
El Ayuntamiento de Barcelona ha anunciado la creación de una beca de residencia literaria, dotada con 80.000 euros, para atraer a escritores latinoamericanos a vivir en la ciudad y "narrarla" en sus obras. La buena intención del consistorio es evidente: recuperar el espíritu del boom -cuando Barcelona imantaba a figuras de la magnitud de Gabriel García Márquez o Mario Vargas Llosa- y abrir una ventana de proyección lingüística y cultural que funcione en ambos hemisferios, que diría la Constitución de 1812.
Ah, pero ha sido anunciarse la decisión y desatarse un diluvio de críticas... por dedicar ese dinero a becar a autores en lengua castellana y no catalana. Una vez más, la guerra de lenguas por encima de la sinergia literaria y cultural.
Los críticos del Ayuntamiento invocan la "minorización" de la lengua catalana, sin atender a razones como que semejante "minorización" puede ser más atribuible al exceso que al defecto de políticas proteccionistas de la cultura catalana. Por llamarlas de alguna manera, ya que en la práctica toda esa supuesta "protección" se resume en hostilidad hacia la cultura también catalana, o hecha en Cataluña, pero en lengua española. Quien esto firma ha tenido que escuchar en una tertulia de televisión que es un "escándalo" que Javier Cercas represente a la cultura catalana en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Javier Cercas nació en Cáceres. Vive en Girona desde los 4 años de edad. Escribe en español. Como Jaime Gil de Biedma, como Ricardo Mendoza, como Juan Marsé, como Manolo Vázquez Montalbán. ¿No son catalanes ellos? ¿Si les pinchas, no sangran? ¿No defiende el Instituto Cervantes a los autores catalanes en el mundo? Quien esto firma participó en Nueva York en una lectura pública del Tirant lo Blanc, obra cumbre de la literatura valenciana en catalán. Que ya no se puede llamar así -el nombre legal es valenciano- por una reacción al mal uso y hasta abuso político de la lengua hecho desde Cataluña. Como si un día alguien se hartara y decidiera que en Buenos Aires no se habla español sino "argentino". Menudo éxito sería eso, ¿eh?
Si las actuales Administraciones catalanas dedicaran a favorecer la creación en catalán solo un mínimo porcentaje de los ingentes recursos que dedican a entidades demonizadoras de la lengua española en la enseñanza, la cultura y los comercios -como Plataforma per la Llengua- es posible que la "minorización" retrocediera en lugar de avanzar.
Por las mismas, suena raro perseguir la oficialidad de la lengua catalana en Europa -algo de lo que todos los catalanes, incluida yo, podríamos alegrarnos- mientras se arrincona el español en las aulas y se castiga su uso en los comercios. Una y otra vez los tribunales dictaminan que no se puede excluir el español de la escuela. Una y otra vez la Generalitat se saca un decreto nuevo de la manga para burlar a los tribunales y obligar a las familias afectadas y a las entidades que las defienden a volver a empezar a pleitear desde el principio. En casa del catalán, libertad lingüística de palo.
Lo peor y más ridículo de todo es que esto, y no otra cosa, constituye a día de hoy la peor amenaza contra la salud y el uso social de la lengua catalana. O descubren la manera de mandar a todos los castellanohablantes de Cataluña a cazar jabalíes -en plan reeducación a la coreana- o nuestros nietos ya no sabrán quién eran Mercè Rodoreda o mossèn Cinto Verdaguer. Ni entenderán qué se le había perdido a don Quijote "en la playa de Barcino, junto al mar". Qué pena.
