Donald Sánchez y Perro Trump
Lo que en Donald Trump son intolerables abusos de poder antidemocráticos y una impúdica exhibición de corrupción, en Sánchez es muestra de firmeza y honradez.
Cada vez que aparece un futbolista que destaca medianamente sobre el resto de los compañeros de su generación, la prensa deportiva corre a colgarle una etiqueta: El Maradona de los Cárpatos. El Messi eslovaco. El CR7 del Calzadilla de los Barrios, provincia de Badajoz. En política también se usan esa clase de paralelismos. El Eisenhower de nuestro tiempo. El Chamberlain del siglo XXI. El Hitlercito vasco. Y por supuesto, el Trump español.
Imaginemos por un solo instante estos titulares:
Melania Trump, imputada por corrupción y tráfico de influencias. Donald Trump, el partido Republicano y Fox News dicen que el juez instructor es un comunista con dos documentos de identidad
La justicia imputa a un hermano de Donald Trump después de fingir residencia en Canadá para pagar menos impuestos de su sueldo público obtenido presuntamente por enchufe. En realidad vivía en la Casa Blanca, donde tenía aparcada su autocaravana. Trump se defiende insinuando que la jueza es comunista.
El Attorney General imputado por revelación de secretos tras la filtración a Fox News y Breitbart de unas negociaciones con la fiscalía del novio de Kamala Harris. Trump afirma que el juez es comunista.
El secretario de Estado de Transporte de Donald Trump imputado por un caso de corrupción en la compra de mascarillas durante la pandemia. Se descubre que una prostituta a la que pagaba 2000 dólares al mes fue enchufada por el número 2 del GOP en una empresa pública durante dos años, en los que no trabajó un solo día. Trump dice que la prensa que destapó el escándalo es comunista
Puedo seguir hasta aburrirme. Lo que estaríamos diciendo si el padre de Melania hubiera regentado una red de prostíbulos en Washington D.C. Pero lo que en Donald Trump son intolerables abusos de poder antidemocráticos y una impúdica exhibición de corrupción, en Sánchez es muestra de firmeza y honradez. Donde Trump quiere controlar a los medios, Sánchez quiere poner coto a los bulos de la extrema ultraderecha. El inquilino de la Casa Blanca acosa a los jueces, el del Palacio de la Moncloa denuncia el lawfare.
Trump y Sánchez están rodeados de sendos ecosistemas de lameculos profesionales, un puñado de presuntos periodistas que hacen que la entrevista de Lisa Simpson al Señor Burns parezca merecedora del Pulitzer. El Watergate nunca habría podido suceder en España porque los periodistas habrían corrido al juzgado a decir que en realidad esas cintas no las había colocado Nixon sino otras personas, pero que no podían decir quiénes.
Lo cierto es que Sánchez es hijo de Trump. El sanchismo es una versión socialdemócrata y mediterránea del trumpismo. Lo que en Donald es histrionismo y gesticulación, en Pedro es un gesto grave acompañado de palabrería cursi. Menos banderas, más planes de resiliencia feminista. No hay gorras de MAGA pero sí pegatinas de Free Bego. No es sólo que las formas sean parecidas, es que el fondo lo es también. El objetivo de ambos es exactamente el mismo: mantenerse en el poder, a cualquier precio. Si el precio que hay que pagar es la degradación de la democracia y la destrucción de las instituciones y los contrapesos, les parece bien, porque al fin y al cabo, ellos no lo pagan, ellos lo facturan.
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