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Pedro de Tena

La mayoría, ¿para qué?

Si importa políticamente un comino que gobierne la mayoría, ¿de qué régimen político estamos hablando?

Se ha creído siempre que la democracia es el gobierno de la mayoría de los ciudadanos, que nunca es, naturalmente, todo el pueblo, y que esa mayoría se concreta previamente en y tras unas elecciones libres. Lenin ya le dejó dicho a Fernando de los Ríos con toda claridad aquello de "La libertad, ¿para qué?". Ahora se dice de otras maneras lo mismo. La mayoría, ¿para qué?

Tuve un viejo profesor de Historia, entonces joven pero profesor de los buenos, Alfonso Lazo, socialista inicial y desencantado al final, que argumentaba la bondad de la democracia explicando que si la mayoría puede equivocarse con mayor razón y más veces podrá equivocarse la minoría. Ergo, mejor aceptar la voluntad de la mayoría expresada libremente en las urnas, ¿no?

Pero, claro, si importa políticamente un comino que gobierne la mayoría, ¿de qué régimen político estamos hablando? De una democracia, parece que no. Más bien parece que un partido, ungido por una mano divina o diabólica, decide seguir gobernando a pesar de que no dispone de la mayoría necesaria. Lo anunció el mismo Pedro Sánchez, que gobernaría sin el Parlamento. Eso también, pues. El Parlamento, ¿para qué?

¿No es eso lo que está haciendo el PSOE invadido por este Puto Amo? Este partido nunca creyó en la democracia "formal" y "burguesa", pero lo simulaba muy bien para obtener legitimidad ante las clases medias a la vista de que el apoyo de la población bajo-asalariada no era suficiente para gobernar. Ahora ha visto la oportunidad, aprovechando otra grieta constitucional y legal y la cobardía y estulticia de esas mayorías.

La Constitución no dice exacta y expresamente que, si un gobierno no logra presentar los presupuestos en fecha y hora y si, además, no puede aprobarlos por no disponer de la mayoría absoluta y/o simple en el Congreso, ese gobierno debe convocar inmediatamente elecciones generales. Tampoco dice que, por tal causa, esté obligado a presentar una cuestión de confianza y, de perderla, presentar la dimisión y que el Rey, con el Presidente del Congreso, urjan la convocatoria de elecciones. No, no lo dice (otra reforma pendiente).

¿Qué pasa entonces si un gobierno no puede aprobar los presupuestos generales, no sufre una moción de censura que pueda obligarlo a dimitir si triunfa y no se somete a una cuestión de confianza ante la evidencia de que ha perdido la mayoría parlamentaria de forma notoria y anunciada a los cuatro vientos?

Pues que el gobierno sigue y sigue gobernando por decreto-ley (tampoco está muy claro que no pueda abusar de su excepcionalidad declarada) y seguirá adjudicando obras y servicios, nombrando personal, resolviendo concursos, destinando fondos europeos y demás sin tener que contar con el Parlamento. Esto es lo que justamente está haciendo el gobierno de Pedro Sánchez, dándole una patada al tablero de la democracia más sencilla.

Junts ha anunciado su intención boquichancla e hipócrita de dejar de apoyar al gobierno. El gobierno "Halloween" tiene un "monstruo" menos y sabe que no podrá aprobar ninguna ley ni presupuesto a menos que se trague sapos como caprichos de Puigdemont u otros. Lo normal sería que Pedro Sánchez instara la presentación de una cuestión de confianza para comprobar si cuenta con una mayoría suficiente.

Como no le importa, lo que hace es engrillar la democracia española a su arbitrariedad, la encadena a su gobierno Halloween y la inmoviliza y la esposa a sus intereses penales. Paraliza el funcionamiento de las instituciones y aprovecha el momento para seguir cometiendo toda clase de desmanes sin control alguno de la mayoría.

Gracias a esta obstrucción de la democracia sine die, con el BOE y las órdenes y disposiciones ministeriales en la mano, puede apartar al teniente coronel Balas de la UCO, puede seguir contratando e invirtiendo a dedo lo que y dondequiera, puede decir una cosa y la contraria en las relaciones internacionales, incluso puede homenajear a los miembros del grupo terrorista FRAP (ya lo ha hecho con la ETA), crear puestos para los amigos, ceder la instrucción judicial a los fiscales o eliminar de los escalafones a los díscolos.

Esto es, el día a día de España es propiedad del gobierno de Pedro Sánchez, sin mayoría suficiente, y la oposición política, PP, Vox y los socialistas que abominan del sátrapa sólo de boquilla, no hacen nada. Enzarzados en mermarse mutuamente (Mazón no es hecho dimitir y se obliga a convocar elecciones en Extremadura, por poner dos ejemplos) o en fingir que comulgan con el interés general, no perciben que la repercusión del decreto o medida cotidiano es apabullante y modela los caudales de votos indecisos y asqueados.

Eso sí, queda una pregunta en el aire. Si las instituciones están ocupadas, si la comunicación está intervenida, si la educación está penetrada, si la economía está manejada, si la Justicia está presionada, si hasta el deporte está enfangado y, en definitiva, la democracia está bloqueada y desencajada porque puede gobernar una minoría y con la Ley en la mano, o eso parece, entonces, ¿para qué seguir con esta farsa?

Si la mayoría, ¿para qué?, entonces, la democracia y la libertad, ¿para qué? Inquietantes deducciones pueden hacerse de este disparate. Y, oigan, entre los militantes y afiliados del PSOE y sus tentáculos monstruosos no gime ni una garganta crítica. Los de los partidos de la oposición gruñen ensimismados y no saben qué hacer impotentes ante el poder descontrolado de este hombre llamado Sánchez. Cada día merman más las probabilidades de que España pueda salir de este hoyo. Al tiempo. Habremos merecido a conciencia que la tiranía se consolide.

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