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Pedro de Tena

Miedo, tengo miedo

Las derechas, con sus buenismos y sus tontismos, parecen no reparar en que somos casi todos los ciudadanos, el único respetable público, los que estamos en peligro.

Rafael de Paula. | Cordon Press

En Jerez, donde me crié, "El Paula" era un personaje. No de leyenda aún, por los años 60, pero ya aliñaba conversaciones y rehogaba polémicas. De él, Rafael de Paula, gitano rubiasco del barrio de Santiago, que fue el mío, se decía que era un escultor de verónicas, un mago del tiempo en la muleta, un compositor de toro, arena y tendidos. Pero en lo del valor, en lo del oficio de matar o en lo de ser continuo como el espacio y el tiempo, en fin, ya saben. Sus creyentes y sus ateos se enzarzaban en el barrio de Santiago y en las peñas. Partido Paulista llamaron al suyo, que nunca se fundó.

No hablaba mucho, lo testificó Antonio Gala. No lo hará más, porque Rafael Soto Moreno ha muerto en su sitio y en su momento, en el que tenía que ser su día, el Día de Difuntos, él, que le temía tanto a la muerte que los toros llevan dentro. Combatía su miedo consciente y reconocido con esa música callada del toreo que aprendió de él José Bergamín, experto en el demonio, que le dedicó precisamente ese libro en el que confiesa que "oía" las faenas que vio de El Paula, ese torero que daba quites que daban la vuelta al mundo. Cante, no canto, es su toreo, cosechó Andrés Amorós.

No creo que haya torero que no tenga miedo al toro. Sin ser torero ni taurinista, lo he sentido en las dehesas de Gabriel Rojas, que invitó a un grupo de periodistas de El Mundo a ver una tienta y a admirar los lances en el campo de José Luis Paradas. Uno de los bravos se acercó demasiado a donde yo me refugiaba y se me heló la sangre en las venas. Otra vez fue en la finca de los Cuadri, en Trigueros (Huelva), cuando los toros me miraron tan personalmente que jamás he olvidado su advertencia. Sí, el miedo empapa y no hay quien lo toree. A veces, espanta. Y si las rodillas te fallan, como a Rafael de Paula, con más razón aún.

Otra jerezana, Lola Flores, cantaba apasionadamente aquello de "Miedo, tengo miedo". El Paula exhibía miedo auténtico. "Tiemblo de verme contigo/ Y tiemblo si no te veo./ Y este querer es un castigo./Castigo que yo deseo". Ni con toros ni sin toros tuvo su vida remedio. Morante le ofrendó el rabo que cortó en la Maestranza. Claro que sabía por qué. Lo que ha sido y es el de la Puebla tiene raíces en el de Jerez y éste hunde tentáculos en Belmonte y éste en…Es la historia del toreo, de un modo del toreo.

Este miedo categórico de El Paula, que en paz descanse, me conduce a ese otro miedo que siento crecer en una sociedad como la española que creyó haberlo vencido en 1978. Acabo de leer que Spotify ha "cancelado" dos canciones del Dúo Dinámico: Quince años tiene mi amor y Yo busco una muchacha como tú, escritas cuando Manolo y Ramón tenían 20 años y agradecían su fidelidad a sus jovencitas seguidoras ansiosas de libertad. Insoportable.

De la libertad sin ira estamos pasando al nuevo cancela con odio. Y, como se intuye en el País Vasco y Navarra, herencia de ETA que manosea Pedro Sánchez, si te empeñas en ser libre, te aplican, de nuevo, el borrokacidio, y ya veremos qué más, cabalga de nuevo. También quieren, cómo no, cancelar la fiesta de los toros, mucho más por nacional que por esos animales a los que se cuida, se alarga la vida y se les evita la muerte en serie de un matadero sin alma ni belleza.

Pero ese otro partido llamado también PP, con Vox alta o baja o sin ella, nada que ver con el paulista, parece no darse cuenta del peligro que está a punto de salir por los chiqueros del ruedo ibérico. No siente el miedo. Es otra vez el negro toro de una pequeña y totalitaria España que quiere acabar con la otra grande, la constitucional, herida, sí, pero aún viva. Sólo es un cuadrante del hemiciclo del Congreso y algunos miles más de afiliados devotos de la discordia los que animan la embestida. Todos juntos no llegarán ni de lejos al 1 por ciento del electorado pero mandan, dictan, narran, esconden, deforman, delinquen y ocupan.

A estas alturas ya no hay duda de que ha sido y es la llamada izquierda española, aliada con el paleo-comunismo insepulto y el separatismo, caníbal y no tanto, la que ha reventado todo aquel esfuerzo para escapar del presunto destino de una nueva cornada en la ingles nacionales. Pero las derechas, con sus buenismos y sus tontismos, parecen no reparar en que somos casi todos los ciudadanos, el único respetable público, los que estamos en peligro.

No son toreros, que si fuesen a lo mejor desestimarian sentarse en una silla delante del morlaco a ver si se avenía a dialogar o a escuchar algún manual de convivencia del que hablaremos más otro día porque tiene lo suyo. O sea, que no se han enterado de que la Transición ha sido destrozada en los últimos 20 años y de que, o somos capaces de erigir otra pieza de orfebrería democrática impidiendo que se culmine la faena dictatorial en curso o este cuento de la democracia se ha acabado.

Fíjense en la última. El gobierno de Pedro Sánchez pena en los tribunales, imputado o en la cárcel, desde el Fiscal General a la esposa, a los fieles del Peugeot y a Cerdán y aquí la crisis descabella, otro intento, a un PP, con Vox, sin Vox o como sea, que convierte a quien debió haber dimitido la misma noche de aquella horrible DANA en un símbolo de lo invotable al mismo tiempo, vaya miopía, que auténticos delincuentes políticos salen a hombros en esta España descosida nuestra.

Sí, hay un problema serio de diagnóstico que impide dar con soluciones realistas. Eso sí que da miedo. Mucho miedo.

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