivienda, que es un drama en toda España, pero en Cataluña y sobre todo en Barcelona alcanza cotas trágicas, de la dichosa financiación singular, de las dichosas competencias de inmigración, de presupuestos fantasma, de independentismo, de españolismo, de Gaza… Mayormente en bucle por no decir en vano, a pesar de los firmes esfuerzos del gran Falgàs para poner orden y pedir concreción. Con eso sin duda consiguió, si no que se esbozaran soluciones, por lo menos sí un efectivo espejo de lo que hay.

Los de izquierdas acusaban a los de derechas de la crisis de la vivienda que han provocado ellos. Los de Junts achacaban al actual gobierno catalán la desastrosa gestión de los servicios que ellos les han dejado en herencia. Todos los socios de investidura se echaban la culpa mutuamente de todo lo que no funciona. La portavoz socialista oía llover. El PP había ido a hablar de su libro (Sánchez) y el representante de Vox se arrancó con algunas frases en español que no hace tanto habrían levantado ampollas, pero que a estas alturas pasaron sin pena ni gloria. El cordón sanitario contra ellos no es que haya decaído. Siguen siendo un cuerpo extraño en la muy endogámica política catalana. Donde por eso mismo ahora tiene muchísimo más morbo el cordón sanitario contra Orriols.

Yo fui diputada de Ciudadanos en el Parlamento catalán en la misma legislatura en que llegaron los primeros diputados de Vox. Entonces todo eran lamentos porque la "ultraderecha" hubiese poco menos que "profanado" la hasta entonces inmaculada cámara. A mí me daba la risa. Dije en un programa de TV3, y casi me linchan por ello, que si se considera ultraderecha todo discurso político que priorice la identidad de los de "dentro" frente a los de "fuera", entonces a los catalanes no nos hacía falta importar de eso, porque ya lo producíamos en casa y en masa desde hacía rato, cortesía de Junts per Catalunya. Supongo que a día de hoy ya se va viendo que aquello no era una provocación ni una boutade.

Yo soy consciente de que en España la palabra "liberal" no se entiende mucho. Hay quien la asocia a una especie de capitalismo descontrolado y salvaje, obviando la noble tradición, qué sé yo, de las Cortes de Cádiz. Yo por liberal he entendido siempre que lo colectivo cuenta, claro que cuenta: pero no determina. Que a uno, más que su origen o su condición, su raza o su género, le representan y definen sus actos. Que la ley tiene que ser una e igual para todos. Sin xenofobia y sin exclusiones, pero también sin buenismos interesados. Y algo siniestros.

Corre por ahí mucho progre que se cree que ayuda a ciertos colectivos discriminándolos a favor. Lo cual, si se hace matando moscas a cañonazos, es tanto o más dañino que discriminarlos en contra. No se ayuda a las mujeres que realmente han padecido una agresión sexual negando la evidencia de que hay mujeres que denuncian agresiones en falso, igual que no ayuda al inmigrante decente mirar para otro lado cuando un inmigrante indecente comete un delito. Se empieza absolviendo a O.J. Simpson del clamoroso asesinato de su mujer por ser negro y se puede acabar abriendo camino a que alguien piense que todos los maridos negros tienen excusa para matar a sus esposas blancas, con lo cual, mejor prohibimos los matrimonios interraciales, ¿no? La botella medio llena es tan peligrosa como la medio vacía.

Es evidente que a día de hoy la derecha alternativa hace un uso muy alarmante de cuestiones como el género, la raza, etc. Tan evidente como que el terreno fue ampliamente abonado por la izquierda woke cuando decidió trasladar sus furores revolucionarios de lo social y económico a lo identitario. A erigirse en Gran Timonel de determinadas "minorías".

Nos ha costado mucho llegar hasta aquí, entendiendo por aquí la democracia liberal, a veces aburrida, casi siempre imperfecta, pero donde el ideal es una sola y misma ley para todos, y donde el individuo, por muy solidario que sea y muy comprometido que esté, por muy apegado que se encuentre a sus orígenes, básicamente debe responder ante la sociedad de sí mismo. No de la etiqueta que unos u otros le hayan querido poner. Si no les gusta el "America first" o el "Catalunya primer", no esperen a que sea políticamente correcto y cómodo decirlo. Porque no lo va a ser nunca, saben. La libertad, la igualdad y la fraternidad —que no el marcar el paso como borregos— no las regalan. Hay que pelearlas cada día. Eso se sabe desde que Ibsen escribió "Un enemigo del pueblo" y hasta desde que Alejandro Dumas escribió "Los tres mosqueteros". Todos para uno y uno para todos. Le faltó añadir: excepto cuando uno no es nadie.

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