Pedro ya sabe lo que quiere Carles; la pareja no está rota
Junts no ha roto con Sánchez. Todo es una pantomima. El prófugo humilla al presidente, pero mantiene una línea abierta.
Pedro Sánchez no se cansa de hacer el ridículo en público a cuenta de Junts, el partido del prófugo Puigdemont. Las dos entrevistas en Moncloa con medios catalanes (la radio de Godó y la nueva TV3 de TVE) son una evidencia palmaria de la degradación del presidente del Gobierno, que se arrastra ante las exigencias de la formación separatista sin el más mínimo pudor o recato. Dadas las circunstancias, en Junts aprovechan para refrescar la lista de la compra, que es la de los acuerdos que restan por cumplir, el pago por la investidura y por la continuidad en la Moncloa.
El comportamiento político de Junts también es digno de estudio, pero no es extraño que políticos que estuvieron a punto de provocar un enfrentamiento civil en 2017 actúen como rémoras y parásitos. Carecen de moral, como el líder socialista, y sólo les interesa su cuenta de beneficios. De momento, tienen al presidente del Gobierno donde querían, dando pena. A los dirigentes de Junts les da igual la corrupción estructural en el sanchismo y tampoco les importan las peripecias de la banda del Peugeot. Son los orgullosos herederos de Pujol. Es más, opinan que todo es "lawfare", el mismo supuesto acoso judicial que dijeron sufrir ellos cuando lo único que se proponían era saltarse todas las leyes habidas y por haber para proclamar la independencia de su región.
La opinión dominante en Junts es que Sánchez no se ha mojado por el regreso de Puigdemont, por colar el catalán como lengua oficial de la UE y por traspasar a la Generalidad las competencias en materia de inmigración, que son los "incumplimientos" reconocidos por el líder socialista. Tanto Puigdemont como su portavoz Míriam Nogueras insisten en que Sánchez dispone de las palancas (lo que vendría a ser el método Laporta) para desactivar las resistencias del Tribunal Supremo en el caso de la amnistía, de la UE con lo del catalán y de Podemos con la inmigración.
A esa gente la democracia y la ley le importan lo mismo que a Sánchez. Creen que el presidente del Gobierno podría hacer mucho más de lo que ya ha hecho por dinamitar el Estado de Derecho, la separación de poderes y la igualdad entre españoles. Para ellos, el poder es ilimitado. Son quienes dieron un golpe de Estado zapateando sobre la Constitución. Sánchez intenta complacerlos en todo y alimenta ese monstruo caprichoso de quienes sostienen que a los golpistas los condenaron por votar un primero de octubre. También Sánchez cree que el poder es ilimitado y por eso trabaja al margen del legislativo y en contra del judicial.
Junts no ha roto con Sánchez. Todo es una pantomima. El prófugo humilla al presidente, pero mantiene una línea abierta. Si esto fuera una crisis de pareja, el partido de Puigdemont sería la parte tóxica que amenaza a la cosa tumbada en el sofá con irse de casa. Que alguien le diga a Núñez Feijóo que si alguna vez Junts se podría ir con el PP, este no es el momento. Su visita a la patronal catalana parece haber precipitado algo así como el principio de un nuevo comienzo entre Sánchez y Puigdemont. Pedro ya sabe lo que quiere Carles. Se lo ha dicho Míriam. Él mismo.
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