El tiempo
Cándido Conde-Pumpido maneja el «tiempo» al antojo de Pedro Sánchez Pérez-Castejón.
El tiempo es un tema muy complicado en España. De conversación fácil y segura en ascensores, una de las frases más famosas –y temibles– de Pedro Sánchez Pérez-Castejón sitúa ese concepto en el centro del futurible presente:
—El tiempo pondrá las cosas en su sitio —afirma el calamidad.
Soy un enamorado del diccionario de la Real Academia Española –«limpia, fija y da esplendor», como lema principal–. Ante la mínima duda, siempre recurro a él. Y dice, en su segunda acepción sobre «tiempo»:
—Magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro, y cuya unidad en el sistema internacional es el segundo.
Ahora bien, ¿qué es «el tiempo» en el idioma de Su Sanchidad?
En esta tesitura de magnitud física, nos encontramos a Pedro Sánchez Pérez-Castejón –doctor en Economía– entregando la solución de todos los reveses judiciales al «tiempo». Y no son pocos, no, los bofetones que se lleva, por personas interpuestas. A ese nivel de cobardía llega el fulano, quien cumple uno de los principios más cobardes en su conducta diaria:
—El Capitán Araña embarca a todo el mundo y él se queda en España.
Sus peones bailan, danzan, caminan, corren, viajan –en compañía de colipoterras, ocasionalmente–, mientras él se dedica a sonreír ampliamente, satisfecho con su mierda de gestión política. Esa gestión de obras, pactos, contactos a nivel nacional e internacional dirige su rumbo. Los numerosos desprecios de sus socios –y valedores– no le arredran en el día a día de la melindrosa gestión. Esa butaca, que tanto ata, nos ha costado –y cuesta– cientos de miles de vidas humanas; esa poltrona entrega subvenciones inasumibles a diestro y siniestro, tanto en el interior como en el exterior de nuestras fronteras.
Pero la culpa es de otro; de otros desconocidos, cuando mucho coincidentes en momentos puntuales de su miserable existencia. Y no cesa. Porque incumple la Constitución Española de 1978 al no presentar los Presupuestos Generales del Estado. Y nos echa la culpa a nosotros. La labor fundamental del Gobierno es elaborar los presupuestos anuales, enviarlos a las Cortes Generales, defender, debatir y aprobar esas cuentas –si hubiere apoyos–. En caso contrario, devolver la responsabilidad al pueblo español en la convocatoria de elecciones generales.
Mientras los papeles van y vienen, el «tiempo» resuelve los reveses de las sentencias judiciales. Pongamos varios ejemplos.
Los camaradas socialistas –socialistas de la PSOE en Andalucía– fueron juzgados y sentenciados por el caso ERE. No todos, ya que la labor de zapadora de una jueza, con dilaciones más que interesadas para esa camada, provocó el archivo porque no se hicieron los trámites necesarios para llegar a juicio. Y los presuntos delincuentes en España tienen todos los derechos y ninguna obligación. Pues bien, el «tiempo» sentenció que sus derechos habían sido vulnerados y revocó la sentencia condenatoria. Los camaradas fueron rehabilitados en la PSOE. ¡Qué casualidad!
Presuntos luchadores por la libertad de decisión en Cataluña ejecutaron un golpe de Estado en 2017. Pese a la denominación de sedición –melindrosa– del Tribunal Supremo, recibieron la medida de gracia más cobarde de la historia: la amnistía. A fin de agilizar los tiempos y conseguir el favor de los golpistas, el «tiempo» no llegó al Tribunal Constitucional para reparar la sentencia. De hecho, dicho organismo confirmó la condena.
En estos días que corren –y en los que algunos izquierdistas celebran– el fallecimiento por enfermedad de Francisco Franco, el día 20 de noviembre de 1975, la Sala Segunda del Tribunal Supremo ha hecho público el fallo de la sentencia a Álvaro García Ortiz: cinco jueces han votado a favor de condenarle y dos por su absolución.
Este avance ha supuesto un terremoto en el ámbito de la ideología izquierdista. Sin miramientos –ni estudios de Derecho, en su mayoría–, censuran esta votación. Esta difícil decisión ha provocado –por fin– que el fiscal general del Estado presente su dimisión. Pedro Sánchez Pérez-Castejón ha dado un paso más. En lugar de referirse al «tiempo» como autor «para poner las cosas en su sitio», ha asegurado: «Hay otras instancias judiciales en las que se tendrán que dirimir los aspectos relativos a esta condena, una vez se conozca el contenido de la sentencia, y que puedan ser controvertidos».
Estimado lector, tras estas líneas has descubierto la realidad de Su Sanchidad respecto al «tiempo». Si aún no habías deducido quién está detrás del tiempo, quién maneja y dirige el «tiempo», seguro que has llegado a la misma conclusión: Cándido Conde-Pumpido maneja el «tiempo» al antojo de Pedro Sánchez Pérez-Castejón.
Este mes de diciembre se le acaba el «tiempo» al llegar a su edad de jubilación. Ahora bien, ¿podrá prolongar el «tiempo» hasta encontrar un «momento» que le sustituya y siga, a pies juntillas, el rumbo marcado por Su Sanchidad?
No perdamos la esperanza de conseguir vivir en libertad, en democracia, sin la espada del «tiempo» sobre nuestras cabezas… y sobre las sentencias.
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