Saben que van a perder
No hay un Rubalcaba al que le puedan entregar el mando de un barco a la deriva mientras se inventan al próximo Sánchez.
Ocurre, a veces, que un régimen, un gobierno o un político están acabados, finitos, secos y apergaminados, pero no lo saben y se siguen comportando como si estuvieran frescos y les quedara toda la vida por delante. El contraste que se produce entonces hace que los actos, los gestos y el tono del que ignora que ya se ha terminado su tiempo se perciban como irreales. Hay un corte entre la realidad y la representación mecánica de quienes se resisten a aceptarla que resulta inquietante. Exactamente igual que observar a Sánchez en un balance del año que consistió en balancearse al borde del precipicio. Está en el aire. No tiene la autoridad ni la auctoritas. Ni como líder del partido ni como presidente del Gobierno. Habla, mueve las manos y dice cosas, pero lo que hable, se mueva y diga no importa nada. Es como si hubiera dejado de existir. Incluso ha pasado el momento del epitafio.
La legislatura continúa, no porque los socialistas crean que pueden repetir la jugada del 23-J por algún milagro. Continúa porque saben que van a perder. Y no quieren perderse las ventajas del poder durante un poco más de tiempo. La gran justificación, la que dio Sánchez, de que ponerle punto final daría paso a un gobierno de derechas, revela un déficit democrático grave y, además, se deshace sola. Ese gobierno de derechas llegará más pronto o más tarde. ¿Cuál es el plan para cerrarle el paso? Si es tan peligroso ahora, será igual de peligroso más adelante. Si ahora es "el mayor error histórico", también lo será en 2027. ¿Cuál es entonces el plan del PSOE? ¿Dejar de convocar elecciones? ¿Nunca más? ¿Dictadura de los buenos para evitar que gobiernen los malos?
No preocuparán en el partido estos deslices antidemocráticos, por la costumbre de considerarse en exclusiva con legitimidad para gobernar, pero a muchos les preocupa el cataclismo que vislumbran. La combinación de casos de corrupción y de acoso sexual es dinamita. Significativamente, un notable número de mujeres socialistas está saliendo a la palestra para poner distancia con los órganos de dirección que hicieron oídos sordos, sea con lo de Salazar, en Moncloa, o con lo de Tomé en Galicia. En un mitin electoral, una dirigente del PSOE extremeño se atrevió a interpelar a Sánchez, hablándole de "puteros" y "acosadores". Sánchez la miraba atónito, asombrado de que una militante para él anónima osara mencionar cosas tan desagradables en su presencia. La aparición de estas voces, que tan calladas estuvieron, muestra que en el PSOE está empezando la hora infeliz del "sálvese quien pueda".
Uno de los problemas es que el partido no tiene alternativa al traje vacío que hoy, formalmente, lo dirige. No hay un Rubalcaba al que le puedan entregar el mando de un barco a la deriva mientras se inventan al próximo Sánchez. La única alternativa es dejar paso a la alternancia. Y a la alternancia se resisten con uñas y dientes. Un partido canino es un partido que mata por el pesebre del presupuesto. A estas alturas de los escándalos, no sé si lo verán, pero mantener esta legislatura muerta se percibe como un intento de continuar el saqueo.
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