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Pedro de Tena

Salvación nacional

Algo ha tenido que fallar en los engranajes de 1978, que habrá que inspeccionar, detectar y resolver

A algunos puede parecerle dramática esta titulación, incluso sobrecargada y alarmista. Pero no a mí. Cuando digo "salvación nacional", digo previamente que España, esa nación histórica fácilmente reconocible para todo el mundo salvo para algunos españoles que la odian, está claramente en peligro. No se trata de un peligro incierto por brumoso u oculto. Está a la vista, es total y afecta al sistema nervioso de toda la Nación, a los elementos vertebrales de su continuidad.

Si había alguna gota capaz de rebosar de este vaso del asco en que se ha convertido la política nacional, la publicación de las actas de las negociaciones entre el gobierno Zapatero y ETA en The Objective, adquiere esa significación. Que hasta se estuviese dispuesto a pagar dinero a ETA mediante una ONG – qué papel miserable el de muchas de estas organizaciones sí gubernamentales -, para que dejara de matar, es vergonzoso.

Lo único que no aparece en esas actas es la dignidad nacional, la dignidad de una democracia constitucional que teniendo instrumentos reglados para combatir el terrorismo no los usó nunca. Nadie ha explicado por que no se usaron nunca los artículos de la Constitución que permiten la declaración de un Estado de Excepción que hubieran permitido combatir legalmente el asesinato impune de ciudadanos. Eso sí, se optó por los GAL, otra vergüenza nacional.

Casi mil muertos, decenas de miles de heridos y centenares de miles de exiliados del País Vasco no valían nada porque lo fundamental era el interés electoral de una organización congénitamente enferma, así lo creo, como es el PSOE. Con el simpecado de que se dejara de matar, se atrevieron a ultrajar a unas víctimas a las que se sigue humillando hoy con los antes asesinos ocupando posiciones dentro de la administración pública o beneficiándose de los pactos corruptos sobre sus penas o sus incumplimientos penitenciarios.

Hicieron lo mismo con las víctimas del 11-M, a las que nunca se ha informado quiénes fueron de verdad los instigadores de este atentado y por qué tuvieron que morir. Eso sí, faltó tiempo para usarlos electoralmente como carne de cañón – no diré que sólo fue el PSOE, que el PP puso de su parte -, sacando la bandera de la paz a pasear. ¿No era todo fácilmente reconocible? Dígase de una vez y maduremos como nación y como Estado.

Que en estos momentos la bandera de España esté ondeando en el Furor, vaya nombre de risa, mientras escolta armado y en nombre del Ejército español a una flotilla que ni tiene por misión alimentar, ni rescatar ni apaciguar sino desafiar insensatamente a un poder militar manifiestamente superior, sin haberse consultado al Parlamento ni a nadie, es otro signo de unos tiempos que nos hacen pensar que estamos en una situación de emergencia nacional.

Además, la ocupación vía enchufismo, o vía tortura de la legalidad, de las instituciones, la invasión del poder judicial mediante el uso torticero de la Ley o el ataque directo a sus representantes, la inexistencia de presupuestos que convierten en ilegítimo a todo gobierno, el pago por el control de los medios de comunicación y de las redes sociales, la imputación judicial con procesos inminentes de todo el entorno de un presidente del gobierno (el de Portugal dimitió por mucho menos), la mediatización de la figura del Rey, la humillación del Ejército, la probable tergiversación estadística de la realidad nacional, el uso político de la inmigración y de las lenguas, el enfrentamiento con EEUU e Israel, que deberían ser amigos estratégicos…¿Para qué seguir?

¿Qué está pasando aquí? ¿Cómo es posible que un presidente que llegó al gobierno mediante un proceso electoral legal sea capaz de anular todos los controles, de eliminar todos los frenos, de anular todas las defensas y de aliarse con todos lo enemigos de la unidad y la democracia nacional para mantenerse en el poder, aunque tal voluntad conlleve un peligro cierto para la nación?

¿Cómo es que la bifidez venenosa y artera de su lenguaje contamina incluso a la oposición? ¿O no es contaminación que se hable de genocidio por parte del gobierno de Israel y no de otros, por poner un solo ejemplo? ¿Qué está pasando también en el PP con su coro desafinado de grillos y su canción cuarteada? ¿O en Vox, que crece, cierto y por ahora, pero al que le crecen más los enanos por todas partes con resultado incierto?

Ya sé que no tengo ningún poder ni capacidad de cambiar las cosas. No soy especial. Cada ciudadano español ha sido convertido en una isla incapaz de controlar su destino, ni siquiera el personal. Acabo de leer el artículo de Nicolás Redondo sobre lo que él defiende, poner el sistema social-liberal del 78 por encima de todo, y de todos los partidos, en una convergencia de unidad nacional.

Estamos ante un abismo, imagen certera de Jaime Mayor, siempre ajustado a la realidad de la nación española. Pero en la forja de ese abismo, algo ha tenido que fallar en los engranajes de 1978, que habrá que inspeccionar, detectar y resolver. Eso significa que estamos ante un panorama de salvación nacional en el que hay que llamar a las cosas por su nombre, abandonar todo idealismo ingenuo y nominalista y poner las bases de lo que pueda ser efectivamente el motor de esa salvación de la nación y de su recomposición democrática.

Lo que queda de España – qué agudeza la de Federico ¡ya en 1979! -, necesita un faro. Ante el descrédito de los políticos con pocas excepciones, tal vez deberíamos considerar el poder de la fuerza moral. Podría comenzarse con una reunión de ambos, Nicolás y Jaime, que ya en el año 2001 dieron una lección de ética y cordura nacionales, alumbrar un camino posible y luego ir generando ondas sucesivas y concordantes. Prestigio y experiencia tienen. Muchos creerán que es una tontería. Seguramente lo es, nada más que el sueño de un resistente. Pero, ¿y si no?

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