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Pedro de Tena

La endofobia hispánica

El discurso antiespañol de la leyenda negra asumida acríticamente por las izquierdas, no resiste la más mínima confrontación con los hechos

Miembros de la Guardia Civil. | C.Jordá

Leía hace unos días el primer capítulo del libro de Andrés Trapiello, Próspero viento. Inesperadamente encontré una confirmación más a mi conjetura sobre el origen sentimental de las adscripciones ideológicas. Yo lo había vivido en primera persona, y así lo conté en Por qué dejé de ser de izquierdas, ese oportuno libro que necesita completarse con otro que se titule Por qué comencé a ser de izquierdas.

En mi caso, la conversión, que fue algo así por lo que tuvo de iluminación al margen de todo conocimiento racional, fue debida al deseo de agradar a unos amigos a los que admiraba por lo que quería ser aceptado, bendecido y admirado por ellos. Me invitaron a suscribir la causa republicana, que yo desconocía totalmente por entonces, pegando banderitas por la calles de Jerez, mi ciudad natal.

Eso unido a un poso evangélico a favor de los pobres, sin más concreción, y al vanidoso deseo de destacar el montón y supongo que a las rebeldes hormonas, dieron como resultado lo que después fue una militancia de izquierdas, con cárcel inclusa. Trapiello dice que fue el amor de su vida quien, junto a un beso inolvidable, le dejó en las manos un ejemplar de Mundo Obrero.

Y escribe: "Y de aquella extraña manera empezó mi relación con la política, sin que hasta entonces me hubiese ocupado de nada relacionado con ella." Pocas familias hablaron de política en la intimidad. Aquel silencio espeso tuvo consecuencias porque fuimos campo abonado para cualquier versión interesada, por infundada que fuera. Por ello, maldigo a todo al que hace de los jóvenes inocentes carne de cañón para sus prédicas.

Creo que nadie en su juventud abrazó causa ideológica alguna que no hubiese sido impulsada por aquellas pasiones instintivas sin contaminación alguna de racionalidad ni de información veraz. Supongo que semejante fondo emocional servía de palanca a otras personas para seguir un camino más cercano a las tradiciones y creencias familiares, lo cual nos acerca mucho a todos en lugar de separarnos.

Lo importante venía después. Una vez obtenido el tesoro de la creencia de los incautos, por insostenible que fuera, sucedía lo que podemos llamar la catequesis ideológica. Esto es, la asunción de las tesis principales del edificio intelectual expuesto de un modo sectario que desanimaba, por medio de reproches morales y psicológicos, toda pregunta y toda duda.

Una de aquellos dogmas que había que aceptar desde el principio era la identificación de la idea de España con Franco y la Iglesia y, en consecuencia, denigrar todo lo que aparecía como precipitado de la tradición nacional, desde la bandera a la idea de Patria, desde la Reconquista al romancero, desde el descubrimiento de América a la canción española, por cerrar así una larga lista.

Para aquellos adolescentes encadenados a la estupidez, ningun tiempo pasado fue mejor porque, claro, en aquellos tiempos, la izquierda no existía. Lo de Colón, que para vergüenza nacional ha sido homenajeado por Trump, fue el comienzo de un genocidio sistemático que perpetramos los colonialistas españoles, incluso los actuales, que jamás intervinimos en nada de aquello, y que debemos pedir perdón.

Por tanto, celebrar el 12 de octubre como Día de la Hispanidad, y encima día de la Virgen del Pilar, patrona de España y, ahí es nada, de la odiada Guardia Civil, era un contradiós, un ejemplo de la extrema derecha reaccionaria, baldón que sobrecogía y desanimaba toda investigación razonable. La única verdad radicaba en Fray Bartolomé de las Casas y su versión de los hechos, que ni siquiera habíamos leído. Sencillamente, era cuestión de fe que describía verazmente el "genocidio" español. Cualquier otra visión era reaccionaria e infame.

He mencionado varias veces a don Ramón Menéndez Pidal, un gran republicano que trabajó fecundamente antes de y durante el franquismo (que tampoco fue como se predicó un "páramo" cultural), que uno de los errores de la izquierda española fue dejar en manos de las derechas la fuerza de la tradición, que él subraya como pesimismo histórico y sectario:

"Tal pesimismo histórico constituía una manifiesta inferioridad de las izquierdas en el antagonismo de las dos Españas. Con extremismo partidista abandonan integrar a los contrarios la fuerza de la tradición", dice en el prólogo del tomo I de su gran Historia de España.

Durante décadas todo, escuelas, institutos, universidades, medios de comunicación, se han impregnado de este clima antihispánico, de esta endofobia (así la describe Marcelo Gullo en su reciente libro Lepanto), ese odio ciego a lo que nos constituye por herencia y continuidad, que lleva casi siempre a aplaudir y defender todo aquello que ha atacado a España, ya sean los islamistas, los franceses, los anglosajones e incluso a los soviéticos.

No, no es fácil salir de este bucle diabólico. Es precisa mucha información, mucha disposición a examinar los hechos mismos, mucho reconocimiento de la ignorancia general en que se asienta el antihispanismo. ¿Genocidio es lo que hizo la nación española que se mezcló con los habitantes del continente encontrado, que los consideró iguales ante Dios y ante la Ley, que erigió universidades, hospitales, manuales de lenguas indígenas y todo un entramado de virreinatos constituyentes delReino de España, que no colonias?

A estas alturas, la pregunta está respondida. A pesar de sus defectos y excesos, lo que hizo España en América fue algo muy grande. ¿Cuándo un Rey ha suspendido todo avance en América para responderse si lo que se estaba haciendo era algo moral y legal? Los hechos, una vez separados de su continente ideológico izquierdista, son contundentes.

Se tardará en construir la Hispanidad del futuro (o Iberosfera, como otros dicen), pero de lo que ya no hay duda es que el discurso antiespañol de la leyenda negra asumida acríticamente por las izquierdas, no resiste la más mínima confrontación con los hechos. Así que celebremos sin duda alguna el Día de la Hispanidad.

Mi amigo y luchador anticastrista cubano, Rigoberto Carceller, ahora regente de su Patio del Indiano en Madrid, me lo ha escrito: "Hoy es como mi cumpleaños de hombre libre gracias a España. Gracias querido hermano, un abrazote." María Corina Machado es una esperanza para este día. Silencio de la izquierda española. Clamoroso.

José María Marco, en su nueva andadura en La Razón lo apostilla: "…parece cada vez más claro después de muchos años de frivolidad y desconcierto, que sólo la Nación garantiza un futuro de libertad, convivencia y progreso. La conmemoración del 12 de octubre, Fiesta Nacional, es un buen momento para reflexionar sobre esta realidad." Así es y así sea.

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