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Cristina Losada

Poca recompensa es un billete de avión

La campaña política que han hecho los socialistas a cuenta de la flotilla no tiene precio y tendrían que remunerar mejor a los participantes en el show.

Llegada de 21 activistas españoles que formaban parte de la Flotilla Global Sumud retenidos por Israel, procedentes de Tel Aviv, este domingo en el aeropuerto Adolfo Suárez Madrid Barajas. | EFE

Los españoles que iban en la flotilla vuelven a España con gastos pagados. Esto lo ha confirmado el ministro de Exteriores diciendo que es para agilizar, cosa que tendrá que contar al menudo. Los billetes de avión se sacan online sin mayor problema desde cualquier sitio y a cualquier parte, pero Albares nos quiere hacer creer que el activista fanatizado que es capaz de subirse a una embarcación para irrumpir en una zona de exclusión marítima es absolutamente incapaz de procurarse un billete de vuelta. Cierto que neuronas no parece que les sobren, pero la gestión tampoco requiere muchas. Los gastos pagados de los que regresan de la fiesta contra el genocidio han causado revuelo e indignación en gentes que no se dan cuenta de todo lo que ha hecho la flotilla por el PSOE. Reprochan al Gobierno que lo haga con dinero público, pero no lo va a hacer con el de su bolsillo. Eso Hamás. Y, a fin de cuentas, la liberalidad con la que el partido emplea los fondos públicos es tradicional.

La campaña política que han hecho los socialistas a cuenta de la flotilla no tiene precio y tendrían que remunerar mejor a los participantes en el show. Poner el viaje en avión es poca recompensa, incluso si los meten en preferente. Estamos hablando, nada menos, que de provocar un giro de guión y recuperar la iniciativa política (o algo parecido) en una de las situaciones más desfavorables que puede tener un Gobierno, con casos de corrupción de una sordidez escalofriante y encuestas que hasta hace nada le auguraban el colapso. Darle la vuelta a esta tortilla no era fácil, pero tenían que intentarlo y los socialistas han hecho lo que hacen siempre: utilizar como mano de obra a la extrema izquierda, que es la que dispone del tejido activista, y darle máxima proyección con los altavoces gubernamentales.

Los críticos comparan la generosidad de Exteriores y su dedicación plena a los locatis de la flotilla con la ausencia de ayuda a una joven española que, accidentada en Tailandia el año pasado, tuvo que hacer un crowdfunding para regresar. Pero ayudar a esta joven no aportaba ningún beneficio político al PSOE. Sólo era una carga. En cambio, los que fueron de fiesta contra el genocidio representan un activo político y una pieza clave para el giro de guión, y esto vale su peso en oro. Con la colaboración de los medios, también impagable, han transformado a estas cabezas de chorlito en unos héroes y en unas víctimas. Víctimas, sí, porque dicen que han sido torturados. En vísperas del segundo aniversario de la masacre del 7 de octubre de Hamás contra población civil israelí, con salvajes asesinatos, incluso de bebés, brutales violaciones y bárbaras mutilaciones, van los de la flotilla y dicen que es tortura que se burlaran de ellos o que no les dejaran despedirse. Y Albares dice que, por supuesto, que ya se pedirán responsabilidades. Es una ofensa a las personas que han sufrido y sufren tortura. Una indecencia. Falta que el ministro pida la opinión de los expertos en torturas que tiene Hamás.

Bien mirado, sí que había que agilizar mucho todo esto, como decía Albares. Hay un prudente optimismo sobre el plan de paz en Gaza y puede que al Gobierno español le queden pocos telediarios para exprimir el asunto. Por eso ya se ha sacado de la manga el próximo tema de confrontación.

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